LA VERDADERA HISTORIA DE LA VERDADERA
Noventa años cumple, en 2024, la mercería creada por Juan López Aguilar, uno de los establecimientos más ensolerados de Jaén; nueve décadas al pie del cañón y siempre a la vera de la Plaza Vieja
Cuando La Verdadera alzó su persiana por primera vez, ningún oído jiennense había escuchado aún la conmovedora, emocionante marcha que Emilio Cebrián dedicó a la imagen de El Abuelo. ¿Cómo sería eso de vivir en modo jaenero sin poder tararear la obra cumbre del maestro toledano? ¡Si hará tiempo...!
Piturda ya se recorría Jaén de cabo a rabo a sus 'taytantos' con una vocación policial todavía incipiente, y solo hacía cuatro años que Petrolo (el inefable quiosquero de la Plaza de Santa María) había cerrado sus ojos para siempre y dormía el sueño de los justos en el cementerio viejo, adonde su viuda bajaba los domingos, cargada de jaulas de pajarillos, para que su amor pudiera seguir oyéndolos más allá de la lápida (que eso sí que insonoriza, y no una caja de huevos).
A pocos pasos del primer local de la mercería de Juan López Aguilar (Jaén, 1914-1992), las ventanas de la casa del cronista Cazabán seguían oliendo a manuscrito y a cultura cuatro almanaques después de que el maestro echase su última mirada al paisaje de sus amores.
Era 1934 y nacía a la historia y la intrahistoria locales uno de los comercios más representativos de aquí cuyo nombre (pese a las elocuentes aclaraciones de la familia) sigue teniendo, a estas alturas, ese puntito de enigma (lo mismico que el de la Funeraria La Verdad —otro clásico jaenés con más de un siglo de vida, nunca mejor dicho—):
"Siempre nos ha contado mi madre que en aquella época se estilaban mucho los nombres de santos y que mi abuelo consideraba que debía ser algo diferente, porque una cosa es el negocio y otro los santos. Pensó poner La Verdad, pero ya estaba pillado el nombre por la funeraria y optó por La Verdadera. Mi abuelo era un hombre muy fiel a sus principios, muy correcto, le gustaba hacer las cosas bien hechas, no tenía doble moralidad, incluso en aquella época no era fácil ser fiel a tus principios cristanos y humanos", cuenta una de las nietas de López Aguilar.
Noventa años cumple en 2024 la ensolerada mercería, aunque parezca mentira si se tiene en cuenta que el único detalle institucional que han disfrutado hasta la fecha llegó hace apenas setenta y dos horas, cuando en la Navidad jaenita se hizo la luz de la mano de Inmaculada López Eisman (Jaén, 1958), Inma (Jaén, 1985) y Blanca (Jaén, 1987) Villajos López, descendientes del fundador y, en el caso de las dos últimas, actuales gerentes del negocio. Bueno, de la mano de ellas y, principalmente, de los más peques de la casa, que esta vez lo pasaron en grande entre botones pero no de La Verdadera, sino ese naranja y grandote que encendía la iluminación festiva.
El otro reconocimiento, el de su ciudad y su gente, lo llevan a gala día tras día desde hace eso: nueve décadas, que se dice pronto, aunque (como en Casa Brígido, Cámara, Tejidos El Carmen y tantos otros iconos de la capital de la provincia) ni una mísera placa celebre su larguísima presencia en el callejero 'lagartino'; este Jaén que si optara por el independentismo y lo alcanzara, acabaría convertido en lo que el poeta Khayyam bautizó como el país del olvido.
En su honor (algo es algo), Lacontradejaén despliega este sábado su mejor alfombra digital para que la pisen el pasado, el presente y hasta el futuro de La Verdadera.
DEL FUNDADOR A LA TERCERA GENERACIÓN
Cocinero antes que fraile, Juan López Aguilar (que según el historiador Manuel López Pérez nació y vivió en el barrio de San Ildefonso y no fue cura de milagro) entró en 1929 en otra renombrada y jaenerísima mercería, Casa Almansa.
Ya establecido por su cuenta, de él dejó escrito el que fuera cronista de Los Villares: "Su trato cordial y distendido con el público le granjeó para toda la vida el familiar apelativo de 'Juanito, el de La Verdadera', que le daría cierto aura de popularidad".
El recordado escritor e investigador sigue evocándolo: "Trabajó incansablemente en Acción Católica, de cuya Sección de Caridad fue responsable. Asumió la dura labor de atender y confortar en sus últimas horas a los condenados a muerte..., animó en años difíciles el 'Mesón de Caridad' y fue alma de los 'Amigos de los Pobres', donde remedió infinitas carencias y miserias. Al finalizar la Guerra Civil se hizo cargo, como gobernador, de la Congregación de la Vera Cruz. Desde ella (...) gestó la reactivación de la Cofradía de Siervos de Nuestra Señora de la Soledad, de la que fue gobernador". Una impronta esa (la cofrade) que, como se verá líneas abajos, se ha convertido en santo y seña de la mercería.
Casado con Emilia Eisman (fallecida en 1998 y maestra de formación), el artífice de La Verdadera yace junto a su esposa en el nicho número 613 de la sección San Félix de Valois del cementerio de San Fernando, la misma calle donde reposa el ilustre periodista Ricardo García Requena.
Mucho tiene que ver la trastienda de este histórico comercio con la de la madrileña y centenaria de Pontejos, de tantas cajas como la pueblan, cada una con su botón, su agremán, su galón, su cinta o cualquier otra virguería como campea en su frente, a modo de muestra.
Con el espacio más bien aprovechado que la cabaña de Robinson Crusoe, hace de mínimo y cabal despacho un pupitre verde de colegio y una coquetísima mesa blanca pequeña no: lo siguiente.
Unas veces Inma, otras Blanca, ambas dirigen desde tan resumido gabinete los destinos de La Verdadera. Ellas son las depositarias y continuadoras de lo que su abuelo empezó hace ya la tira de lustros, tras recibir el testigo de su madre, Inmaculada López Eisman.
"Ha sido una gran emprendedora; empezó a estudiar, pero como ninguno de los siete hijos se quería quedar con la tienda, ella se hizo cargo", aclara Blanca acerca de la autora de sus días. Y apostilla:
"Ella no se imaginaba que iba a dedicar su vida a esto, pero mi abuelo se lo ofreció y aceptó. Ha estado aquí toda su vida, desde el 78 hasta que se jubiló con sesenta y siete años. Está muy orgullosa de la que ha sido su profesión, muy satisfecha, y ahora, aunque ya esté jubilada, viene, nos ayuda algunas veces, da una vuelta... ¡Le encanta esto!".
Casada con el manchego Vicente Villajos Serrano, profesor de instituto ya 'en la reserva', también él arrimó el hombro al negocio echando un cable con los números.
La mayor de las Villajos López, Inma, es licenciada en Psicología; aunque en un principio pensó buscarse la vida en el ámbito de su titulación, finalmente 'la ejerce' tras el mostrador: "La psicología se aplica a todos los ámbitos de la vida, y aquí hay que ayudar a decidir a la gente, practicar la escucha activa... Y muchas veces, el mostrador es un confesionario", sentencia.
Por su parte, Blanca (licenciada en Derecho), añade: "Desde el primer momento sabía que me iba a quedar aquí, me atraía, me gustaba, me daba vida, me evadía, disfrutaba, le veía un futuro, no me imaginaba otra cosa, y ahora mismo sigo igual, estoy muy satisfecha".
Despachan, gestionan, atienden la web... Sí, la página electrónica, que este histórico establecimiento acumula años a la par que procura no quedarse atrás, ir a la última:
"La tienda 'on-line' nos ocupa mucho tiempo. Había que renovarse; yo, al principio era un poco escéptica, ¿quién nos iba a comprar un encaje por internet?, pero al final nos dimos cuenta de que sí, y es sorprendente la cantidad de clientes que nos compran, por ejemplo, desde Galicia", comenta Blanca.
"Contentas" con su trabajo, las hermanas se turnan para que La Verdadera no cierre en ninguna estación del año y, lejos de quejarse de las servidumbres de trabajar cara al público y con el horario partido, indican al alimón: "Somos conscientes de que somos unas privilegiadas".
Algo parecido, muy parecido, a lo que sienten las actuales trabajadoras: Mari Ángeles, que entró en 2001; María José, llegada en 2005; Natalia, empleada desde 2021 y la más reciente, Soledad Navarro, que se deshace en buenas palabras hacia sus jefas: "Les agradezco mucho el respeto con que nos tratan, cómo nos piden las cosas, su educación. Se trabaja en familia, vienes al negocio sintiéndolo como tuyo, y eso es muy importante".
"Ellas y quienes han trabajado antes que ellas en La Verdadera son y han sido parte fundamental para la tienda", les corresponden Inma y Blanca, con un puntito de emoción en sus palabras.
SIEMPRE A LA VERA DE LA PLAZA VIEJA
De la primera época de La Verdadera es el evocador libro de cuentas (con llave y todo) que no solamente conservan sus actuales propietarias, sino que continúan utilizando como si estuviera recién estrenado: "Este es el ordenador de la tienda", indica Inmaculada López Eisman.
Un escenario cotidiano que primero estuvo en lo que hoy es el Colegio Oficial de Arquitectos y que, durante décadas, fue mal llamada 'la manzana de La Verdadera'. ¿Que por qué? Porque en realidad no se trataba de un edificio único, exento, sino de un conjunto de pequeños inmuebles que quienes peinan canas (nunca mejor dicho) recordarán como sede de la Barbería El Siglo, o de la farmacia de los Suca, que cada año se daba el palizón de retirar una de las rejas de sus ventanas para que Nuestro Padre Jesús pudiera pasar 'cómodamente' por la calle Almenas.
Allí aguantó la mercería, en régimen de alquiler primero y en propiedad después, desde su apertura hasta finales de los 70, cuando el viejo caserón fue vendido al Ayuntamiento, que lo demolió dejando a la parroquia del Sanatorio sin su entrañable Cheers jaenés.
Bajo su tejado, el concejal Vicente González despachó muchos años artículos de papelería, y a su hija Rafaela (fruto del matrimonio entre el político y Manolita Ocaña) dedicó en 1935 un célebre pasodoble taurino el maestro Cebrián: Ragón Falez, en tiempos en los que rendir homenaje público a una mujer suponía un escándalo, de ahí el acrónimo ideado por el músico toledano: "Yo recuerdo levemente a Rafaela", concluye la hija del fundador.
Ya en 1979 La Verdadera emigró, pero a pocos metros: en la calle La Parra, donde muchos jiennenses la conocieron, en los bajos laterales del edificio donde estuvo la Academia San Francisco o vivieron, entre otros, el conde de Humanes o el alcalde Cancio Uribe.
Veinte años después, en el 99, otro espacio histórico (los soportales de las que fueron carnicerías de los siglos XV y XVI y, ya en el siglo XX, ensolerado Café San Francisco, de Enrique Cañada) acogió a la mercería, que ahí sigue, viendo pasar el tiempo, como la puerta de Alcalá en la canción de Víctor y Ana.
EL ESCAPARATE DE LA SEMANA SANTA
Un poco antes, a comienzos de los 90, la tienda apostó por una temática que, sin preverlo, terminó erigida en una de las principales señas de identidad del negocio: la Semana Santa.
Tanto es así que, durante mucho tiempo, no había pregonero de la Pasión según Jaén ni articulista ni poetastro que no comenzara su texto cuaresmal con la consabida frasecita: "¡Ya La Verdadera ha montado su escaparate, ya huele en Jaén a Semana Santa". Insufrible, sí, a qué negarlo, pero más verdad que el picor de un grano.
¿Qué llevó a la por entonces 'maestra de ceremonias' de la mercería a convertir su principal expositor en una suerte de procesión inmóvil, que hace las delicias de los capillitas? La respuesta, en las palabras de Inmaculada López:
"Cuando estábamos en la calle La Parra vendíamos cordones de hábito, cuando existían (todavía siguen, pero ya casi siempre para mortajas). Vino un señor y pidió setenta cíngulos de color azul marino, creo que eran para La Carolina; le dijimos que podíamos pedirlos y lo hicimos. Llegó la Semana Santa y no vino a por ellos, pero fue formal y los recogió unos días después (yo tenía mi regomeyo). Ahí fue cuando empecé a pensar en vender artículos de Semana Santa".
No contentos con eso, no lo dudaron y, en busca de aplicaciones doradas para los mantos, vivieron una curiosa anécdota:
"En aquella época no los había en Jaén y se nos ocurrió ir a Sevilla, a ver si encontrábamos; fuimos a las tiendas, pero nada, y al cruzar una calle llegó a nuestra altura una señora mayor y le pregunté si ella sabía dónde podría encontrar aplicaciones doradas, quién podía tener".
La contestación de la mujer las dejó boquiabiertas y, tanto tiempo después, están convencidas de que aquello fue más un guiño del destino que otra cosa: "Mi hijo tiene", nos dijo. "¡Con lo grande que es Sevilla, fíjate qué casualidad. Dios nos lo preparó, creo que nos ayudó el de arriba", asegura mientras no apunta precisamente al techo ni a los pisos altos del edificio, sino más allá.
"GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS"
Y a la hora de abrochar el reportaje, lo tienen más que claro, no necesitan más que una palabra multiplicada para expresar lo que sienten desde el mirador sentimental que también les pone en bandeja el hecho de dirigir una empresa tan veterana y arraigada.
"Hemos cumplido noventa años gracias al esfuerzo de quienes han pasado por aquí, pero tambien porque Jaén nos ha apoyado y nos ha comprado generación tras generación".
Por todo ello, y con la boca grande, Inmaculada, Inma y Blanca (en nombre de su padre y abuelo y de cuantos y cuantas han trabajado en La Verdadera) no encuentran mejor forma de concluir este reportaje que con la rotundidad de la gratitud: "Gracias, gracias y gracias", con la vista puesta en 2034, el del centenario.
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