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EL JAENERÍSIMO IDILIO ESPIRITUAL DE MANUEL PESTAÑA

Por Javier Cano - Noviembre 22, 2025
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EL JAENERÍSIMO IDILIO ESPIRITUAL DE MANUEL PESTAÑA
En el centro, rodeado de ilustres cofrades en una instantánea de los años 80, Manuel Pestaña delante de la patrona, en su capilla del castillo. Foto: Archivo de Javier Cano.

Lacontradejaén evoca la figura y la pasión de este enamorado de Jaén, recordado impulsor de la devoción a Santa Catalina, en el 90 aniversario de su nacimiento

Hace treinta y seis años cerraba sus ojos a este mundo Manuel Pestaña Sánchez; un jaenero enamorado de su tierra cuyo papel en la fundación de algunas de las más significativas cofradías contemporáneas de Pasión y de Gloria del Santo Reino coloca su retrato, por derecho propio, en esta galería digital de Lacontradejaén.

Un insigne de aquí a quien apetece evocar en plenas vísperas de la entrañable celebración de la romería de Santa Catalina de Alejandría, patrona de la ciudad y la principal de las devociones de Pestaña.

Esa que mañana domingo poblará de tradición la capital jiennense desde las alturas del cerro al que da nombre, al que los vientos prestarán impulso para impregnar de marítimos aromas de sardina hasta el último rincón de esta tierra en la que el protagonista de este reportaje vio la luz primera allá por el año 1935.

 Manuel Pestaña, niño todavía, en una imagen de posguerra. Foto: Archivo de Javier Cano.
Manuel Pestaña, niño todavía, en una imagen de posguerra. Foto: Archivo de Javier Cano.

APUNTE BIOGRÁFICO

Hijo adoptivo de los propietarios del ensolerado Bar Tejadillo, precisamente alrededor de este legendario y antiquísimo establecimiento de la calle Mesa (de cuya existencia dan noticia los legajos del Archivo Histórico Municipal ya en el siglo XVII) transcurrieron la infancia y la adolescencia de ese chavea que, andando el tiempo, plasmaría su firma en los documentos fundacionales de El Perdón, de La Estrella y, claro está, de Santa Catalina. 

Una querencia esta, la cofrade, que su tío Pepe, antiguo novillero, le insufló y que los amigos de aventuras del barrio de San Ildefonso contribuyeron a acrecentar, asegura su viuda, Isabel Parras, a este periódico.  

Alrededor de dieciocho o diecinueve años contaba Manuel Pestaña cuando, con otros correligionarios, convirtió en realidad el sueño pasionista de la hermandad de la iglesia de Cristo Rey, que nació en Santa Isabel y salió, por vez primera, desde San Ildefonso. Corría el año 1952.

Tal era el celo que volcó en la nueva cofradía que hasta el mismísimo autor de la soberbia imagen de Jesús del Perdón, el malagueño Francisco Palma Burgos, llegó a sentirse agobiado por las indicaciones, incansables y constantes, que le hacía llegar el fundador con vistas a la hechura del Señor, según afirman los propios descendientes de Pestaña. 

Para entonces ya había pasado por las clases de Magisterio para convertirse en docente, noble oficio que jamás llegó a ejercer por mucho que se lo ofrecieron. "Le dijeron que le darían destino en un pueblo de la sierra y que, poco después, podría volver a Jaén”.

Lo dicho, que era más de aquí que un cantón y aunque aquella oferta podría haberle supuesto la tranquilidad laboral y una situación desahogada, siempre lo tuvo claro: "Yo no me voy de Jaén", recuerda Isabel Parras.

Una jaenera del barrio de San Juan con la que contrajo matrimonio en el año 69, ¿se imaginan dónde? Pues sí, en eso que se dice un marco incomparable, en un espacio que ni pintado: la mismísima capilla del castillo y ante la imagen de la patrona. "Si Santa Catalina fuera de carne y hueso, hubiera sido la novia de Manolo", afirma, entre risas cómplices, su compañera de toda la vida, con la que tuvo a sus tres hijos.

Descartado el oficio de maestro, Manuel Pestaña Sánchez terminaría adscrito, profesionalmente, a la conocida firma Coosur, donde hasta prácticamente su última etapa en este mundo desarrolló su labor cotidiana como administrativo.  La muerte, además de tantos proyectos como hubiera podido hacer realidad, le impidió también disfrutar de una merecida jubilación. 

Mucho antes, en 1955, su nombre figuró asimismo en la nómina de padres de la Cofradía de la Estrella, cuya reunión inicial se celebró en una casa de la castiza calle del Cañuelo de Jesús, con Agustín Guerrero Parreño como gobernador y, entre otros, imprescindibles de la Semana Mayor como Juan García Carmona o Juan Fuentes Domínguez.

Con ellos, y con el cargo de alférez mayor, Manuel Pestaña traía a la Pasión según Jaén esa hermandad que, tres décadas más tarde, convertía en procesión los anhelos de tantísimos años. Pero, sin duda, el amor de sus amores fue Santa Catalina de Alejandría, tan unida a la historia de la ciudad como a la del propio personaje.

Para ella impulsó la actual cofradía, que tomó carta de naturaleza en 1964, primero con la imagen ya existente en la propia capilla de la fortaleza que fue de don Manuel Ruiz Córdoba y, luego, con la bellísima talla de José María Ponsoda que recibía culto en la iglesia del viejo convento de Santo Domingo, hoy sede del Archivo Histórico Provincial, a un tiro de piedra de la pila del Pato y el lagarto de la Magdalena.

Asiduos a la eucaristía de aquel histórico templo, el matrimonio Pestaña Parras tuvo la feliz idea de gestionar la cesión de la imagen por parte de su propietaria, la Excelentísima Diputación Provincial, y la dicha de conseguir su objetivo: "Con Santa Catalina era como un niño chico, incluso si hacía falta poner dinero de la casa, se ponía", rememora su esposa, y exclama: "¡Yo no vi nunca una paga extra de Manolo!". ¿Se imaginan dónde iba ese dinero...?

"A mí, decir Manuel Pestaña me sugiere que fue el gran cofrade que recuperó, definitivamente, la festividad religiosa y la romería popular de la Ilustre Cofradía de Santa Catalina de Alejandría, y mantuvo viva la llama encendida por nuestros mayores cofrades, comprometidos con la Iglesia, redactando los primeros estatutos el 2 de diciembre de 1964, dando vida a la cofradía olvidada", expresa Manuel Tejero, actual vice hermano mayor de la hermandad, pregonero de este año y un histórico contemporáneo de esta devoción.  

 Manuel Pestaña ejerce una de sus pasiones, la pintura. Foto: Archivo de Javier Cano.
Manuel Pestaña ejerce una de sus pasiones, la pintura. Foto: Archivo de Javier Cano.

DOTADO PARA EL ARTE

Hombre de carácter serio, pero escrupulosamente respetuoso, daba rienda suelta a su creatividad a través de diferentes disciplinas artísticas, como la pintura y, en palabras de su familia, "las virguerías que hacía con sus manos", como esas manualidades con papel de brillo que lo mismo le servían para una custodia o un belén que para un motivo profano.

También con la escritura. No en vano, de su magín nacieron leyendas y narraciones tan ingenuas como plenas de encanto, y con alguna de ellas logró eso que Manuel Machado describió, como nadie, en uno de sus poemas: "Hasta que las canta el pueblo, las coplas coplas no son, y cuando las canta el pueblo ya nadie sabe su autor". ¿Que por qué?

¿Dirían ustedes que la preciosa leyenda de los angelitos de la Virgen de las Angustias tiene cuatro días, como aquel que dice, y que se la cuajó el mismísimo Manuel Pestaña junto con un montón más de cuentos que aguardan ver la luz y abandonar los cajones donde yacen? Pues sí, así es, aunque parezca que la peripecia del escultor Antón y el llanto de sus pequeños tienen más años que el Arco de San Lorenzo. 

Con los pinceles retrató en más de una ocasión la belleza mariana, y acaso uno de los ejemplos más emocionantes y vivos sea el óvalo del estandarte de la indescriptible Dolorosa de San Juan; o su querida mártir egipcia, uno de cuyos cuadros cuelga, a día de hoy, en las estancias altas de la catedral, concretamente en la sala que lleva el nombre de la patrona en el Archivo Histórico del templo mayor de la diócesis.

Y otra, en la fachada de su último espacio en este mundo, sobre la lápida que le cubre el reposo en el cementerio setentero de San Fernando, en cuyo nicho 32 de la sección 14 o de San Ildefonso descansan sus restos a la espera de la resurrección definitiva. 

"Me hubiera gustado mucho haberle conocido, pues todas las decoraciones que hacía eran manualmente; recuperé un cuadro muy antiguo, hecho todo con sus manos, y la verdad es que es muy bonito", lamenta y celebra a la par Manuel Tejero, que establece un paralelismo entre el papel jugado por Pestaña en la recuperación del vínculo de Jaén con su patrona y su propio papel en la última crisis de la cofradía. 

"Tuvo que ser un señor excepcional, por lo mucho que he leído sobre y él y me han hablado de él", concluye el pregonero. 

 Santa Catalina, en la lápida de Manuel Pestaña Sánchez. Foto: Archivo de Javier Cano.
Santa Catalina, en la lápida de Manuel Pestaña Sánchez. Foto: Archivo de Javier Cano.

Poco antes, muy poco antes, de su partida recibió el cálido homenaje de la cofradía que solía prestar los jarrones de la otra patrona para la procesión de noviembre: la Virgen de la Capilla, que en los salones Dover le ofreció el testimonio sincero del aprecio que le fue común por parte de todo el mundo cofrade.

De allí, prácticamente, se llevó al hospital el mejor de los recuerdos, que lo acompañaría hasta el momento de su expiración, a finales de enero de 1989, cuando ni siquiera había alcanzado los cincuenta y cinco años de existencia y la enfermedad le hacía salirse de la procesión de la vida. 

Cuando este domingo de romería Jaén ascienda, al lado de su inmemorial protectora, por el carril donde antiguamente ensayaban los soldados romanos y llegue a los alcázares jaeneros, que al menos una brisa de memoria evoque la trascendencia de Manuel Pestaña Sánchez en la consolidación de un piadosísimo acervo devoto tan jaenero como el amor a la primera de sus patronas, al menos en antigüedad.

Y que a las puertas de la capilla de la torre albarrana donde Manolito Ruiz enterró a su fiel perro Machaquito en la primera década del siglo XX, hasta el aire eche de menos al fundador de la cofradía jaenera de Santa Catalina de Alejandría. 

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