'MARÍA JESÚS': UNA VIDA DE LIBRO
Este mes de mayo se cumplen seis meses de la pérdida de María González Ramírez, que al frente de sus legendarios comercios de venta en intercambio de ejemplares surtió de novelas y tebeos, durante décadas, a varias generaciones de pequeños y mayores jienenses
"Los tebeos de superhéroes, una vez que los leíamos, nos gustaba cambiarlos por otros en el pasaje del callejón de las Flores; esa búsqueda tenía algo..., era como una covacha de la época de Pérez Galdós, digna de un episodio nacional o de alguna novela de don Benito. Siempre ante la atenta mirada de la dueña, te podías tirar unos minutos buscando, rebuscando, y era una manera de que los tebeos cambiaran de mano y de aficionarnos los niños de ese Jaén, de aquella ciudad perdida, a la lectura. A partir de ahí dábamos el salto a Julio Verne, a Stevenson, a Los Cinco, a los escritores de novelas de aventuras...".
Estas palabras podría haberlas firmado cualquier jienense de los últimos sesenta años que, en su niñez, a lo largo de su juventud, ya madurito o en lo que Aristófanes llamó la segunda infancia hubiese pasado por una de las personalísimas librerías que Jesús Téllez de Torres (Jaén, 1930-2013) y María González Ramírez (Jaén, 1939-2021) atendieron en la capital de la provincia durante cuatro décadas largas, primero bajo el rótulo de 'María y Jesús' y, más tarde, con la más que acertada denominación de 'El arca de Noé'.
Pero no, quien las suscribe es todo un escritor de renombre, Emilio Lara, que (vecino de siempre del casco antiguo) conserva, nítido, en su memoria el recuerdo de aquel singular comercio que, como expresa el propio autor de El relojero de la Puerta del Sol (Edhasa, 2017), merecía figurar por méritos propios en las mejores páginas del Realismo literario español.
"El comercio se llamaba María y Jesús, los nombres de mi padre y mi madre, pero con el tiempo la 'y' se borró y, al final, todo el mundo lo conocía con el nombre de ella", aclara Esmeralda Téllez González, hija y, además, continuadora (muchos años) de la impagable labor de animación a la lectura que desde mediados del XX y hasta la desaparición del negocio llevó a cabo la inolvidable 'María Jesús': "La primera mujer en fomentar la lectura desde el intercambio", apostilla.
En este mes de mayo en el que se cumplen los primeros seis meses de la desaparición de esta "auténtica visionaria" (como la define su hija), Lacontradejaén pone palabras a la gratitud de una legión de jienenses cuya sed de lectura se surtió en los montones que atesoraban sus tiendas, primero en el cantón de Jesús, luego en el callejón de las Flores y, finalmente, en pleno barrio de Peñamefécit.
Allí donde comprar novelas o tebeos era tan normal como intercambiarlos: sí, dejar los ya leídos y, por unas pesetas o muy pocos, poquísimos duros renovar continuamente bibliotecas efímeras o con vocación de eternidad. Ejemplares casi siempre desgastados por el uso, en ocasiones sin pastas (más económicos) que hicieron las delicias del personal.
Y no solo eso, no, que de paso era posible comprar alpiste para los pájaros o la más insospechada de las cosas que el matrimonio ponía a disposición de la gente a la par que dotaba de un aroma especial el establecimiento, donde la clamorosa mudez de libritos y cómics convivía fraternalmente con el trino de los canoros.
¿Lo recuerdan? "Corín Tellado, las novelitas de Jazmín, Bianca, Zipi y Zape, terror, ciencia ficción...", evoca Esmeralda Téllez, quien afirma que en su casa "se ha leído mucho siempre": "Y así seguimos, lo hemos mamado".
MEDIO SIGLO DE LITERATURA A PRECIOS POPULARES
"El negocio surge a raíz de conocerse mi padre y mi madre; él era vendedor ambulante, lo mismo vendía juguetes que pollos, y ella estudiaba Magisterio, en aquella época".
Conocido como 'el Madriles', Jesús Téllez recaló en la villa y corte en tiempos de la Guerra Civil, donde fue criado por su tía Luisa y su marido, "que no tenían hijos": "Eran muy creyentes y grandes lectores".
Ese ambiente influyó a la hora de moldear la personalidad de Téllez, que al parecer destacaba también por su don de gentes; esos recursos culturales y sus innatas cualidades comerciales lo convertían en un vendedor fetén, capaz de colocar cualquier producto con la mayor de las facilidades. Con estos mimbres, decidieron abrir su primera tienda, ubicada en los jaenerísimos cantones de Jesús, donde comenzó a gestarse la leyenda de 'María Jesús':
"Mi padre se había criado en Madrid, venía de allí, donde ya se vendían y se intercambiaban novelas en la calle; aquello era otra historia", manifiesta Esmeralda. Corría (recuerda) el año 1956 y allí, a un paso del Camarín de Jesús, encontraron "negocio y vivienda": "La casa se la alquiló un tal Ramoncín, que creo que todavía vive; allí empezaron, vivían abajo, en el sótano, y tenían el puesto arriba; fue una revolución para aquella época".
Esmeralda Téllez es una verdadera biografía andante; licenciada en Documentación y Biblioteconomía y enamorada de la historia, se confiesa una lectora empedernida y sabe lo que es vender libros a pie de calle, un trabajo que ejerció hasta su consolidación laboral como funcionaria y en el que se implicó también su marido, Jesús Morales, hasta el punto de convertirse en habituales de cualquier feria del ramo que se preciara en la provincia. Y más allá.
Precisamente, ellos se harían cargo de llevar su puesto ambulante de un lugar a otro, ese estand ante el que María González Ramírez posa en la fotografía de cabecera de este trabajo, cedida amablemente por uno de sus buenos amigos, Antonio Moral Amaro.
Y es que el esfuerzo de sus padres, además de un recurso cultural entrañable, generó una situación familiar estable que, a lo largo del tiempo, les permitió formar a sus cinco hijos (y hasta a algunos de sus nietos, pero eso se verá más adelante), procurarles una vida económicamente cómoda y dejarles el mejor de los sabores de boca, a pesar de las contrariedades, que las hubo y tremendas.
Continuando con la continuación, como recomendaba Carroll, el antaño popular y concurrido callejón de las Flores sería el nuevo escenario donde los Téllez González desarrollarían su peculiar manera de acercar la lectura a todo tipo de bolsillos, primero a pie de calle y posteriormente en el pasaje que comunicaba con la calle Álamos.
"Llegaron allí en los 70", y en ese punto estratégico que fue ese lugar de tránsito en otros periodos de la historia jiennense 'María Jesús' terminaría por revestirse del halo mítico del que, a día de hoy, continúa disfrutando, pese a los años que han pasado ya desde el cierre de sus negocios.
Un espacio de la ciudad donde, con palabras del poeta Benjamín Prado, "la luz municipal de cada día" llegaba cargadita de mercancías, de cosas por vender, de bullicio, de perfume a mínimo mercadillo urbano.
Así lo recuerda la celebrada actriz Rosario Pardo, habitante de la cercana calle Cerón y transeúnte constante de aquel 'puente' entre el mercado de abastos y la Plaza de San Francisco o el centro de la capital:
"Recuerdo que había un arreglador de paraguas [Baena], era también donde arreglaban cacerolas y sartenes, había una churrería y a mi madre le encantaba desayunar allí por las mañanas cuando íbamos a la plaza. ¡Qué pena que se haya perdido el callejón de las Flores, que era tan entrañable! Daba sensación de pueblo cuando pasabas por él camino del mercado; todo el mundo se conocía, tenía unos olores muy particulares a especias, a laurel... Ah, y también mucho fresquito, tenía como un microclima, era muy agradable. ¡Qué recuerdos!".
Pardo refresca su memoria y contribuye a hacer lo mismo con la de los lectores de este periódico: "En la esquina también se afilaban cuchillos, y al final del callejón había una tasca muy antigua; cuando estábamos en el Colegio Universitario, íbamos allí a tomar palomitas y anís con agua antes de ir a clase, ¡fíjate lo que te estoy contando, qué 'heavy'!".
'Clienta accidental' de María y Jesús, de su establecimiento guarda también una visión fresca, casi reciente a pesar de los años transcurridos:
"Yo no compraba allí, sino en un quiosco que había en la plaza vieja, pero iba con una muchacha a cambiar telenovelas, que eran un horror, porque además estaban ya superpasadas, superhojeadas, pero a mí me entretenía mucho ir con ella, me contaba cosas y de 'extranjis' ya veía esas novelas, que mi madre no me dejaba".
Por aquellos años, María González Ramírez daba una nueva muestra de su espíritu pionero al obtener el carné de conducir: "Fue de las primeras mujeres en llevar pantalones, y también una de las primeras mujerse en hacerse autónomas, una adelantada a su tiempo", aplaude su hija.
Mientras el padre "se iba a la calle a vender", lo que mejor sabía hacer, ella terminó convertida en la imagen reconocible de María y Jesús, en una suerte de marca andante popularmente rebautizada con un nombre comercial que ha pasado a los anales del comercio de aquí: 'María Jesús'.
"Podías comprar un pájaro, cambiar una novela..., ¡era un popurrí! Luego, ya en los 80, le pusieron El arca de Noé, y lo entendí", explica Esmeralda Téllez.
"A ese puesto de venta y de compra de tebeos fui muchísimo, entre otras cosas porque estaba cerca de mi casa. Ese pasaje del callejón de las Flores lo recuerdo siempre con el paragüero a la puerta, sentado en una banqueta reparando las varillas de los paraguas desvencijados, en una estampa del siglo XIX. Ese pasaje olía permanentemente a comida de pájaros, y ese quiosco donde se compraban los tebeos antiguos olía a papel viejo", rememora Emilio Lara, y concluye:
"A mediados de los 70 había allí un supermercado. A mí, siendo muy niño, me gustaba que me enviaran allí mis padres a vender los cascos de la gaseosa, de la cerveza... Con el dinerillo que sacaba, a lo mejor veinte o veinticinco pesetas, podía comprarme los tebeos que me gustaban".
Luego, en los 80, compatibilizaron su presencia en el pasaje donde definitivamente se había asentado la tienda con otro establecimiento, en Peñamefécit, y aquellas instalaciones casi aledañas a la Diputación Provincial cambiaron su acostumbrada bulla de tenderetes por todo lo contrario: la rutina administrativa del Negociado Municipal de Cementerios.
Ya en la calle Doctor Gómez Durán, todos aquellos ejemplares, que incluían desde El guerrero del antifaz hasta la más apasionante novela romántica de bolsillo o de indios y americanos, continuaron a disposición del personal junto a su irrenunciable alpiste y un sinfín de género cien por cien 'María Jesús', hasta su clausura en 2006.
"Cuando tuvo que dejar la tienda la vi llorar, fue de las pocas veces que he visto a mi madre llorar. Le gustaba mucho su trabajo, para ella era su guarida", sentencia Esmeralda, sin intención de poetizar pero con la emoción expresa de la más cabal de las poetas.
MARCADA POR LA TRAGEDIA
Una inevitable aproximación a la aventura vital de María González Ramírez implica necesariamente tomar conciencia de la fatalidad que marcó su existencia. De ahí, quizá, su característica discreción, ese talante suyo que destilaba prudencia, esa querencia al silencio, tan desprestigiado en la actualidad (o eso asegura Muñoz Molina).
Sí, la vida de esta pionera en lo suyo no fue precisamente fácil; hija de la posguerra, un terrible suceso en plena infancia marcó su forma de estar en el mundo ya desde los primeros capítulos de su biografía:
"Mi madre estaba muy protegida por mis abuelos, casi no la dejaban salir", comenta su hija. Pero, ¿por qué? ¿Cuál era la razón de esa sobreprotección? Esmeralda lo revela: "A los siete meses de nacer cayó en un brasero, se quemó toda la cara y eso la marcó de por vida; eso fue muy importante, las secuelas fueron muy grandes y tuvo que someterse a muchos injertos, llevar gafas grandes, operaciones de estética...".
Tanto peso tuvieron en su día a día las consecuencias de este fatal accidente que "nunca superó su complejo": "Era una persona tímida, se refugiaba detrás de unas gafas y un flequillo grande", apostilla su descendiente.
Pasados los años, la muerte de dos de sus hijas [una de ellas en circunstancias especialmente dolorosas] harían mucho más pesado el día a día de la protagonista de este reportaje; más difícil de soportar, sí, pero en esas circunstancias el carácter luchador de María González Ramírez volvería a imponerse: "Tuvo que quedarse con sus nietos y sacar no solo a sus hijos, sino también a ellos", dice Esmeralda.
¿No respondió el poeta y periodista malagueño Manuel Alcántara, a la pregunta de una entrevistadora, que lo más importante que puede hacer un ser humano es sobreponerse? Pues eso.
En el cementerio nuevo o de San Fernando, María descansa en paz junto a su hija María del Carmen en el nicho 77 de la sección San Blas.
EN LA MEMORIA SENTIMENTAL DE LOS JIENENSES
Su nombre no figura en el callejero de la ciudad, un honor del que sí gozan merecidamente nombres propios del comercio local (Emilia, la reina de las tiras bordadas, por poner quizás el único ejemplo) pero que deja fuera un buen puñado de personajes de la talla de Brígido, Furnieles o la propia 'María Jesús':
"Sería bonito, creo que no se ha valorado lo que ha hecho mi madre. Esta mujer, ¡primero mujer!, hizo posible que compraras una novela por una perra gorda en aquella época y, así, que la gente pudiera evadirse de lo cotidiano", reivindica la hija de la mítica librera.
Y eso que sabe lo que es, en sus propias carnes, experimentar el cariño de los jaeneros al conocer que tras sus apellidos están los creadores de aquellas tiendas que forman parte ya de la memoria sentimental y colectiva de varias generaciones de jienenses, que es hija de Jesús Téllez de Torres y de María González Ramírez, ese rostro femenino que por más cicatrices que escondiera permanece, clarísimo y entrañable, en el mejor rincón de la mirada de quienes se iniciaron en la maravillosa aventura de leer cruzando los umbrales de sus galdosianas tiendas (Lara dixit).
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COMENTARIOS
Rafael Morales Ogayar Mayo 28, 2022
Precioso artículo. Merecido a esa gran mujer... MARÍA. Yo fui amigo (un privilegio). Era encantadora, fuerte, realista, sincera, coqueta, guapa (por dentro y por fuera). Un beso y abrazo....hasta siempre.
responderAntonio Moral Amaro Junio 02, 2022
A pesar de estar jubilada, ésta gran mujer,nunca dejó de ser librera.Cada día ,se pasaba por mí comercio Enclave, y hablábamos de libros y del negocio.Conmigo y mis clientes/amigos ,manteníamos tertulias y anécdotas de su vida.Una vida interesante y llena de anécdotas, que con su genio característico,nos contaba y nos hacía reír.La queríamos mucho.La vimos ,reir, llorar y un día bailamos un pasodoble,que según ella, en su vida había bailado poco.El día que más feliz la vimos , fue cuando su hija Esme, aprobó las oposiciones.y nos obligó a tomarnos una cerveza. Con nosotros y con los libros,se encontraba en su hábitat natural.Le gustaba leer. Una vida para el recuerdo,con ella aprendimos a amar la lectura.Se merecía éste reconocimiento,que con tanta ilusión y cariño le ha dedicado Javier Cano Ya desde dónde esté, sabrá que he cumplido mi promesa ,gracias a Javier Cano Por los buenos momentos que nos diste,Gracias María
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