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MIGUEL ÁNGEL COLMENERO: UN GENIO DE JAMILENA

Por Javier Cano - Diciembre 06, 2025
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MIGUEL ÁNGEL COLMENERO: UN GENIO DE JAMILENA
El afamado trompista jamilenudo Miguel Ángel Colmenero. Foto cedida por Jesús Mozo Colmenero.

De su pueblo al resto del mundo, el músico jiennense es a la trompa lo que el catalán Pau Casals al violonchelo o el linarense Andrés Segovia a la guitarra

"Un mito", en palabras del trombonista de la Banda Sinfónica de Madrid Juan Francisco Aránega (arjonero ilustre). O "un revolucionario en su tiempo", según el músico y profesor de conservatorio en la villa y corte José Mozo Colmenero, sobrino además del protagonista de este reportaje: el insigne trompista Miguel Ángel Colmenero Garrido (Jamilena, Jaén, 1936-Madrid, 2002).

Que sí, que el lazo parental y el de paisanaje podrían restarles objetividad a ambos, pero dedicándose como se dedican, profesionalmente, a convertir en belleza el aliento del acordeón (en el primer caso) y del trombón (en el segundo) y, sobre todo, a impartir magisterio en las aulas, queda claro que lo que dicen lo dicen con la verdad en la mano, porque lo creen así y, además, avalados por la trayectoria del propio Colmenero: trascendental, indiscutible. 

Al socaire del reciente (y felizmente enésimo) homenaje rendido por su pueblo natal el pasado fin de semana, Lacontradejaén se acerca hoy a la figura y la obra de este genio de la música que derramó su talento tanto en la interpretación como en la composición y que, como docente, dejó también el mejor de los ecos posibles tras de sí durante su estancia en el mundo y desde que lo abandonó, involuntaria y prontamente.  

 El artista, en plena adolescencia. Foto cedida por Jesús Mozo Colmenero.
El artista, en plena adolescencia. Foto cedida por Jesús Mozo Colmenero.

CARRERA BRILLANTE

Hijo de "gente del campo" y el mayor de cuatro hermanos, ni siquiera alcanzaba el dinero de su casa para comprarle el primer instrumento: "Un mantón de Manila que había heredado mi abuela, de su madre, había una vecina que lo quería, pero ellas evitaban venderlo; al final tuvieron que deshacerse de él para comprarle la trompa a mi tío. Esa trompa está en nuestra casa todavía", narra Jesús Mozo.

De ahí, a la gloria musical aupado por una carrera de esas que dan vértigo, como detalla la página electrónica de la Fundación Juan March, donde se puede leer que el maestro jamilenudo "estudió en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde obtuvo los máximos galardones de su especialidad y el de Música de Cámara. Posteriormente perfeccionó sus estudios con Alan Civil, solista de la BBC, y V. Polekh, de la Orquesta de Cámara de Moscú".

La web añade: "Fue solista en las principales orquestas españolas y hasta 1992 en la Orquesta Nacional de España, asimismo de la Orquesta Villa de Madrid y de la Orquesta de Cámara Española. Por otra parte fue catedrático del Real Conservatorio Superior de Madrid, participó en numerosos grupos de música de cámara y formó dúo con Miguel del Barco (órgano) y Esteban Sánchez (piano)".

"Como concertista (concluye la ficha digital) interpretó numerosas obras con las principales orquestas españolas, especialmente con la ONE, con la que estrenó en España los conciertos de Richard Strauss, Gliére y Muñoz Molleda. Por último, realizó varias grabaciones para TVE, RNE y diversas casas discográficas como Philips, Hispavox...".

O lo que es lo mismo, una trayectoria apabullante por la que, asegura Juan Francisco Aránega, "Jamilena está situada en el mapa, sobre todo gracias a Colmenero". "El Casals de la trompa", como lo bautizó un crítico en las páginas de ABC, en alusión y reconocimiento a ese papel suyo de pionero del instrumento por estos lares. Un Andrés Segovia del viento-metal. 

"Me marcó mi infancia, porque yo que fui un músico que tocaba en el pueblo, aficionado, que no tenía estudios reglados (aunque sí un método para aprender a tocar como yo quería)", apostilla el trombonista arjonero mientras evoca su primer encuentro con el coloso jiennense:

"La primera vez que escuché hablar de él fue en Arjona, a mi maestro de la banda y a otros amigos; cuando tú oyes hablar en esos años 90 de Colmenero, a ti te parece un dios. Yo estudiaba en Jaén, o en el Conservatorio de Córdoba, ¡pero esa cosa que traía él porque venía de Madrid significaba mucho para mí; le veía mucha frescura, grandes conocimientos, sabiduría natural y todo ello mezclado con el carácter jiennense que nunca dejó, esa humildad... Eso me impresionaba".

Alumno suyo en los cursos promovidos por el trompista en su patria chica, Aránega resalta un momento especial de aquella época: "Me iba muy temprano al curso y estaba Colmenero ya allí a las siete de la mañana con su trompa, estudiando, trabajando el sonido; eso me llamaba la atención, verlo no solo en escena, sino estudiar entre bambalinas, ¡eso es muy improtante para un músico, yo les digo a mis alumnos que escuchen estudiar a sus profesores en confidencia", afirma no sin antes celebrar: "Me enseñó mucho sobre música, cómo interpretarla, cómo frasearla, cómo decirla!

 Con su esposa, el día de su boda. Foto cedida por Jesús Mozo Colmenero.
Con su esposa, el día de su boda. Foto cedida por Jesús Mozo Colmenero.

UN GRAN MÚSICO Y UN HOMBRE BUENO

Dicen que dijo el gran Sábato que en la bondad se encierran todos los géneros de sabiduría, una sentencia que define a la perfección a Miguel Ángel Colmenero Garrido, si se atiende a cómo lo describe su sobrino Jesús Mozo: 

"Mostraba siempre amor por las cosas bien hechas, eso siempre; era muy amigo de sus amigos, y aunque no conociera a la gente, si creía que podía ayudarla ahí estaba él, eso lo dice cualquiera que lo haya conocido, incluso alumnos de otros instrumentos. Era una persona muy querida, muy cercana". Esa superioridad moral de la que habló Beethoven...

Al margen de su parentesco, a Mozo no le tiemblan los labios a la hora de adjetivar al maestro como un auténtico adelantado a su época: "Nadie tocaba la tormpa entonces, muchos conciertos de tradición clásica no se habían estrenado en España, como el Concierto para Trompa de Strauss, que estrenó él; ahora son de repertorio obligado, pero entonces no habían llegado".

En cuanto a su perfil profesional, rememora: "Era una persona muy detallista, aunque estuviese en puestos de gran responsabilidad siempre intentaba aprender, ser mejor. Tenía una frase muy buena, decía que cuando él sintiese que no podía hacer las cosas con la calidad que pretendía, debería marcharse. Y fue casualidad que cuando estaba de solista en la Orquesta Nacional (llevaba ya treinta años) y de catedrático en el Superior de Madrid, en el 92 o 94 hubo unas incompatiblidades de trabajo y decidió que era buen momento para retirarse, irse sin mácula. Sentía que lo había hecho muy bien y que ya, por la edad, la calidad no sería excepcional y lo pasaría mal, así que se centró en la docencia".

Otro ámbito en el que el profesor y ejecutante Mozo Colmenero destaca la personalidad de su tío es en el de la enseñanza, donde derrochó generosidad: todo lo que aprendió dentro de la orquesta se dedicó a transmitirlo. Ahí vio muy importante crear una banda en el pueblo (algo que antes no había podido hacer) y que la gente del pueblo tuviera acceso directo a la música sin tener que pasar por grandes artificios, que fuera algo cercano. Creó también entonces la Escuela de Música, apoyó un auditorio para el pueblo...".

Además de dar nombre a la Asociación de Trompistas Jiennenses, recibió el título de hijo predilecto de Jamilena, donde una calle lo recuerda cotidianamente. Solo dos ejemplos más del idilio eterno entre la matria local y el hijo universal. Universal..., sí, pero más de su pueblo que los ajos. No en balde, su firma figura al frente de una misa y un salmo para Nuestro Padre Jesús, el himno jamilenudo, el de la Virgen de la Natividad...

"Él amaba a su pueblo y de la misma forma hizo que yo, dentro de mis posibilidades, ame así al mío; me daba cuenta del orgullo con que venía a su pueblo, lo mismo que la gente de Arjona que venía con mucho orgullo a mi pueblo. Y supo darle a su pueblo categoría y plasmar cómo son los jamilenudos, lo plasmó en su música, engrandeció a su pueblo con su obra. Eso me emociona mucho", comenta Juan Francisco Aránega antes de terminar con lo que podría ser la leyenda del escudo heráldico de Colmenero: "La sencillez hecha persona, amó la música y a su pueblo por encima de todo".

Casado con su paisana Dolores Barranco, fueron padres de dos hijos que si bien no han sido ajenos al oficio de su padre, no han continuado, profesionalmente, esa estela. 

Una luminosa huella que se detuvo, para siempre, en 2002, de manera inesperada, pero no exenta de poesía: "Murió de forma repentina, no tenía dolencia alguna al morir; estaba dirigiendo la banda del Conservatorio Superior, que él formó, se sentó en la tarima, todo el mundo pensó que estaba escuchando lo que estaba sonando, se tumbó y ya no volvió a levantarse", recuerda Jesús Mozo Colmenero. 

Una despedida propia de quien, con Litsz, entendía la música como el corazón de la vida: rodeado de partituras, batuta en mano y arropado por el idioma de los vientos, las maderas y las cuerdas. Sus restos (como los de Casals en El Vendrell y Segovia en Linares) reposan al amor de la querencia. En su pueblo natal. 

 Foto cedida por Jesús Mozo Colmenero.
Foto cedida por Jesús Mozo Colmenero.

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