La crisis del periodismo
Desde hace años venimos asistiendo al repetido mensaje de que el periodismo está en crisis. Coincidiendo precisamente con los efectos de la crisis económica, además de otros muchos factores, se aprovecha para resumir que el descenso imparable en la venta de periódicos, la caída paulatina de los ingresos por publicidad y la aparición de nuevos distribuidores de contenidos informativos conducen a que la profesión esté en una permanente crisis.
Quienes así concluyen, no dejan de tener razón, pero merece la pena caer en la cuenta de qué tipo de crisis es realmente el que afecta a la profesión. Porque la tendencia a generalizar, a veces, no consigue el objetivo de acercarse lo máximo posible a la realidad.
Creo, sinceramente, que el periodismo no está en crisis. Cierto es que cerraron multitud de medios afectados por las consecuencias antes descritas, pero también lo es que otros muchos más, en su práctica totalidad en formato digital, vieron la luz ampliando hasta límites hace unos años insospechados la oferta informativa existente.
Hoy, además, disponemos de herramientas tecnológicas y dispositivos móviles igualmente inimaginables hace poco tiempo que favorecen la producción y difusión de contenidos mejor elaborados, mejor explicados y mejor contextualizados a nuestra audiencia. Siempre, eso sí, que la tecnología, como una herramienta más, se utilice al servicio del contenido y no a contrario.
Y hoy, los medios productores de información son más consumidos que nunca, y así lo certifican los medidores y análisis de cuantificación digital, porque internet y las redes sociales se convirtieron en las grandes plataformas de distribución de nuestros contenidos, hoy al alcance de audiencias globales a golpe de un simple clic. Algo también impensable en la lógica tradicional de los medios diez años atrás.
En resumen, disponemos de herramientas para hacer el mejor periodismo de siempre, tenemos la capacidad de llegar a mercados y audiencias imposibles de imaginar y los lectores consumen más información que nunca gracias a las grandes plataformas y las redes sociales. Se consume pero no se paga, se lee pero no se compra.
¿Está entonces el periodismo en crisis? Creo, más bien, que está más vivo y que es más necesario que nunca. Las crisis, que las tiene, tienen nombre propio, y de manera específica dentro de la generalidad.
Existe, así, una crisis de credibilidad. El no haber realizado correctamente nuestra función como debiéramos conlleva que los ciudadanos nos tengan fichados, nos vean como aliados y no como vigilantes de los abusos del poder. La deriva económica en la propiedad de los medios, la inclusión del poder establecido, la banca y las grandes empresas en los accionariados de los medios, claramente, no ha ayudado a remitir dicha percepción. La espectacularización y banalización de los contenidos pseudoperiodísticos en formatos de grandes audiencias, como la televisión, tampoco ayudó lo más mínimo. Ahora, con las ‘fake news’ o noticias falsas, otro tanto de lo mismo.
Existe también una crisis de marca del periodismo. Los periodistas, los medios, hemos hecho muchas cosas mal, pero también somos protagonistas y autores de otras muchas que han cumplido con nuestra función y responsabilidad. Sin la intermediación de la prensa no hubiera sido posible conocer la existencia de los ‘Panamá Papers’, el servicio de espionaje masivo a los ciudadanos que realizaba la mayor potencia del mundo o los mensajes de Bárcenas, por citar ejemplos recientes. No hay otra industria tan arraigada e íntimamente relacionada con la consolidación y fortalecimiento de los sistemas democráticos, con la libertad de expresión y con el derecho a la información de los ciudadanos. Y sin embargo no sabemos dar visibilidad a esos valores intrínsecos a nuestro trabajo. Todo cuanto se habla de los medios y de los periodistas es para referirse a los mal que estamos, al futuro tan incierto que se nos avecina y a la relación directa que tenemos en muchos de los males generales de la sociedad. La prensa, como industria, no ha realizado ese esfuerzo en hacer llegar a la gente la importancia del conocimiento general de algunas (que las hay) de las cosas importantes que se han destapado.
No parece casualidad que ahora, precisamente, los dos grandes medios de comunicación del mundo, The New York Times y The Washington Post, hayan iniciado en estos últimos día sendas campañas que, de manera implícita, abordan tanto la crisis de credibilidad como de marca que afecta a la profesión. El periódico de Bezos con un nuevo slogan bajo cabecera que reza ‘Democracy Dies in Darkness’ (La democracia muere en la oscuridad). Y el Times con la mayor campaña de marketing en décadas del diario, en palabras de su editor, Arthur O. Sulzberger Jr. con ‘The truth is more important now than ever’ (Ahora la verdad es más importante que nunca).
Por último, tenemos la crisis del modelo de negocio. Ésta, muy evidente. El negocio de los ‘legacy media’ o medios tradicionales, fundamentado en la compra de ejemplares y facturación publicitaria, agoniza lenta e imparablemente y no se ha dado con la fórmula mágica que rentabilice la producción de noticias. Se optó por dar el contenido de manera gratuita en internet creyendo que la publicidad digital resolvería todos nuestros males, y todo lo perdido en los ingresos tradicionales sigue superando, por mucho, lo que la publicidad digital reporta. De ahí que la tendencia general, para la supervivencia de la industria, sea la diversificación de ingresos y la apuesta por la financiación a través de los lectores de un periodismo de calidad, especializado y que de respuesta a las principales demandas de los usuarios, ahora que para los medios resulta más fácil que nunca escuchar y atender a quienes son nuestro principal activo. Fácil de decir, desde luego. Pero mientras se dé con la fórmula, entre campaña y campaña, y entre proyectos de verificación de noticias, inevitablemente se seguirá hablando, en términos genéricos, de la crisis del periodismo.
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