La destreza, chavalito, la destreza
Bueno, chavalito, bueno, y ahora que ya hemos terminado la copita de ojén y el platito de maritoñis aquí en los cueros de esta mi biblioteca a la que con engaños te he traído, te diré que hay que leer más, chavalito, hay que leer más, hay que estar todo el día leyendo, como no estés todo el día leyendo eres una basura con desperdicios de gambas y al sol, ¿me comprendes lo que te quiero decir, chavalito?, tú hazme caso, que tengo canas, al sol durante tres días la basura, figúrate, en bolsa amarilla y con el atadijo flojo. Pero ahora no, ahora no leas, tonto, que eres un tonto, deja ese libro donde estaba, que es de poesía, ¡maricón!, y deja las gambas, que me manchas el libro. Vente aquí, chavalito, a mi regazo, hazte un ovillo como bien puedas, so zangón, ¡huy qué zangonazo!, y vamos a charlar, vamos a charlar, vamos a analizar el panorama político como tú y yo sabemos. Bueno, yo, lo analizo yo, que tú no sabes, y no sabes porque tienes que leer más, tienes que leer más, tú calla y escucha, chavalito, y tócame las orejas si quieres, no tengas miedo, toca, toca, juega con mis pelos. Verás, atiende:
A los políticos españoles, a tu padre y a tu madre también, lo que les falta es destreza. Y te preguntarás: ¿eso es lo único que les falta a los políticos españoles? No, cojones. Les falta inteligencia, les falta cultura, les falta humildad, les falta pragmatismo, pero sobre todo, sí, les falta eso: destreza. La destreza no está unida a la inteligencia. Oh, no, qué va, por todos los dioses, no pienses eso, chavalito. Un neciaco puede ser muy diestro en algo, por ejemplo escribiendo novelas o divisando espárragos cuando va en el coche, que hasta se para y to para cogerlos, aunque sea uno, un espárrago. Pero lo que pasa es que aquí llegan a la política con la necedad pelada, como tus padres, sin destreza. Y claro, no hay nada que hacer, hay mucho que protestar, que manotear, que sarcasmear y que discutir con el hocico arrugado, pero nada que hacer, excepto registros y detenciones. Los políticos sólo nos representan por la falta de destreza que, en general, caracteriza a los españoles a la hora de poner soluciones a problemas y conflictos, de manera que ya podemos ir dándonos por jodidos. El español es muy de llamar los guardias y ya. Los políticos resisten en la política (no digo ya en el poder) como el resto de los españoles resistimos en la familia y en el trabajo y en el vecindario y en el balompié, o sea convencidos de que a nosotros razón no nos falta y de que a quien le falta razón es al otro. Vale, pero, ¿y si…? ¡Ni «y si» ni pollas, yo tengo la razón y de ahí no me bajo ni aunque me rocíen con garrapatina! Los españoles sabemos desde chiquitillos que nosotros somos los válidos y los demás no, los demás son los inválidos, los demás son unos gilipollas a los que toleramos por lástima o porque no tenemos más remedio, también por no estar solos. Si los demás se limitan a cumplir con su gilipollez y su malura y su invalidez y su faltica de razón, no pasa nada. Sobresalimos en la calma chicha de los otros. Nos reafirmamos en nuestras profundas convicciones debido a que no tenemos que hacer nada para arreglar algo. No hay algo, no hay nada. Somos extraordinariamente válidos en la inactividad. Pero si el otro, o sea Puigdemont, pomporrompón, de pronto se pone a meter bulla y a comportarse de manera extraña, o sea que lo ves que va en serio, al político se le cierra la escuchadera, se le atranca el plan, olvida los estudios y se le disuelve la seguridad en sí mismo. A tomar por culo el dogma del bienhacer sin hacer nada. Entonces toca ponerse cabezón, naturalmente, y dictatorial, algo habrá que hacer para que no se rompa la patria en democracia, y agarrarse al no, no y no empepinado y seco. ¿Un no con pero? ¡No, un no más solo que un mulo atao a un olivo, no me seas intelectual! Ya, bueno, pero… ¡Que no! Vale, pero, ¡que no!, ¿y si trabaja usted un poquito? ¿Yo? ¿Qué no estoy trabajando? ¿Qué me vas a decir tú a mí que no estoy trabajando? ¡Cagonlavirgen! ¿A que te parto la boca? Destreza, eso es lo que pasa, ese el problema y la tara, que no hay destreza. Llegan a la política sin lo más útil. Puede que haya estrategia, eso sí, por lo común marrullera, pero no es lo mismo, qué va a ser lo mismo, lo mismo no es, no te creas eso. La destreza política sería interesante, si la hubiera; la estrategia está muy vista y ya atendemos a ella como al resfriado de otro. ¿Significa esto que los políticos españoles, tu mamá y tu papá entre ellos, son torpes, ignorantes, vagos, necios, brutos y que el destierro merecen…? Sí, sí, sin duda, eso es lo que significa esto. Vamos apañaos. ¿Sabes, chavalito? Apañaos vamos, digo.
Hale, pues, ya está, ya hemos charlado, ya hemos analizado, ya me he cargado de razón ante tu arrobo, déjame las orejas quietas y deja mi regazo, chavalito, bájate al mundo, ¡trisca, trisca como tú sabes! Y lee, lee mucho, no leas poco, lee ya, coge el libro que quieras, ¡el de poesía no, joder!, y léetelo ahora mismo, aquí, mientras yo te miro y hago pompitas de saliva con la boca, porque llevártelo no te lo vas a llevar, el libro, eso ni lo sueñes, chavalito. ¡Lee! ¡Que leas! Pero antes, dime, chavalito, tú que sabes de estas cosas: ¿será verdad que Pablo Iglesias ha dejado a su enviada especial a la SER y se ha puesto con Paula Vázquez? Paula, ¿te pones? No lo veo, no lo veo. Destreza, hablemos de destreza. Ven aquí otra vez, chavalito. ¿Qué no sabes lo que es la garrapatina? Bueno, ya lo aprenderás. ¿Te hago un drenaje linfático?
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