La pantalla de mi Olivetti
Ayer, escuchando el programa de Radio Nacional “Espacio en blanco”, dirigido y presentado por Miguel Blanco, supe de un joven español que vive en Oslo desde hace cinco años que invierte parte de su tiempo en escribir sobre la situación de los refugiados y emigrantes económicos en Europa. Se llama Javier López Recio, pero firma como José Recio.
Hoy traigo a estas páginas a este periodista, además de sommelier, porque en el transcurso de la entrevista dijo algo que me desveló. Y escribo desveló porque el programa de radio al que hago referencia se emite a las dos de la madrugada, de dos a cuatro de la madrugada de sábado a domingo. Aprovecho la ocasión para recomendarles su escucha. Solo tienen que buscar sus podcasts. Es, desde mi punto de vista, el mejor programa de misterio que se hace en la radio española.
Pero regreso al asunto de este artículo, y el asunto es que Javier Recio, además de contarnos en la entrevista sus vivencias con la reina de las serpientes de Uganda, una anciana que tiene la capacidad de entablar comunicación con dos de las serpientes que cuida, Javier reveló que escribe con una máquina de escribir, que sus libros los ha escrito con una máquina de escribir Hispano Olivetti que su padre le arregló. Y esa revelación me desveló por completo hacia las tres de la madrugada. Hacía muchísimo tiempo que no escuchaba a nadie contar la experiencia de escribir con una máquina de escribir.
Estoy seguro de una cosa. Quizás a usted, escuchar a esas horas de la madrugada lo que yo escuché, no le hubiese resultado tan sorprendente. Y la razón es clara: usted no escribe normalmente con una máquina de escribir, pero yo sí, como lo estoy haciendo ahora con la escritura de este artículo. Los artículos no suelo escribirlos a máquina, es verdad, pero los demás escritos, muchos textos, sí. Hoy, en cambio, después de escuchar a este periodista, me he dicho que por qué no lo intentaba. Y aquí estoy, a medio camino de página ya, con el artículo para este medio y sin muchos tachones, la verdad.
También estoy seguro de que ahora, a algunos de ustedes les gustará saber por qué seguimos escribiendo con máquina de escribir, o por qué nos resistimos a abandonar este hábito del siglo pasado, del siglo XX. Algunas razones las dio ayer el protagonista del programa de radio. A la pregunta del director del programa de por qué escribía sus libros a máquina, Javier Recio contestaba diciendo que “era la única forma en que sale la magia” y apostillaba que le ayudaba a “conectar con el yo interior”.
Las dos razones que dio las entiendo. Desconozco hasta qué punto la magia emerge cuando se escribe con una máquina de escribir y cuál es la diferencia con la escritura que se deposita en un procesador de texto, pero Javier dice la verdad, se lo aseguro. Como usuario casi diario de este artilugio, he de decir que, si bien no puedo llamarlo magia, ni total conexión con ese “yo interior” del que habla, sí reconozco cierta verdad en sus declaraciones porque reconozco que lo que escribo y produzco por esta vía, por la vía mecanoscrita, tiene un halo más genuino. Además, desde la primera línea, y es lo que más valoro, aniquilas, exterminas a tu yo censor, corrector, distractor, que es, en definitiva, el yo que impide siempre, en un primer momento, que salgan las palabras con la naturalidad que precisas, con la fuerza de tu pensamiento. Cuando las primeras palabras emergen sin obstáculos, se embalan y empiezan a dar cuerpo de una manera singular y hasta placentera, a tus pensamientos; nacen con más fuerza porque saben que no puedes mirar atrás para borrarlos, corregirlos y pisotearlos. Mientras escribes te recuerdas que, después, siempre habrá tiempo para corregir, para revisar y firmar el resultado final en un procesador de texto.
Y termino revelándoles algo: no sé qué artículo hubiese escrito si, como hoy, no hubiera utilizado mi Olivetti para crearlo, pero estoy seguro de que hubiese invertido el doble de tiempo. Ahora, solo les deseo que prueben y saboreen cómo se refleja su pensamiento en la pantalla de una máquina de escribir. Y disfruten. Blumm también mecanografía en blumm.blog.
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COMENTARIOS
Sergio Munuera Montero Agosto 27, 2018
Quizá esa magia tenga que ver con el ritmo qué provoca el sonido de las teclas a golpear el papel sobre el tambor. Lo único que se me escapa de la numeración final es ese 2117.
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