ROSARIO LÓPEZ: CUATRO AÑOS DE ETERNIDAD
La universal cantaora jiennense (1943-2016) falleció una semana como esta, en pleno agosto, lo mismo que Lorca, el poeta al que tanto admiraba y al que incluso homenajeó con su arte. Cuatro años después de su marcha, Jaén recuerda a su hija predilecta desde diferentes puntos de vista
"Rosario López ha sido una completa cantaora que ha dado prestigio y fama a la cuna que la vio nacer, la capital jiennense. Era simpática, nerviosa, dicharachera, extrovertida, locuaz, divertida, rebelde y afable, despistada y cariñosa... Toda una gama de calificativos que definían la personalidad de una mujer que hizo del arte flamenco su razón de ser, su eje vital y por lo que luchar. Nunca Jaén y sus flamenc@s te olvidarán".
Ninguna lápida, ninguna cinta enredada en una corona de flores ni obituario alguno recordarían con tanta exactitud la figura y la persona de cuya marcha se cumplieron cuatro años el pasado martes 18. Nadie como el ya también eterno crítico y expresidente de la Peña Flamenca local Rafael Valera para definir en cuatro renglones la inmensidad de una artista de aquí a la que el mismísimo García Lorca 'escogió' para compartir con ella fecha de muerte y, así, repartirse necrológicas y parabienes de tú a tú.
Sí, hasta en eso fue flamenca Rosario López, que a sus setenta y tres años de existencia, un 18 de agosto como lo fue el martes pasado, salió camino de la gloria dejando un lorquiano rastro de lágrimas tras de sí. De lágrimas... y de admiración.
EN LA CARRERA NACÍ...
Hija del músico Enrique López y de Isabel Carrascosa, su infancia transcurrió entre las bambalinas del mítico teatro Cervantes de la capital jiennense, donde su padre trabajaba como conserje. Eso de pisar el escenario como el patio de su casa, unido a sus cualidades artísticas, forjó seguramente a una intérprete irremediable que primero en el género de la copla y definitivamente en el flamenco, la llevaron a alcanzar una posición de gran cartel en el panorama jondo (y, de paso, a cumplir su vocación originaria).
Obligada por la enfermedad, dejó su amado Jaén en la década de los 70 y se trasladó a Barcelona, donde rápidamente se integró en los ambientes flamencos y consiguió renombre. No en vano, cuando algún artista jiennense se desplazaba a Cataluña, la visita a Rosario López era obligada, lo mismo que hacían los republicanos españoles cuando acudían a la casa de Rafael Alberti en la romana vía Garibaldi, desde donde el poeta le escribió a José Menese (gran amigo de la cantaora y fallecido unos días antes que ella) unas soleares antológicas. Toda una peregrinación.
"Yo me estaba iniciando, tenía más o menos unos quince años. Ella presentó uno de sus discos a las peñas flamencas de Barcelona y mi padre, que es cantaor, iba a esas peñas. Para mí era un lujo pensar que Rosario viniera a Barcelona. Mi padre y ella se conocían desde jovencitos y ahí empecé a tener más contacto con ella no solo como artista, en el escenario, sino también personalmente", recuerda la cantaora Carmen Gersol.
En tierras catalanas, Chari (como la conocían muchos en el mar de olivos) agrandó su innata cultura flamenca, sus saberes cabales junto a su por entonces esposo, Ramón Porras, y encontró también remedio a sus problemas de salud de la mano de su hermana Juani, que salvó su vida donándole un riñón.
De vuelta a Jaén, la cantaora se convirtió con el paso de los años en toda una referencia del arte jondo, acumuló distinciones, publicó nuevos discos, copó escenarios y hasta hizo de su frágil figura una estatua viviente las noches de El Abuelo, madrugadas de Viernes Santo que sin su voz en los cantones, en la calle Maestra o en Bernabé Soriano, donde vivió siempre, perdían mucho, pero que mucho:
"En la Carrera nací, / y en la Carrera yo vivo. / Aquí jugué de chiquilla / y aquí sigo mi camino", resumía por tientos tangos la artista de manera magistral, entrañable.
Cofrade, amante de las tradiciones de su patria chica, obtuvo los mayores reconocimientos que la ciudad del Lagarto concede: una calle con su nombre y el título de hija predilecta, como el mismísimo Nuestro Padre Jesús, hasta llegar ella misma a leyenda, a mito local.
"UNA ARTISTA MUY CABAL"
De grande a grande, de mujer a mujer y de jiennense a jiennense, la universal Carmen Linares no quiere faltar en las páginas de Lacontradejaén dedicadas a la memoria de la intérprete de discos tan significativos en el universo jondo como Rosario López, de 1975; El cante de Rosario López, editado en el 78, en plena Transición; los celebrados Villancicos flamencos, que grabó en 1988, o Raíces y Esencias, a comienzos del siglo XXI, entre otros.
"Quiero tener un recuerdo, con todo mi cariño, para Rosario López, cantaora y compañera sobre los escenarios desde que las dos éramos muy jóvenes. Ha sido una artista muy cabal, que ha dado todo por el flamenco, cantando siempre con mucha verdad. Era una gran persona, muy cariñosa... Te seguiremos llevando todos siempre en el corazón", expresa la linarense.
Como la propia artista evoca, fueron muchas las ocasiones en las que ambas coincidieron sobre las tablas e incluso confraternizaron sus voces en discos corales como Canta Jaén, de 1982, o el magno Ellas dan el cante, que bajo el sello de Radio Televisión Española grabó en 2007 junto con figuras como la propia Linares, Fernanda de Utrera, Mayte Martín, Lole Montoya, María Vargas, Encarnación Fernández, Aurora Vargas, Ginesa Ortega y La Negra.
Junto con ellas, las históricas Perla de Cádiz y Tía Anica la Piriñaca conforman una colección de cantes que es, también, toda una antología femenina del flamenco, en la que la de Jaén brilla con luz propia.
"GENEROSA, GRANDE Y MUY BUENA GENTE"
"Siempre se ha portado muy bien conmigo, ha tenido detalles muy bonito en lo personal y en lo profesional, era muy grande, generosa y buena gente", recuerda Carmen Gersol, que acumula experiencias y recuerdos vinculados con López:
"Se enteró de que había nacido mi primer hijo, de que yo había estado en la UCI, y vino al hospital a verme. Me dijo: 'Yo no te he traído nada, pero creo en los detalles personales, de sentimiento, así que te voy a regalar algo a lo que tengo mucho cariño', evoca. Ni corta ni perezosa, Rosario se quitó una pulsera de oro que llevaba puesta y se la entregó. "No quiero ponérmela porque no la quiero perder", apostilla la hija del Niño de Cabra.
Recuerda además cómo, en cuanto los problemas de salud desplazaron a la protagonista de este reportaje de citas tan arraigadas en la ciudad y en su propia agenda como la Navidad Flamenca, en la Peña, ella misma fue elegida para "sustituirla", otra ocasión para dejar clara la pasta de la que estaba hecha López:
"No faltaba un año que no me llamara horas antes para desearme que me saliera todo bien, y si se enteraba de que iba a cantar a cualquier sitio siempre me tranquilizaba y me deseaba suerte. Incluso me proporcionó la misa flamenca, que ella cantaba; no tuvo ningún problema en darme lo que tenía".
"Cada uno tiene su estilo, yo tengo una voz muy diferente a ella, pero sí es cierto que, por ejemplo, en los Villancicos de Andújar todos hemos tenido que escucharla. En su disco de villancicos de Jaén les dio un aire muy bonito, y todos los que queremos cantarlos tenemos que acudir a ella, es un referente". "Lo mismo que en las saetas", sentencia Gersol.
"La primera Semana Santa tras su muerte, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús me invitó a cantar desde el balcón de su casa de hermandad al paso de El Abuelo, con una gran foto de Rosario a mi lado; estaban allí un primo suyo y su hermana Juani, que en cuanto terminé de cantar se abrazó a mí, muy emocionada", rememora.
Emocionada también a través del teléfono, Carmen echa la vista atrás en busca de la última imagen que guarda de Rosario López, una suerte de alegre tristeza becqueriana: "Fui a verla una semana antes de morir, a la Residencia Fuente de la Peña, me acerqué a ella, me miró fijamente y le pregunté si me conocía: —'¿No te voy a conocer, Mari Carmen?', me dijo. Eso fue muy bonito para mí".
LA PEÑA DE JAÉN, "SU SEGUNDA CASA"
"Era una persona muy importante no solo para el flamenco, sino también para Jaén. Era fundamental para el cante y para la provincia". Así la define Alfonso Ibáñez, presidente de la Peña de Jaén, "su segunda casa".
"La peña la echa mucho de menos, era nuestra cantaora por excelencia, amiga de todos, se llevaba bien con todo el mundo y transmitió su gran sabiduría flamenca a todos los socios, entre ellos yo, que he bebido de ahí", asegura el máximo responsable de la ensolerada entidad de la calle Maestra.
Y es que en el histórico edificio de principios del XX, sostenido por columnas que evidencian su adscripción a la arquitectura del hierro, Rosario López anduvo como Antoñete por el patio de Las Ventas, donde había nacido: "Era su segunda familia con Fausto Olivares, José Solís, el tito Adri, Ángel García 'Berrinches', el 'Sastre Magdalenas', Rafael Villanueva, Canalejas...".
Para Ibáñez, la figura y la obra de la cantaora, pese al reconocimiento del que gozan en su tierra natal, no le hacen la suficiente justicia como artista: "Se merece mucho más. Había estado con los grandes: empezó con las asonancias de Pastora Pavón, conoció a Rafael Romero, cantó con Enrique Morente, con todos los grandes, consiguió grandes éxitos, recorrió toda España y fue muy reconocida en Japón, donde estuvo en cinco ocasiones", detalla el presidente.
A su entender, la jiennense "era una cantaora muy larga, que dominaba todos los cantes, sobre todo los más difíciles", una intérprete "muy preparada que se merece estar ella misma entre los más grandes del flamenco", sentencia.
"Recuerdo ir a verla con Rafael Valera y con Paco Cañada a su casa (los tres ya fallecidos, esto es tremendo). Tengo muchos momentos bonitos con ella". Tan claro lo tienen en la Peña Flamenca de Jaén que hasta echan de menos un monumento que la recuerde en la trama urbana de la capital de la provincia:
"Con Rafa [Valera] y Paquillo [Cañada] vivos, nos reunimos en distintas ocasiones con la Diputación y el Ayuntamiento para presentarles un proyecto que diseñó el artista Pepe Rodríguez Gabucio, presupuestado. Tuvimos buena receptividad, pero poco éxito. Sigue sobre la mesa. Seguimos pensando que hay que hacerlo. El lugar elegido era la Plaza de San Francisco, enfrente de donde vivía, junto a la Catedral", explica, y esculpe en la conversación lo que podría ser la leyenda de esa estatua: "Con todos los homenajes que se le hagan, nos quedamos cortos".
DE CERCA
Antonio Carrascosa Anguita une a su parentesco con Rosario López sus querencias cofrades, su amor a las cosas de Jaén. Ex hermano mayor de la Cofradía de la Virgen de la Capilla, patrona de la ciudad, en esta hermandad, principalmente, volcó la cantaora el frasco de sus devociones, compartidas con otras imágenes de la capital.
"Mi padre y su madre eran primos hermanos", recuerda Carrascosa. "Nosotros nacimos en San Ildefonso y la Chari [así la llama, cariñosamente, y así quiere que quede reflejado] en el teatro Cervantes, muy cerca. Hemos tenido siempre mucha relación".
Según su pariente, López destacaba por su personalidad desde su infancia, "era una explosión, una chiquilla vivaracha, cariñosa como todas sus hermanas". Mujer familiar, lamenta que la enfermedad privara a su prima de la experiencia de la maternidad.
En el ámbito cofrade destaca su papel como camarera de la patrona, cuyas fiestas pregonó en el que Carrascosa define como "el primer pregón de la Virgen en el que se cantó": "Le dije, ¡cántate una cosilla por lo menos!, y lo hizo". Y es que, como aclara el que fuera máximo responsable de la hermandad mariana, "la Virgen de la Capilla era su pasión": "Es lógico, había nacido cerca de San Ildefonso, lo había mamado. Era una apasionada y una camarera que ejercía de camarera, curraba, limpiaba... Auténticamente, una servidora de la Virgen".
A él le tocó el triste privilegio de dirigir unas palabras a los asistentes a su entierro aquel mes de agosto de 2016, momentos antes de que sus restos, breves como el remate de una soleá, gigantes en su estatura artística, descansara para siempre con la medalla de la patrona colgada de su cuello y en el más flamenco de los camposantos posibles: el Puente de la Sierra.
En la revista de la cofradía de Jesús de 2017, ya sin su saeta en los cantones, alguien le escribió: "Chari, descansa en paz y donde estés canta, canta mucho para que, aunque sea solo tu eco, a este valle de lágrimas llegue la caricia de tu canto, esa que derrochabas cuando, como no lo ha hecho nadie, le decías: 'No te vayas, Jesús mío, / detrás de ti, Nazareno, / Jaén te reza y te llama / Padre Jesús El Abuelo //. Pues eso...
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COMENTARIOS
RAFAEL Palomino Kayser Febrero 04, 2021
Muy buena amiga. Muchas anécdotas quedan por contar.
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