MUCHO MÁS QUE EL PADRE DE CARMELO
Rafael Palomino Gutiérrez es una de las voces poéticas más ambiciosas y elegantes de la lírica jiennense, sobre cuya figura y obra se esparce una inexplicable capa de olvido
De la mano de familiares y amigos de un escritor que, como los grandes de la Generación del 27, se movió siempre entre la tradición y la vanguardia, estas páginas digitales reivindican al poeta y al hombre en el cincuentenario de su muerte
Uno de los apliques de plata pura de la antigua cruz de diario de El Abuelo, que cuelga desde las alturas de la iglesia de San José (el Camarín), sirve de envidiable página a unos versos de Rafael Palomino Gutiérrez (Jaén, 1918-1972).
Una auténtica metáfora de esa distancia inexplicable que, a día de hoy, se interpone entre la obra de este delicado y a la par rotundo poeta y sus paisanos giennenses. Y eso que de su pluma salieron (así lo certifica más de un estudioso de su poesía) algunos de los poemas más ambiciosos del Jaén de la segunda mitad del siglo XX.
Amigo y discípulo del escritor del 27 Rafael Porlán y una de las almas del mítico Grupo Literario El Olivo, para muchos se trata 'solo' del padre del pintor Carmelo Palomino Kayser (Jaén, 1952-2000). Lo de 'solo', por supuesto, entre comillas.
Así, en el año en que se cumple el cincuentenario de su temprana desaparición Lacontradejaén recuerda y, a través de familiares y amigos, reivindica la figura y la obra de quien, con un solo libro publicado y a pesar de la capa de olvido caída sobre su poesía y su persona, burla la muerte definitiva que significa la desmemoria, esa "venganza" de la que, entre tantos otros, escribió Borges.
APUNTE BIOGRÁFICO
Hijo de Rafael y Carmen, el protagonista de este reportaje llevaba en sus venas el que sería su oficio: las artes gráficas, profesión que, como explica su hijo Rafael Palomino Kayser a este periódico, ejercía también el padre de su padre y que aprendió desde su adolescencia en los talleres de la Diputación Provincial.
No en vano, y ya en la década de los 50, después de pasar por las oficinas de Carbonell y de trabajar en la antigua imprenta de la viuda de Diego Cobo, Palomino se uniría en sociedad con Antonio Jaén y José Pozo para crear la conocida Unión Tipográfica, en la calle Talavera (actual Bernardo López), donde desarrolló una amplia y prolífica trayectoria profesional que, dadas las necesidades de la época, compaginaría con oficios tan dispares como el de representante o detective privado:
"Eso le gustaba mucho, le hacía olvidarse de otras preocupaciones", apostilla su hijo. Hombre de aristocrático aspecto, "trabajó mucho" para sacar a su familia adelante y darles estudios a sus hijos, aunque (su vástago tocayo así lo afirma) en ese soberbio caserón del XVI de la calle Josefa Sevillanos siempre anduvieron "justos".
Sí, esa fue una de las facturas que a Rafael Palomino Gutiérrez le tocó pagar a lo largo de toda su existencia a cuenta de su compromiso ético, él que compaginó con soltura su fe y su ideología progresista, otra de las características principales de su pensamiento y de sus escritos:
"Cada vez que quería emprender algo, se lo hacían imposible", indica Palomino Kayser en tanto recuerda los deseos frustrados de su padre de crear una agencia de publicidad o de publicar sus poemas. Represalias más o menos llevaderas, en palabras de Krahe.
En el prólogo a la obra completa del poeta, publicada por la Universidad de Jaén en 2014, el profesor Manuel Morales Borrero destaca al respecto:
"Una vez terminada nuestra Guerra Civil, desde abril de 1939 hasta los inicios de 1940, Rafael Palomino sufrió todo tipo de penalidades, porque fue acusado de pertenecer al Frente Popular, y esto supuso su encarcelamiento preventivo en la Prisión Provincial de Jaén en donde permaneció durante algunos meses; pero finalmente, ayudado por el testimonio de infinidad de amigos y conocidos, el 5 de octubre salió libre de su reclusión".
Junto con estas contrariedades, que sin duda forjarían su manera de estar en el mundo en adelante, la enfermedad supuso para Rafael Palomino otra amargura cotidiana, aunque "su aspecto, tan saludable" (Palomino Kayser dixit) no evidenciase sus problemas de salud:
"A los diecisiete o dieciocho años sufrió tuberculosis, estuvo regular, luego lo operó el doctor Sagaz en el sanatorio del Neveral y le quitó un pulmón, eso lo tuvo limitado toda la vida; pero como tenía una fachada sana, casi nadie sabía que estaba bastante delicado. De hecho, andando por la calle tenía que pararse bastantes veces y le costaba mucho subir las escaleras. Cuando yo me iba a cualquier sitio o a estudiar fuera, siempre pensaba que iban a llamarme porque le había pasado algo". En vilo, que se dice.
Casado con Isabel Kayser Segovia, fruto de su matrimonio le nacerían cuatro hijos: Isabel, Rafael, Capilla y, antes que ella, Carmelo, el legendario artista plástico que conmovió a todo Jaén con su retrato de el Rápido o el cartel del cuarto centenario de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús.
SOCIALISTA, REPUBLICANO Y COFRADE
Precisamente, y como ya se ha apuntado líneas arriba, en Palomino Gutiérrez convivían con naturalidad sus compromisos religioso y político, hasta el punto de que si en 1937 (en pleno conflicto) se afiliaría al PSOE, es posible encontrarlo, treinta años largos después, en la junta de gobierno de la cofradía de El Abuelo, de la que fue recordado secretario.
No en balde, incluso en sus poemas de corte más costumbrista, verbigracia los más semanasanteros, su calidad creativa alcanza cotas de singularidad ni hasta entonces ni posteriormente transitadas: "Recogida en su silencio /
de cruces y de barandas, / antigua y oliendo a yerba, / muestra su luto la plaza", escribe en Plaza de San Bartolomé. Sale el Cristo de la Expiración.
Ese y otro puñado de versos con Jaén, sus tradiciones y querencias espirituales como sustento temático, hacen de Rafael Palomino un poeta extrañamente poco visitado desde las páginas de los boletines pasionistas y los labios de los pregoneros aunque, eso sí y como se ha dicho al principio, nada menos que en uno de los elementos icónicos del Nazareno (su cruz plateada, que dejó de utilizar a principios del XX) pesan sus palabras:
"Un Jesús lleno de heridas / que van curando los rezos, / un Jesús nuestro de veras, / ¡el Jesús de los jaeneros!", expresa el poeta en ese madero construido un año antes de su muerte y convertido en una suerte de lápida para el epitafio de su principal devoción:
"Tradición (...) y modernidad (...) aparecen conujagadas, revelándosenos como síntoma de la profesionalidad poética con la que Palomino aborda la trama anual de Semana Santa", escribió de él el profesor Juan Manuel Molina Damiani en el número correspondiente a 1982 de la mítica revista Alto Guadalquivir.
AUSENCIA DE RECONOCIMIENTO
Pasión de hijo o no, a quien lleva con orgullo, actualmente, el nombre y el apellido de su progenitor le parece que su tierra no le ha hecho justicia, si se tiene en cuenta la sincera exaltación constante del mar de olivos de la que hizo gala el poeta.
¿Sus méritos? Un poemario, Fidelidad, que evidencia la altura lírica de aquel hombretón que firmó también obras de teatro y libros como la Guía y planos de Jaén y provincia, que recopiló la producción de su mentor, el gran Rafael Porlán, aunque (como tantas otras empresas) no pudo materializarla por razones ajenas a su voluntad;
"Rafael (...) nos entregó, con todas sus expresiones líricas, un ideal lleno de pasión y de ternura, tras haber abierto su conciencia a las miradas de los humanos por encima 'de las tempestades y los odios', para que guardásemos su dulce verdad. De esta manera, recordemos al hombre que nos regaló el aliento vital de sus poemas como un 'perfume purísimo", concluye Morales Borrero en el prólogo a su obra poética.
Por su parte, una compañera 'olivista' y amiga entrañable, la poeta Carmen Bermúdez Melero, recuerda a RPG como "un gran poeta y una gran persona": "Era un caballero, era maravilloso", sentencia la también doctora en Bellas Artes, y añade:
"En la época de la revista Advinge, él sobresalía como poeta sobre todos nosotros", evoca sobre quien escribió versos como estos: "Yo creo que nadie ha dicho todavía / que Jaén es un olivar colgado de una soga".
En la sección séptima del patio de San Juan del viejo cementerio de San Eufrasio, curiosamente a apenas un nicho de su maestro, compañero y amigo Porlán, descansan para siempre los restos mortales de Rafael Palomino Gutiérrez.
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