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Lecturas, sucesos y olor a café

Por Gerardo López Vázquez - Octubre 21, 2023
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Lecturas, sucesos y olor a café
Imagen de recurso.

Desde que he llegado a tierras jienenses he estado frecuentando a primera hora de la mañana una de esas cafeterías clásicas, de tradición, de solera, de las que lamentablemente, ya no abundan en nuestra amada tierra. Esos cafés matutinos, acompañados de periódico impreso y de tostada, han traído a mi mente gratos recuerdos. En las postrimerías del siglo pasado, solía comenzar el día acompañado de mi padre en un lugar similar, un lugar donde la prensa, la radio y el olor a café eran el principal aliciente y reclamo.

Es así como hace escasas jornadas, en uno de esos almuerzos, leía una noticia que me hizo sobrecogerme, un alumno con síndrome de Asperger, agredía con un arma blanca a varios compañeros y a los profesores que intentaron detenerlo. La ciudad gaditana de Jerez de la Frontera, languidecía tras el suceso ¿Cómo era posible? ¿Cómo había podido pasar algo así?

Son muchos los colectivos que vienen avisando desde hace tiempo de los problemas de conducta y de la falta de civismo en la sociedad. Una situación que, evidentemente, tiene su mímesis en los centros educativos. Las aulas no son ajenas al clima generalizado de tensión, de estrés social y de desconfianza entre individuos. Atrás quedan los añorados días de la educación colectiva y de la asimilación de los valores compartidos de una forma generalizada. La preocupación por el todo ya no emana del grupo para el grupo, más bien, surge de forma esporádica y como expresión de nuestra propia individualidad.

Las mañanas de café y periódico ya no son una excusa, ya no son un pretexto para el diálogo, para el debate o para el simple intercambio de ideas entre vecinos. Las últimas generaciones ya hemos sido educados en el “yo”, quedando el “nosotros” relegado a un segundo plano. La mentalidad colectiva ha implosionado y se ha impuesto una cierta filosofía de vida en la que impera el “sálvese quién pueda”. Este hecho no es baladí, nos debilita como sociedad y como grupo. Al fin de cuentas, la voladura de puentes de comunicación social hace que seamos más vulnerables y, consecuentemente, menos críticos. Nos hace, en definitiva, perder el rumbo y ceder el relato.

Pensemos que en esta sociedad hipercomunicada, donde la inmediatez se ha convertido en una necesidad, el dominio del relato y del medio, en conjunción con el deterioro del pensamiento crítico social, hace que el foco ilumine una sola parte, dejando en penumbra al resto de la totalidad. Esto es lo que ha ocurrido, a mi juicio, con este asunto. Los medios no han entrado a valorar el trasfondo de esta situación. La noticia se nos ha presentado desde un solo prisma, la de la indefensión creciente de los docentes. Y es cierto, esta realidad existe. Pero para el caso concreto no explica la otra cara de la moneda. La cara que se esculpe o se cincela con la escasez o inexistencia de medios materiales y humanos que nos permitan abordar con garantías las tan variadas necesidades específicas que presentan nuestros educandos.

Escuchamos continuamente palabras como 'bullying', déficit de atención, dislexia, hiperactividad, disruptividad o adaptación curricular. Términos, todos ellos, inherentes al proceso de enseñanza y aprendizaje y, como no, testigos de la diversidad y de la heterogeneidad en las aulas. La cuestión es ¿puede un docente, con escasa formación psicopedagógica y con una media de entre ciento cincuenta y ciento ochenta alumnos, ayudar en los procesos de desarrollo e inclusión educativa? ¿Nos parece bien que esto sea así? ¿A alguien se le ocurriría poner a un graduado en historia a impartir física y química? En realidad, esto es lo que está ocurriendo. Haciendo un parangón con la medicina, es que como si un traumatólogo fuese el encargado de dirigir una operación de corazón.

Nosotros somos especialistas en nuestras respectivas materias, pero no somos psicólogos, no somos educadores sociales, no somos personal terapéutico. Y, aun así, curso a curso, se nos va exigiendo que llevemos a cabo este papel. Se nos insta a ejercer de cirujanos improvisados.

Lógicamente, este es un hecho que repercute de un modo radical en la calidad de la enseñanza, deteriorando el proceso de aprendizaje e influyendo negativamente en la opinión que el conjunto social alberga sobre nuestra labor. Pensemos que, con el paso del tiempo, hemos pasado de ser una figura quasi sacrosanta a convertirnos, a ojos de la ciudadanía, en individuos acomodados y con un papel denostado. Y no es casualidad, los medios contribuyen en esta dirección.

Decía Noam Chosmsky que nunca habíamos estado tan intercomunicados y, a la vez, tan desinformados. No podría estar más de acuerdo, es más, creo que la construcción del pensamiento crítico y la exigencia ciudadana hacia la calidad informativa es hoy más necesaria que nunca.

Apelo, de este modo, a la reflexión. Y quizás así, la próxima vez que nos encontremos leyendo una de estas noticias, en uno de esos lugares de tradición matutina y con olor a café, todos, o al menos alguno de nosotros, seamos capaces de llevar la vista más allá.

Gerardo López Vázquez es profesor de Geografía e Historia en el IPEP de Jaén

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