Un leoncillo con historia en la Plaza del Deán Mazas
El felino metálico que daba nombre al histórico y perdido parador de la antigua Plaza del Mercado corona actualmente la puerta de entrada al 'nuevo' bloque
El león más antiguo de la capital de la provincia (o uno de ellos) está en el Museo Íbero, donde exhibe sus más de dos mil años de existencia con gesto fiero y simpático al mismo tiempo y donde llegó, huérfano el pobre, a mediados del verano de 2020, cuando todo el miedo y toda la agresividad del mundo los irradiaba no un felino, sino una pandemia salvaje que todavía colea.
Otros dos, seguramente más mocicos pero cargados también de siglos, coronaban sendos pilares de acceso a la histórica casería de San José, de las Olivillas o (como era y es conocida de verdad verdad) del Portón de los leones, con sus setenta y dos poéticos cipreses que desembocan en un auténtico paraíso a cuatro pasos del jaleo urbano. Desaparecidas fieras que algún 'cazador furtivo' decidió capturar a mediados de los 90 sin que a día de hoy se tenga noticia de en qué particular zoo de antigüedades sacan pecho.
Mucho más pequeño, sin aparente valor artístico pero pleno de historia y de memoria, un leoncillo dorado, pasante como el del escudo de Suabia, corona actualmente la puerta de acceso al número 4 de la jaenera Plaza del Deán Mazas.
Pero, ¿qué pinta ahí el animal? Pues tanto como el monumento del Lagarto en la Plaza de la Magdalena, por poner un ejemplo cien por cien de aquí y que (con su leyenda en la mano) no admite discusión alguna. A saber:
Un atento paseo por la fotografía que pone palio a estas palabras (a estas mismicas, no al resto del reportaje) permite descubrir al león en cuestión al centro de un rótulo mayúsculo, pintado sobre la fachada del recordado y desaparecido parador del León, al que bautizaba con su diaria presencia. Y la foto, ¡ojo!, tiene décadas para parar un tren.
Ensolerado local de cuya actividad se tiene noticia ya en el siglo XVIII, cuya escasez de prestancia exterior escondía un hermoso caserón con dependencias para los caballos, habitaciones de viajeros y huéspedes, cocina y que, por aquel tiempo, se enmarcaba dentro de los bienes catedralicios.
¡La de ilustres visitantes que se alojarían en sus rústicas habitaciones! Por lo pronto (y para no remontar las intenciones de este reportaje a los tiempos del hilo negro), entre sus recios muros trabajó, a finales de los años 30, el popular industrial villariego Brígido Anguita, "echando una mano con las cuentas y la gestión y controlando a los clientes...", en palabras de una de las hijas del memorable hostelero para Lacontradejaén.
Allí, al amparo de uno de sus tíos, a la sazón encargado de la posada, Brígido conoció a la que sería su esposa, María Martos.
De todo aquello fue testigo el simpático león que, ahora, no en su original color bruno sino elevado a tono áureo, "pasa lista" a quienes franquean las puertas del bloque erigido sobre el solar del parador, aproximadamente a finales de los años 60 del siglo XX:
"Aquella casa la promovió y construyó una empresa que se llamaba construcciones Mayca (Manolo Anguita y Carlos Perez), a los que conocí perfectamente, pues fueron vecinos hasta su muerte", aclara Juan José Romero-Ávila García, residente en uno de estos pisos hasta su matrimonio.
Por su parte, Manuel Espinosa, portero de la finca con casi cuarenta años de antigüedad en el puesto, explica a este periódico: "Hace unos quince años o así me lo encontré en un trastero, en un sótano, y como no sabía lo que era le pregunté a la comunidad y decidieron que lo pusiéramos en la puerta, donde sigue". Y apostilla: "Era negro, pero lo pintamos de dorado".
Cuántos ojos se habrán levantado para contemplarlo, señalárselo a algún chavea o, simplemente, pensar en voz baja: "Ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo".
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