'Deslengua', la delicada poesía popular de Carmen Camacho
Lo nuevo de la alcaudetense acentúa su querencia a la tradición oral con un deslumbrante repertorio que la sitúa entre las voces más singulares de la lírica actual
"Hasta del pozo seco / saca el sabio / un canto fresco". Así comienza Zahorí, uno de los deslumbrantes ciento nueve poemas de Deslengua, el nuevo libro de Carmen Camacho, poeta alcaudetense (1976) afincada en Sevilla desde hace la tira de años a la que ni la sal del Guadalquivir ha conseguido trastocarle el acento lo más mínimo.
Será porque comparte lengua materna con el río grande, o porque la voz singularísima de esta creadora de aquí (cuya nacencia ya se disputan allí, no saben nada los sevillanos...) tiene tanto de aire de su patria chica como de huella acaparadora de los sitios que pisa. Cualquiera sabe.
La cuestión es que, golpe a golpe y verso a verso, Camacho se sitúa a día de hoy entre los nombres propios de la última poesía (entendida esta como la de más rabiosa presencia en el catálogo actual de la piel de toro), con una propuesta fresquísima salida de los talleres del sello Libros de la herida y a la que, sin embargo, ni se le pasa por el magín abjurar de la tradición; todo lo contrario:
"Ay quién pudiera llevar / de los lunaritos tuyos / una contabilidad"... Digno del quejío aliviado de Bernarda para rematar una bulería, vaya que sí. "Estos decires (que son haceres) tienen muy presente que la lengua viva, más aún que tradición, es vanguardia cotidiana", aclara la propia poeta.
Sí, Carmen Camacho regresa en Deslengua un repertorio de ecos antiguos, de toda la vida, tamizados por esa delicadísima concepción creativa suya que la salva del tacto árido de la homogeneidad, de forma que su lectura da ganas de arrancarse por soleares de Utrera hasta al más callado, o de hundirse en el silencio para paladear cada una de estas coplas, haikus, cantares, "repentes" (los llama la propia poeta), como se hace con el vino bueno, camino del trance.
"Entre folletos del DIA, / cáscaras, broza y cenizas, / rota, mi fotografía"... Hay que parar este 'spoiler', pero ya, y dejar al lector no que busque, sino que encuentre en cualquiera de estas ochenta y una páginas ese destello lírico que como los que escribió Bergamín, Ramón (Gómez de la Serna, claro), don Antonio Machado o el más panadero de los Alberti, le pellizque el alma por donde más duele. Por donde más gusta.
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