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Linares fue. Linares tuvo.

Por Andrés Ortiz Tafur - Marzo 06, 2017
Linares fue. Linares tuvo.
Extrabajadores hablan en la sede de la Asocación 28 de febrero sobre Santana. Foto: Serendipia Fotógrafos

Linares no se quiere morir y está muerta. Vivimos sumergidos en el agua, con una botella de oxígeno que se agota. Eso es todo. No hay futuro; desde el 2008 la población no cesa de disminuir. Nuestro máximo temor es que cierre El Corte Inglés, por el golpe moral que ello supondría. Ya no soñamos con la llegada de una gran empresa automovilística. La idea del puerto seco se secó. Y no nos quieren en El Corredor del Mediterráneo. Ni allí, ni en ninguna otra parte. O eso parece; porque ni tan siquiera llegan ya buenas noticias de fuera, falsas esperanzas con las que tratar de contentar a los pocos optimistas que aún quedan.

Para hablar bien de Linares hay que remitirse siempre al pasado. Linares fue. Linares tuvo. Una desgracia que nos convierte en una ciudad que se asfixia en la cuerda en la que salta a la comba nuestra historia. Continúa persistiendo la alegría. La llevamos en los genes. Seguro que el último suspiro nos coge bailando. Pero la algarabía es otra: más sorda, más triste, nada ensoñadora y permanentemente asida al mismo estigma: Linares fue. Linares tuvo.

Los políticos ya no prometen. Su estrategia, desde hace una decena de años, consiste en mostrarnos su enfado con otras instituciones, por el nulo caso que éstas nos hacen. Lo cierto es que los políticos y su política han dejado de interesarnos. Todos, sin excepción; porque llama poderosamente la atención que en una ciudad como la nuestra las nuevas formaciones no hayan despuntado por encima de la media del Estado. ¿Para qué? —pensamos—. La botella de oxígeno está calibrada para que los chicos y chicas que terminan de formarse en las universidades se mantengan lejos. Más preocupante, en cambio, resulta la salud de nuestros mayores: les necesitamos por amor (huelga mencionarlo) y por la pensión con la que subsisten otros chicos y chicas, que decidieron sustituir los estudios por el trabajo, antes de que estallara la maldita burbuja inmobiliaria.

¿Hasta cuándo resistirá este The Walking Dead? ¿Llegará el momento en que digamos que Linares tuvo Corte Inglés, Alcampo y un Zara de tres plantas? También parecía mentira lo de ahora, cuando gritábamos aquello de “2400 ni uno menos”. Supongo que dependerá de nosotros; aún somos 60.000 parientes de Aníbal —lejanos, pero parientes— y quizá ha llegado la hora de empezar a trasmutar la apatía que traspiramos por el alma minera y metalúrgica con la que construimos los momentos más gloriosos de nuestra historia. Eso para empezar, que de seguido ha de venir la pelea sincera y decidida por recuperar lo nuestro, porque, por más que nos pese, el orgullo de lo que fuimos y tuvimos no se come.

Por Andrés Tafur

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