El Llanillo: el casco histórico (todavía) vende

Tres empresarias de la calle Carrera de las Mercedes repasan su trayectoria en una zona señera del comercio alcalaíno que aguanta la crisis
Aún no son las ocho de la tarde, y por el Llanilllo no paran de transitar vehículos y personas en las dos direcciones que ofrece la oficialmente denominada calle Carrera de las Mercedes. Al comienzo, en el margen derecho, hay una entidad bancaria, Caja Sur. Más adelante, en la otra cera, están prácticamente consecutivas Caja Rural, Unicaja, Banco Santander, La Caixa y BMN. Aquí hay dinero. Eso pensaría cualquiera que descubriese la zona por primera vez.
La hilera de establecimientos viste la calle por ambos márgenes. La mayoría está abierto, aunque hay algunos cerrados. Por ejemplo, Electrodomésticos Atienza se quedó sin luz. Como otro bajo que aún conserva el rótulo de Acebache Complementos. ¿Es todavía el Llanillo un buen lugar para hacer negocios? ¿Merece la pena abrir aquí? Recientemente cerró una tienda de zapatos, pero el viernes pasado abrió otra de ropa para mujer.
“¿Está muerto? Entonces yo no llevaría aquí 30 años”
A Trinidad Padilla le hizo —un señor llamado Francisco Sierra— una oferta que no pudo rechazar. Le preguntó si quería ser la dependiente de su negocio.
Ella dijo que sí, y aún sigue. A los dos años se convirtió en la dueña del comercio, Droguería Perfumería el Lanilla.
Cuenta a Lacontradejaén que cuando abrió la calle estaba invadida por establecimientos. Su comienzo fue tan bueno que no tardó en incorporar a la actividad a su marido, Francisco Montañés. Cuatro hijos nacieron del matrimonio. Toda la prole ha estudiado carrera. Toda la prole ha vivido del negocio de los padres.
—Quien cierra aquí, normalmente, es porque se jubila —dice Trinidad Padilla.
La empresaria considera que desde 2009 hasta ahora, la crisis se ha notado. Pero no sólo en el Llanillo, sino en cualquier parte. No es una cuestión geográfica dentro de Alcalá.
—Hay gente que me dice: ‘El Llanillo está muerto’. Y yo les contesto: ‘¿Tú te crees que estoy tonta? Si fuese así yo no llevaría 30 años en el mismo sitio’. Es la verdad —comenta.
A Padilla le gusta vender. Por más que ya controle el trato con el público, y entienda que hay quien entra sólo para mirar, ella quiere vender. Acaba de asomarse una mujer para preguntar por el precio de un bolso. Se ha ido sin comprarlo. Otra, en cambio, sí ha comprado.
El precio del alquiler se ha mantenido. Y si ella no se ha ido de ahí será por algo. Porque aún vende. La Navidad y el umbral de las comuniones son fechas prósperas. El verano, otra historia (peor).
“Es un sitio genial, aunque esta época debería ser mejor”
Rocío Ruiz es empleada desde hace un año y tres meses en BlaBlaTel, un comercio de móviles y artículos para teléfonos inteligentes. La época que más dinero deja al estableciendo es Navidad. Con diferencia.
—También en el tiempo de la cosecha olivarera. Los temporeros extranjeros suelen moverse más por aquí —explica.
Sobre el Llanillo, Ruiz entiende que la zona es estupenda, aunque tenga sus desventajas. La más evidente es que no hay aparcamiento. Otra de las que señala ella es que hay cierta moda que invita a comprar en otra parte de la ciudad.
—Ésto está ahora un poco muerto. Aunque claro, si seguimos aquí es porque vendemos —resuelve.
La empleada confía en que el mes de la comuniones despegue. Aún no lo ha hecho, y el final de esta tarde no es el más halagüeño para el comercio.
“Mi padre trabajó aquí 45 años; yo llevo 11”
Begoña Gálvez, dueña de una mercería, conoce a la perfección el Llanillo. Su padre vendió en la calle durante 45 años. Es decir, casi toda su vida laboral. Y ella ha rebasado la década en la misma calle, en dos establecimientos diferentes. El anterior estaba muy cerca del actual. Su discurso es calcado al de Trinidad Padilla: aquí quien cierra es porque se jubila.
—Yo creo que no nos podemos quejar —dice en alusión a los comerciantes de la zona. Mientras atiende a este medio también atiende a una señora con la naturalidad de quien controla su oficio. Se ha formado una cola de otras tres personas. Ciertamente, a Begoña Gávez le va bien.
–¿Y la primavera? —le preguntamos.
Tuerce el gesto. Y añade:
—El verano es peor.
Pese a la crisis, el Llanillo aún vende.
Será por la ubicación.
Será por el poder del comercio de barrio.
Es evidente que la crisis golpeó, cerraron establecimientos.
Y es evidente que nadie mantiene durante décadas un negocio en quiebra.
La actividad comercial continúa.
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