Los gorgopintos
«Soy un abuelillo, soy un abuelillo, quiero mi pensión, quiero mi pensión», dice mi gato Pilongo, Pilongo Jamón Cocoroto, que en tiempos fue alcalde de Puente Tocinos, Murcia, donde nació, aunque por la alcaldía iba poco, la verdad, mi gato siempre ha sido más de gobernar en las tabernas, de noche, tomándose la pinta, es muy McCourt, y de pelearse con los caciques y mearme la pierna cuando es contrariado o cuando le sale a él de los huevos que no tiene, pero tiene, debajo del rabo. ¿A qué venía esto? Sí, a que yo quiero mucho a mi gato, se pongan como se pongan los farfollunos de Abyda, aunque me mee, y a que los abuelos nos están dando una lección buena, buena ahí, pese a que la mayoría no sabe manejar el wasap ni las redes, como mi gato, pero vienen del 68 y algo les queda, algo que está entre la telepatía y el cansancio, con su dignidad, y además tienen tiempo y han aprendido a gestionar la paciencia, arma letal, y, cuando se ponen, gastan una mala leche engarrotada de lo más útil y nutritiva. ¡Que te comas los gorgopintos, me cago en tu madre ahora que no me oye! Además, tiran a dar: somos nueve millones de pensionistas, las elecciones están ahí, ustedes verán lo que hacen. Y el bulto en las calles impresiona. A ver si no. Cómo tragamos que los políticos que les desatienden cobren lo que cobran, se suban el sueldo cada año, según las cuentas de sus casas, y cuenten con altísimas jubilaciones por tocarse la polla y robar y mentir. Yo no sé cómo no hemos salido todos a la calle, pero no a manifestarnos, sino a… Huy, no, delito de incitación al odio, y yo ya tengo antecedentes. Yo no sé cómo no hemos salido todos a la calle, pero no a manifestarnos, sino a buscar gobernantes para darles un beso negro hasta el final, hasta el finalico del todo, y después, si no se han muerto de gustazo prostático, suplicarles una paguica, no mucho, algo para poder seguir viviendo. Tenemos a un Zoido y a un amigo Gregorio que son dos incapaces políticos y ahí están, ¿a qué viene esto? No sé, me apetecía decirlo, no aguanto a Zoido ni al amigo Gregorio, además llevo todo el día escribiendo y ya estoy hasta la calva, quiero acabar pronto, quiero mi pensión, quiero mi pensión, clama mi gato Pilongo mientras dormita a la espera de la taberna, el mismo caso que el Gobierno le hago yo, porque además me meará la pierna antes de irse, ahora lo que me apetece decir es que los españoles estamos cada vez más babosamente anestesiados contra los desmanes y contra la podredumbre que nos meten por la boca con una sonrisa de confianza, y que tendré que cambiarme el pantalón del chándal. Un beso negro, hasta el final, hasta el final del todo. Ah, esto ya lo he escrito. También me apetece decir que la Semana Santa está ahí, ¿a que no hay valor de parar las procesiones? Un ratillo, sólo un ratillo, para hacerles rabiar. No, no hay. Venga, apago ya, no escribo una letra más, si total, para lo que me va a quedar de pensión… La hostia puta, qué vida. Pero no nos metamos en eso. ¡Bocachocho! ¡Eeeeeh, bocachooooocho! Me acuesto.
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