EL NIÑO, JAÉN Y LA DUQUESA
Pasado mañana se celebra la tradicional cita con la Lotería del Niño, una segunda oportunidad para aquellos a los que la suerte les ha sido esquiva en el sorteo de Navidad cuyo nacimiento tuvo mucho que ver con una duquesa motrileña. Una mujer que, además de desvivirse por la infancia, llevaba a gala sus lazos familiares y devocionales con Jaén
¡Cuatro series!, ¡qué bonitas!
¡Voy tirando los caudales!
¡Son de doña Manolita!
¿Quién me compra esta penita?
¡Mañana, mañana sale!
Parafraseando a doña Concha Piquer, mañana no; el lunes es el día señalado para alegrarle la cara a los miles y miles de rostros de pena, de decepción, que el pasado 22 de diciembre vieron derrumbados, de un soplo, los castillos que construyeron en el aire a cuenta de la Lotería de Navidad. A ver si hay suerte.
Sí, el 6 de enero, Epifanía del Señor o lo que es lo mismo, festividad de los Reyes Magos (además de cumpleaños del actor que interpreta al singular Mr. Bean), España tiene una cita con el Sorteo Extraordinario de El Niño. Una convocatoria que el organismo público Loterías y Apuestas del Estado (LAE) data en 1941, pero que varios investigadores sitúan mucho antes, en el siglo XIX.
Es aquí donde aparece la figura de María del Carmen Hernandez Espinosa de los Monteros (1829-1894), una granadina de Motril, duquesa consorte de Santoña, cuya vinculación con Jaén por lazos familiares y devocionales le procura una página en el libro de la memoria sentimental jaenera.
No en vano, Hernández era hermana (por línea paterna) de Gloria Hernández García de Quesada, esposa del ilustre médico jiennense Bernabé Soriano (1842-1909), quien da nombre a la durante siglos calle principal de la capital del Santo Reino, cuya estatua (firmada por Jacinto Higueras) preside la Plaza de la Constitución desde muy poco después de su muerte y que, pese a los más de ciento diez años de su óbito, continúa vivísimo en la vida de la ciudad.
Un auténtico filántropo que mereció el cariñoso calificativo de 'padre de los pobres' a cuenta de su atención médica a los más desfavorecidos en las consultas que tuvo en Jaén, la última de ellas en su casona de la Carrera de Jesús, el palacio de los vizcondes de Los Villares, que habitó desde 1892 hasta su fallecimiento.
Precisamente a María del Carmen Hernández, según algunos estudiosos, se debe el nacimiento del Sorteo Extraordinario de El Niño, aunque esta teoría choque de frente con la inamovible versión oficial.
LA VERSIÓN OFICIAL
"Existen referencias documentales de que en 1868 ya se conocía popularmente a este sorteo como de El Niño. Dicha denominación se debe quizás a la proximidad de la Epifanía del Señor o la Adoración al Niño por los Magos de Oriente".
Con estas palabras despacha la LAE los estudios que corroboran la autoría del sorteo a favor de la duquesa de Santoña, firmados por investigadores como su paisano Gabriel Medina o el recordado cronista e historiador jiennense Manuel López Pérez.
Es un hecho, y así está documentado, que la aristócrata motrileña fundó en Madrid, a finales del XIX, el prestigioso Hospital del Niño Jesús, movida por ese espíritu caritativo suyo que la duquesa orientaba especialmente hacia los más pequeños.
Según Medina, "a pesar de la enorme fortuna que los duques poseían se hacía necesario buscar algún tipo de financiación adicional con la que poder hacer frente a todos los gastos que el hospital ocasionaba, desde los médicos, enfermeras, cocineros, etc., y así organizó una rifa con intención de recaudar fondos y que se llamó Rifa Nacional del Niño, que es posiblemente el primer paso que se dio para el actual sorteo del Niño".
López Pérez va más allá y afirma, tajante: "Para conseguir fondos para su sostenimiento consiguió se le autorizase la creación de la popular Lotería del Niño". La LAE, sin embargo, señala en su dossier corporativo anual que "es en 1941 cuando se configura este sorteo con personalidad y denominación propia, hasta convertirse en el segundo en importancia de la Lotería Nacional".
Efectivamente, fue a principios de la década de los 40 del siglo XX cuando el general Roldán, director de Timbres y Monopolios, recuperó esta cita con la suerte alrededor de la fiesta de los Magos de Oriente, pero este dato no tira por tierra las teorías de López Pérez ni Medina, máxime si se tiene en cuenta la existencia de documentos que prueban su celebración en los primeros años de esa centuria.
DATOS DE INTERÉS
Por si cupiera alguna duda, textos de la época como el contenido en este decreto publicado en la prensa madrileña en 1877 (y recuperado por Gabriel Medina) sustentan la importancia de que gozó el sorteo organizado por la duquesa de Santoña con fines benéficos, hasta el punto de que el mismísmo monarca concediera a su principal obra la exención tributaria que, por otra parte, gravaba al resto de loterías:
“DON ALFONSO XII, por la Gracia de Dios Rey constitucional de España.
A todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: que las Cortes han decretado y Nos sancionado lo siguiente:
Artículo único: Se exceptúa del impuesto del 4 por 100 con que deben contribuir al Tesoro público todas las rifas el Hospital de niños pobres titulado del Niño Jesús.
Por tanto: Mandamos a todos los Tribunales, Justicias, Jefes, Gobernadores y demás autoridades, así civiles como militares y eclesiásticas, de cualquier clase y dignidad, que guarden y hagan guardar, cumplir y ejecutar la presente ley en todas sus partes.
Dado en Gijón a veinte de Julio de mil ochocientos setenta y siete. YO EL REY
El Ministro de Hacienda = Manuel de Orovio.”
Medina concluye: "De este modo nacía lo que 139 años después conocemos como la Lotería del Niño. No se tienen datos exactos de la fecha de celebración de este primer sorteo de la Rifa del Niño pero con este modo de recaudar fondos la motrileña duquesa de Santoña escribió las bases de lo que hoy en día es un tradicional sorteo de lotería o como muchos lo llaman, la segunda oportunidad”.
VINCULACIÓN CON JAÉN
Como se ha indicado líneas arriba, los vínculos de María del Carmen Hernández Espinosa de los Monteros con Jaén responden a lazos familiares y devocionales.
Aunque nacidas ambas en Motril, tanto la duquesa como su hermana Gloria (hijas del mismo padre pero de distinta madre) acabaron unidas al Santo Reino en diferentes pero sustanciales medidas. La primera de ellas, que vio la luz en 1840, llegó a la ciudad del Santo Rostro "de niña", según López Pérez, y "aquí la casaron, con tan solo quince años, con un señor de cierta notabilidad en la sociedad local, don Juan Nepomuceno Contreras y Poblaciones, que la sobrepasaba mucho en edad y que le dio seis hijos".
A este personaje, primer marido de doña Gloria Hernández, se debe, curiosamente, el origen de la relación que, desde 1878, estableciera la aristócrata con la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, de la que Juan Nepomuceno Contreras llegó a ocupar el cargo de gobernador. Un año antes, en 1877, la hermandad nazarena inició la construcción de una suntuosa capilla para El Abuelo en la iglesia de la Merced, y todos los fondos eran pocos para su erección.
De ahí que la cofradía emprendiera una campaña para arrimar dinero a su causa y no dudara en solicitar apoyo a cuantas personas y personalidades pudieran contribuir a engrandecer la devoción a Jesús en su nueva ubicación. Como cuñados que eran, Contreras y la duquesa, vía doña Gloria, contactaron al respecto y, ni corta ni perezosa, la consorte del ducado de Santoña "envió un rico espejo para la subasta que se verificó durante la novena de 1877 a fin de allegar fondos", recoge López Pérez.
El recordado historiador jiennense y cronista oficial de Los Villares añade: "Con su gesto logró el apoyo de la reina Mercedes y la cofradía, agradecida y con el deseo de potenciar este alto valimiento, le ofreció en 25 de marzo de 1878 el nombramiento de cofrade de honor, que le hizo llegar en una lujosa patente, gesto que la duquesa agradeció vivamente".
He ahí el vínculo devocional; el familiar ha sido ya adelantado al comienzo de este reportaje a fin de destacar de qué manera se intensificaría la unión entre la capital del mar de olivos y la noble motrileña cuando, próximo a cumplir la cuarentena, el ilustre médico Bernabé Soriano cayó en los brazos del matrimonio de la mano de la citada Gloria Hernández, que convertiría a su esposo, al mismo tiempo, en hermano político de la duquesa.
UNA VIDA DE NOVELA
Cualquiera sabe si Pérez Galdós conoció personalmente a aquella 'Mariquita Hernández' (como era conocida en su tierra natal María del Carmen Hernández Espinosa de los Monteros) que protagonizó la vida social del Madrid de la segunda mitad del XIX hasta su caída en desgracia. De haberlo hecho, seguramente el autor de los Episodios Nacionales la hubiera convertido en protagonista de una de sus memorables novelas.
Y es que la existencia de la duquesa de Santoña da, desde luego, para eso y para muchos libros más. Su vida comienza en el precioso municipio costero granadino, en el seno de una familia acomodada cuya madre murió cuando ella era aún una niña. Al parecer las relaciones con su padre no eran idílicas, y la futura aristócrata encontró en un primer matrimonio la salida perfecta.
Viuda de este primer marido, del que tuvo un hijo que también falleció pronto dejando a Hernández tres nietas a su cargo, marchó a Madrid donde se presentó en sociedad en medio de una vida de ostentación y lujo que, en realidad, ocultaba una situación económica más que estrecha.
Sin embargo, a sus cuarenta y cuatro años de edad cautivó a Juan Manuel de Manzanedo y González, un rico banquero natural de Santoña cuya filiación borbónica le granjeó las simpatías de la familia real hasta el punto de ser creado marqués de Manzanedo en 1864 y, once años después, duque con el título de su tierra natal.
Hernández y el duque se casaron en 1873 y, como regalo de bodas, el enamorado puso a nombre de su flamante esposa el soberbio palacio que fue de los Goyeneche, actual sede de la madrileña Cámara de Comercio.
A partir de entonces, la aventura vital de Hernández Espinosa de los Monteros discurrió entre obras de arte, casas fastuosas, viajes de ensueño, fiestas y, también, obras de caridad. Ahí está su labor dentro de la Asociación Nacional para la Fundación y Sostenimiento de Hospitales de Niños, su debilidad.
"En marzo de 1876 la duquesa de Santoña propone a la Asociación de Escritores y Artistas costear la educación de una niña, hija de escritor/artista, huérfana de padre y madre y que no supera la edad de 7 años. En abril del mismo año y en otro gesto de ayuda a los niños desamparados su marido dona 26.000 pesetas con destino para la Caja Especial de Inútiles y Huérfanos de la reciente guerra civil, acto este que le agradece el propio Ministro de la Guerra, Antonio Canovas del Castillo", aporta Gabriel Medina.
Pero, sin duda, su gran obra fue el citado Hospital del Niño Jesús, "que fue inaugurado el 14 de enero de 1877 y que se ubicaba en la plaza del barrio de las Peñuelas en Madrid. A esta inauguración acudieron el rey Alfonso XII y la Princesa de Asturias. El hospital fue catalogado como de los mejores de Europa. Disponía de seis salas de enfermería, treinta y cinco camas para los niños, estufas en todas las habitaciones y todas las comodidades que en 1877 se podían obtener", según los estudios de Medina.
Tanta fama y lujo llegaron a su final en 1882, cuando el duque falleció dejando en manos de su viuda una inmensa fortuna de la que, eso sí, prácticamente no llegó a gozar. ¿La razón? Josefa, una hija legítima de Juan Manuel de Manzanedo, habida de su relación con una cubana durante su etapa en las Américas.
Nada más enterarse de la muerte de su padre, la aspirante al ducado de Santoña litigó con la motrileña y, en 1893, consiguió que la Justicia fallase a su favor, desposeyendo a María del Carmen Hernández de palacios, casas y dinero. Así nació la leyenda de la duquesa mendiga, que un año antes de su partida de este mundo dicen que pidió para poder subsistir, en tanto un viejo criado le procuraba cobijo.
Parece ser que tantos litigios legales sembraron en Josefa de Manzanedo, la nueva heredera y duquesa titular, una terrible ojeriza hacia la cuñada de Bernabé Soriano, hasta el punto de que impidió expresamente que su cuerpo recibiera sepultura en el panteón familiar.
Desde 1894, los restos de la legendaria duquesa de Santoña descansan en un sencillo nicho del cementerio madrileño de San Isidro.
Únete a nuestro boletín
COMENTARIOS
Emilio Fernández Gálvez Enero 06, 2020
Precioso reportaje. De cosas como estas tenemos que estar enterados. Ya que no tenemos monumentos de ningún tipo, tenemos derecho a nuestra historia. Muchas gracias Pepe
responder