Con el cuerpo en Sevilla pero con el alma en Mengíbar

Luis Antonio Molina Sánchez dejó su pueblo a mediados de los 80 por motivos laborales, pero ni un solo día deja de seguir la actualidad de su patria chica
"¡He vivido en siete pueblos...!". Lo dice Luis Antonio Molina Sánchez (Mengíbar, 1957), pero si acaba la frase lo hace con el nombre del suyo en los labios, de tan mengibareño como se siente, ejerce y vive a doscientos cuarenta y pico kilómetros, en Sevilla mismamente.
"Empecé en la banca, en Banesto, cuando abrió en Mengíbar, hice las oposiciones y entré; pero quería moverme, tenía inquietudes, no me conformaba con quedarme en mi pueblo, he sido inquieto".
Un joven con toda la vida por delante, un presente y un futuro más que halagüeños y muchas ganas de comerse el mundo, de recorrerlo. "Luego me ascendieron a director, y estuve en Pedrera, La Campana, Fuentes de Andalucía, Arahal, fui director de zona de Utrera y luego de Écija, hasta que pasé a Sevilla capital", recuerda.
Tantos años ya y tan integrado en tierras hispalenses que lo único que le falta es llamar piojillo, cada miércoles, al mercadillo mengibareño, pero no, qué va, ni mucho menos: es más de su pueblo que los churros de Zambombas.
"Hay una cosa curiosa en la vida, que le pasa a mucha gente, y es que cuando eres joven vas por muchos pueblos y te centras, vives allí, pero cuando te haces mayor más recuerdos tienes de tu pueblo y más ganas tienes de volver", comenta Luis Antonio.
De hecho vuelve, cada vez que puede, en Navidad, en feria, para los Santos... "Soy hermano de la Cofradía de la Virgen del Carmen desde que nací, eso me impulsa mucho a ir al pueblo; el último domingo de septiembre hay un rosario de la Virgen del Carmen yvengo todos los años, menos un par de ellos que he estado enfermo".
Vuelve, sí, pero con billete de regreso, que la capital andaluza es mucha capital; no en vano, en ella se casó con una hispalense de La Campana a la que conoció en su época de estudiante, que con él se vino a la Ciudad de la Torre y que le ha dado dos hijas (una mengibareña y otra, sevillana) que los han hecho abuelos de cuatro nietos: ninguno de ellos ha pisado aún Mengíbar, pero de ahí a no conocer el pueblo va un trecho.
"Lo conocen porque les hablamos mucho de él, y por fotos y vídeos", explica Molina, dispuesto a poner remedio a esta situación cuanto antes.
Y es que ama a su tierra sin contemplaciones, a tutiplén, y ni un solo día deja de informarse sobre la actualidad del pueblo y del resto de la provincia jiennense, a través de la prensa digital. O chateando con los amigos que le quedan en el municipio. Volver del todo, no, porque a estas alturas de la película sería sumergirse en una nueva nostalgia. Pero Mengíbar, para Luis Antonio Molina Sánchez, siempre será..., eso. Su raíz.
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