Luis Miguel y la sombra de los padres
La primera temporada de la serie de Netflix cuenta la vida del artista mexicano condicionada por la relación con sus padres
Hay básicamente dos motivos para ver Luis Miguel, la serie: ser fan del cantante o ser fan de Óscar Jaenada. El actor español encarna al padre del que fue el artista más exitoso de Latinoamérica. La ficción apunta a un tema que se deja ver en otros artistas precoces: el hijo cantante es un producto del padre hasta que el primero se revela.
Jaenada sigue en plena forma, y después de su éxito en Cantinflas sale airoso del reto de ser Luis Rey, el padre del icono mexicano. Netflix avisa en cada capítulo que hubo entrevistas con el propio Luis Miguel antes de hacer la serie. Avisa también de que la ficción está por encima de la idea del biopic, de manera que tiene licencia para mentir con la condición de entretener a la audiencia. Más allá de cómo se muestra, la certeza es que el padre, andaluz y gaditano, fue un vividor que explotó a su hijo hasta que este se cansó de él.
Del niño cantante, sin tiempo para jugar y condicionado a la disciplina del padre mánager, se pasa al adolescente que ya empieza a cuestionar quién es el hombre que mueve su carrera. El divorcio se hace evidente cuando el artista elige a otro representante y aparta del medio a Luis Rey.
La otra relación no menos ambigua y sombría es la del cantante con la madre, Marcela Basteri. En un momento las vidas de ambos se apartan, hasta que el hijo decide buscarla y saber la verdad. Qué pasó con ella. Luis Miguel de carne y hueso —el de los últimos tiempos— es un misterio. Apenas da entrevistas y siempre ha mantenido un aura frío. El Sol de México es, en realidad, un hombre de claroscuros.
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