De la luz a la oscuridad
«El camino hacia la cima. Es el viaje que iniciamos al nacer. Cuando, aún la luz nos cubre, decidimos comenzar a caminar, en una dirección. A esperar lo inesperado y luchar por lo que se quiere.
A veces nos encontramos con dificultades. Pero avanzar aprendiendo del pasado es el camino marcado. Para hacer más fáciles los pasos, que, como en hechos, nos apoyamos.
Un último esfuerzo o echarse atrás, para contemplar el camino que no pudiste terminar.
Casi al final del recorrido, con los últimos rayos de sol a nuestra espalda. Nos damos cuenta de que la noche se acerca. Se acaban los reflejos, se intensifican las sombras de la tenue luz que nos alumbra. Un pequeño esfuerzo mas, que tan grande se ve desde abajo.
Al final de la escalera parece que son otros ojos los que observan, los ojos del orgullo, de la voluntad y la superación. Pero hay que asumir que toda subida tiene su bajada, porque estar arriba y mantenerse en pie cuesta. El aire que respiras pesa y el viento busca ocupar el lugar que, por momentos, le arrebataste.
La vida son momentos, a veces buenos, otras veces malos. Pero no queramos manejarlos a nuestro antojo. Ellos llegan por sí solos para hacernos pensar, aprender y rectificar. Debemos saber elegir el lugar que nos corresponde y no querer ocupar una posición para la cual no estamos capacitados.
Siempre es mejor aceptar la realidad e iniciar el camino de vuelta a casa, camino de luces y sombras. Camino hacia un lugar donde somos felices y hacemos felices a los demas.»
AMOR DESDE LA OSCURIDAD (5 DE MARZO DE 2005)
Sorprendido por lo que comparto y por lo que cambiaría de aquellas palabras que escribí hace ya 12 años. Curioso reemplazarme en aquel ahora pasado que supuso mi primera "aventura" en las montañas. Corría una blanca y gélida tarde en Frailes. Llevaba poco tiempo con la que fue mi primera cámara digital y había que darle movimiento. La usé, me anocheció en el descenso de aquella suave cima y pasé algo de frío, pero viví y disfruté mucho, como así aún lo reseña mi recuerdo. Convencido sé que aquel ascenso al atardecer del Pico del Paredón a 1.660 metros sobre el nivel del mar, en la Sierra del Trigo. Aquella tarde del 5 de marzo marcó una dirección con dos lineas que acaban convergiendo en punta. Una Cima que apunta al mundo, a la montaña desde el valle y desde la montaña al mar. Ese mar de cimasyvalles que todos tenemos para explorar, que ahora sí, tras concluir mi temporada de aceituna, me aventuro a iniciar.
La primera fotografía la tomé a las 17:03, instantes antes de llegar a lo alto de los Rosales, pequeña aldea cercana a Frailes, mi pueblo punto de partida. No sé cuánto llevaba caminando pero sabía que en ese punto llevaba 6 de 15 kilómetros de la ida. Como cabía pronosticar me anochecería para la vuelta. Lo pude apreciar cuando en la cima el sol urdía su sigilosa puesta. Pero para apreciar la Luz creo que también hay que amar, aceptar y sentir lo que podamos considerar fría oscuridad. Esa que me acompañó en los 15 kilómetros restantes de pisadas deslizadas por el hielo que me conducían de vuelta a casa. Esas sombras necesarias para conformar el equilibrio que acompaña a cada experiencia que decidimos vivir y nos hace aprender, y valorar la magnitud de lo que podemos suponer como riesgos. A saber vivir la plenitud de la luz aprovechando la profunda sabiduría que contiene la oscuridad.
Una de las últimas instantáneas la disparé a las 21:38, en forma de autoretrato instantes antes de llegar a casa montado en el Seat Pandilla de mi padre. Ya entrada la noche subía en mi busca cuando nos cruzamos a la salida de Frailes. No sé a donde apuntaban mis pensamientos en esa mirada: ¿quién me manda a mi lanzarme a por 30 kilómetros de nieve y tierra bajo mis pies a las cuatro de la tarde? ¿Mereció la pena traer mis primeras zapatillas de trail chorreando del Paredón? Zapatillas que en ese ascenso daban sus primeros pasos y que compartieron huellas y resbalones casi una década más tarde en el sendero de los sueños. Fue esa mi humilde epopeya campestre que supuso la jubilación de las mismas. Curioso y cierto: ahora yacen en una caja bien limpias y magulladas bajo la mesa de los puzzles de la guarida.
Agradecido por poder compartir con todos vosotros ese primer ascenso que me aficionó a la montaña de una manera muy honda y singular.
Agradecido de aceptar que es bueno que cambiaran algunas de las impresiones que aquella tarde sentí y relaté. Que esos ojos del orgullo no los necesito para reafirmarme en nada ni a nadie, que me siento bien llegando a donde pueda llegar, que quizá no hay que volver a ningún hogar, que el camino de vuelta a casa es estar donde deseamos y amamos estar, y eso puede ser cualquier lugar. Aquel lugar que nos hace felices es el único con el que haremos felices a los demás. Hasta pronto.
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