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Majka triunfa en La Pandera y Froome resiste a Nibali y Contador

Por Fran Cano - Septiembre 02, 2017
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Majka triunfa en La Pandera y Froome resiste a Nibali y Contador
El polaco Rafal Majka celebra su triunfo en la Sierra de la Pandera. Foto: La Vuelta

Los alcalaínos reciben con máxima expectación la entrada de los ciclistas por el municipio a través de la Avenida Iberoamérica

La Sierra Sur volvió a ser mágica para el pelotón de La Vuelta. Bien lo sabe el polaco Rafal Majka (Bora-Hansgrohe), quien ha brillado con luz propia en la decimocuarta etapa entre Écija y La Pandera, de 175 kilómetros, en la que el británico Chris Froome (Sky) mantuvo el jersey rojo de líder. Majka llegó en solitario a la cima jiennense con un adelanto de 26 segundos sobre el colombiano Miguel Ángel López y 31 respecto al italiano Vincenzo Nibali, quien dio tiempo al grupo de Froome, Kilderman y Zakarin. Alberto Contador cedió 6 segundos respecto a los anteriores.

Froome sigue al frente de la clasificación general con 55 segundos de ventaja sobre Nibali y el holandés Wilco Kelderman (Sunweb) pasó a ser tercero a 2.17. La decimoquinta etapa se disputará entre Alcalá La Real y Sierra Nevada, con 129,4 kilómetros de recorrido.

Y ANTES DE LA BATALLA, LA VUELTA PASÓ POR ALCALÁ

Falta algo más de una hora para que La Vuelta cruce la Avenida Iberoamérica de Alcalá, y en Bar Chiki, a la altura del número 29, no hay aún más expectación que la de un sábado cualquiera. Tres mesas con clientes en la terraza. De la prueba ciclista se empieza a hablar como quien anuncia un rumor; aún es pronto.

—A ver La Vuelta, ¿no? —preguntan de una mesa a la otra.

La calma en el ambiente la rompe con sutileza una furgoneta envuelta en merchandising de la prueba ciclista. El ánimo pertenece a la megafonía anunciando el paquete completo de productos por 10 euros: el pañuelo y la gorra rojos, los calcetines —a cinco euros— y la mascota Tei-Tei. La gente, obvio, se cachondea de los precios.

La sorna cobra más sentido cuando avanza el reloj y un puñado de coches esponsorizados tiran por la ventana productos de todo tipo: las gorras, los sombreros, los bolsos de playa y hasta bolígrafos. De pronto las señoras mayores que empiezan a poblar la terraza del bar ya no parece ancianas; cobran la energía y el ímpetu de unas beliebers y se lanzan a por los regalos sin complejos. También es un espectáculo.

 Expectación antes de la llegada de La Vuelta. Fotos: Fran Cano.
Expectación antes de la llegada de La Vuelta. Fotos: Fran Cano.

—Vienen por Cabra —dice el camarero.

La televisión cumple un papel crucial, porque la señal en directo relata la distancia que hay entre las imágenes de la pantalla y la vida real. La Avenida Iberoamérica ya está rodeada de gente, con un señor de Protección Civil indicando a los automóviles despistados que den la vuelta; hagan pasar a La Vuelta, viene a decir. Algunos aficionados cruzan la avenida o se vuelven entre sus pasos; la pregunta es cuál es la mejor ubicación para disfrutar del paso de los héroes con pedales.

 Aficionados siguen la previa del paso por Alcalá por televisión.
Aficionados siguen la previa del paso por Alcalá por televisión.

Son las 15:40 horas, y pasan los agentes de tráfico en coches y en motos. Los curiosos sacan los móviles aguardando el momento que esperan. En algunos balcones luce la bandera de España.

—Van por Las Caserías —vuelven a avisar desde el bar.

La expectación se traduce en más público. Ocurre que va a pasar, que después de la cerveza, el café y la copa ya van a llegar los competidores de la prueba que pasa por Jaén, con doble protagonismo en Alcalá.

—A saber lo que nos cuesta —dice un hombre.

 La terraza de Bar Chiki se puebla minutos antes de que la prueba atraviese la Avenida Iberoamérica de Alcalá.
La terraza de Bar Chiki se puebla minutos antes de que la prueba atraviese la Avenida Iberoamérica de Alcalá.

Un autobús pasa poco antes de que entren en acción los ciclistas. La imagen de un chico dormido junto a la ventana contrasta con el ambiente tan vivo que hay en la avenida.

Entonces llega la cabeza de carrera y cruza Iberoamérica como una manada de búfalos. Es tan efímero que hay que decidir cómo verlo: si por los ojos o a través de la cámara del smartphone. Los gritos son de ánimo, de aliento a quienes son los más aventajados de la etapa.

Después llega el pelotón. Y la distancia entre quienes compiten y los seguidores es tan corta en el espacio que es fácil caer en la cuenta: por más seguridad que haya, el deporte está vivao todo puede pasar.

Tras el pelotón, más gritos. Más ánimo. La Vuelta encara el camino hacia Castillo de Locubín. No es un concierto ni un partido de fútbol: todo ocurre muy rápido.

En Valdepeñas esperan cientos de aficionados. Otro momento crucial: la subida de la Pandera. Mañana inicio de etapa en el Paseo de Los Álamos. La emoción no para.

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