Un periplo que siempre lleva a "la gloria bendita", o sea, a Arbuniel
Mari Ángeles Córdoba y su marido llevan diecinueve años afincados en la pedanía cambileña, donde dirigen su propia bodega de vinos
Nació en Granada, lleva la Ciudad de la Mezquita en su primer apellido, mantiene casa en Almería pero vive en Arbuniel y, para colmo, su segundo apellido también es un topónimo del mar de olivos; ¡vamos, que casi todo el mapa andaluz se resume en la persona de Mari Ángeles Córdoba Vilches.
Hija de 1951 (aquel año que el mundo pudo ver por primera vez la tele en color), parecía predestinada al viaje, como el mismísimo Odiseo y con la única diferencia de que su particular Ítaca no es su patria chica, sino la tierra elegida por ella y su marido, un perfecto tándem emprendedor que, en palabras de Mari Ángeles, vive "en la gloria bendita en Arbuniel".
Cuatro añitos tenía cuando su padre, militar, fue destinado al Santo Reino: "Se vino en la Guerra, llegó a esta zona de Cambil y aquí conoció a mi madre y se casaron, en el 42".
Así empezó el idilio familiar entre la pedanía toscareña, donde los Córdoba Vilches adquirieron una finca que, a día de hoy, sigue en manos de Mari Ángeles y sus dos hermanas, cada una con casa propia pero dentro de un mismo territorio: juntos, pero no revueltos, como recomienda el refrán castizo.
Pero lo suyo es no estarse quieta y, de la mano de Felipe, su esposo, trabajador de Michelin, llegó a un Valladolid que a pesar de las diferencias de clima, acento y algunas cosas más, dejó en ella el mejor de los recuerdos: "Fue una experiencia fantástica; allí nació una de mis dos hijos y tengo un recuerdo muy bonito de esa etapa", confiesa.
Ocho años en Pucela que no eran sino el prólogo de un nuevo traslado, esta vez a la orilla del Mediterráneo, a Almería. Y de allí, en 2005, por decisión propia, al Arbuniel de los veranos de su infancia.
Decoradora, mujer inquieta, emprendedora y activísima, cuando los suyos supieron que Mari Ángeles convertía en realidad aquella canción de Manolo Escobar y cambiaba la ciudad por el campo, no dejaron de advertírselo:
"Mi hermana me decía, ¿pero qué vas a hacer tú en el pueblo?. Y no me arrepiento, me he integrado perfectamente, estoy en la asociación de mujeres, de la que soy tesorera; también formo parte del consejo parroquial y ayudo en el Ayuntamiento todo lo que puedo". Lo dicho, que no para.
Pero que no para..., de verdad verdad. Más de una se habría abonado a la tele o las redes sociales todo el día, sin más obligación que dejar pasar el tiempo en bata de guatiné, pero ella no, ni mucho menos, en absoluto, jamás de los jamases:
"Teníamos unas vegas en la finca, así que mi marido y yo decidimos plantar y, ahora, somos uno de los ocho bodegueros de la provincia de Jaén". Vino cien por cien Arbuniel desde la cepa hasta la caja, que bajo el nombre comercial de Bodega Casería de los Alfarjes vende alrededor de dieciséis mil botellas al año desde este pequeño rincón de la provincia.
"Nuestra idea es quedarnos aquí mientras tengamos fuerzas, llegará el punto en que esto se nos hará grande, pero de momento nos mantenemos, podemos manejarnos y tenemos dos chicos que nos ayudan", explica la empresaria.
Cuando no está entre caldos, a quitar hojas se ha dicho, sopladora en mano, u otra vez de viaje, que no perdonan una salida al extranjero y un paseo por España una vez al año. Pero siempre con billete de vuelta. ¿Qué tendrá Arbuniel?:
"Tranquilidad, y tampoco estamos lejos de la capital; vivimos tranquilos, y hasta la pandemia la pasamos fantástica, paseando con mi perra por nuestro terreno mientras muchas personas tenían que conformarse con aplaudir en los balcones".
Mari Ángeles concluye: "Conozco a todo el pueblo y estamos muy a gusto aquí, estamos en la gloria bendita". ¿Para qué irse, entonces?
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