Marilola Espinosa, una mujer 'acogedora' por naturaleza
Fuensanteña fincada en Martos, acaba de recibir un entrañable homenaje por su labor de acogimiento familiar, que entiende como un destino en su vida
"El Señor tiene un propósito para tu vida, y el mío se cumplió". Así de claro lo tiene Marilola Espinosa Bonilla (Fuensanta, 1960), que tras veintidós años involucrada de lleno en el acogimiento familiar entiende su labor como un destino superior, inevitable... Además de como una pasión:
"Hasta el día de hoy, treinta niños tutelados han pasado por aquí desde que tuvimos a la primera, que todavía sigue con nosotros, aunque ya independizada, con su trabajo y su vivienda propia; tenemos también un saharaui que vive con nosotros y ahora viene una niña con síndrome de Down, que se la trae mi hija".
Vamos, que ha inoculado en Rafael (su marido) y en su parejita (Fran y Laura, esta última especialmente) la solidaridad, la implicación, el espíritu social.
"Cuando promocionamos el acogimiento, siempre se resalta mucho que tiene que estar de acuerdo toda la familia, esto es precioso pero muy duro, muy difícil en ocasiones, no todos los niños vienen bien y tenemos que estar todos de acuerdo, a veces es muy sacrificado", explica Espinosa, integrada en la asociación Familiacoge-Jaén, que recientemente le tributó un sencillo homenaje por su labor de más de dos décadas.
"Desde la Asociación Provincial de Familias Acogedoras, respecto de Lola y toda su familia, no podemos tener más que palabras de agradecimiento, para nosotros son una familia referente, una familia testimonio de lo que necesitan los niños declarados en desamparo", aplaude Charo Morales de Coca, presidenta de Familiacoge.
Y continúa: "Han sido capaces de abrir su casa y sus corazones a más de una treintena de niños a lo largo de más de veinte años, y hablo en clave de familia porque Lola, que es muy grande y es una madre coraje, no hubiera podido conseguir los éxitos que tiene de no haber contado con su compañero de vida, Rafa, y con cada uno de sus hijos biológicos, que son sus cómplices inigualables".
Afincada en Martos desde hace muchos años, todo empezó en 2001 y con Raquel: "Ya teníamos la idoneidad del acogimiento y nos asignaron una adolescente, con sus características. Habíamos pedido una niña algo más pequeña que mi hija, para que ella se sintiera como la hermana mayor y tuviera esa responsabilidad, pero me la dieron dos años mayor".
¿El resultado? Lejos de una decepción, Marilola Espinosa celebra sin la menor sombra de duda aquella experiencia: "Fue un reto, nos pulimos, fue como hacer unas prácticas; y muy difícil, porque la niña venía muy dañada por su paso por los centros, con una pequeña discapacidad, sin autoestima, no hablaba nada, no podíamos comunicarnos".
Con estos mimbres, la actitud (y la aptitud) acogedora de la fuensanteña se curtió y la armó de recursos para nuevas acogidas:
"Ahí se formó mi carácter, mi paciencia y sobre todo algo muy importante en el acogimiento, la empatía, ponerse en el lugar de estos niños, que no saben gestionar sus emociones, su daño, el dolor que traen; no creen en los adultos, tienen miedo, y te encuentras con niños con reacciones muy distintas".
Desde entonces hasta hoy, aquella primera jovencita que les llegó a su hogar envuelta en la incertidumbre ha construido una existencia con futuro e ilusiones, "ya va a cumplir los treinta y cinco, trabaja y tiene su propio piso, se ha conseguido una vida para ella".
Eso es, asegura, lo que más satisfacción puede aportar a quienes deciden compartir su tiempo y su espacio con niños o adolescentes ajenos que terminan siendo como de la familia no: lo siguiente.
"Siempre te acuerdas de los mejores momentos, y los peores se olvidan; el fin de esto es que el niño pueda tener las mismas oportunidades que el resto, porque se lo merece. Y luego, cuando se van y sabes que están con papás que los aman muchísimo, ese es el mejor premio que te pueden dar", celebra.
Los años van pesando, las fuerzas y la energía ya no son las mismas y Marilola va desacelerando, pero de ahí a desvincularse de esta hermosa historia de solidaridad va un trecho, pero que muy largo:
"Lo que tiene que primar es el bienestar superior del menor, hay que dejar aparte el egoísmo, que a veces frena a la gente a la hora de acercarse al acogimiento. ¿Que sufres cuando tienes que dejar al niño? Claro que sí, pues lloras y sigues. No es fácil, pero sí enriquecedor, y lo mejor de todo es cuando te das cuenta del trabajo que haces para sacar a uno de ellos de un entorno desestructurado; tú eres el inicio de su felicidad, y eso no tiene precio".
¡Ahí quedó...! Ahora que ya huele a incienso, ¿qué mejor que tomar prestada de un capataz la frase que culmina un buen trabajo costalero? ¿Y qué es sino el acogimiento familiar, la labor de Espinosa, que arrimar el hombro? Pues eso.
Únete a nuestro boletín