'Mi reno de peluche': la gracia del payaso
La serie de Richard Gadd incomoda al espectador, hace a veces casi imposible sostener la mirada y está basada en una historia real
Si hay una figura que simboliza la tragicomedia a la perfección es sin duda el payaso. El comediante que, a través de hacer reír —o intentarlo— a un público ávido de carnaza, alcanza la catarsis transmutando su drama interno en carcajada que reverbera. Y precisamente de este equilibrio tenso entre tragedia y comedia, nace otro aspecto capital en la mitología del payaso: el terror. La turbieza, sordidez y perturbación de un ser ambivalente, que está condenado a navegar eternamente entre océanos irreconciliables. Y pocas obras mejores para plasmar esto que Mi reno de peluche, serie que de incómoda, hace a veces casi imposible sostener la mirada.
Basada en la historia real del propio actor protagonista y creador del serial, Richard Gadd, la trama abre sus puertas en un ambiente tan reconocible como impersonal: un pub londinense. En unos escasos primeros minutos, que dan una cátedra de síntesis narrativa, sobre todo en lo que a presentación de personajes se refiere, los principales elementos de la serie se presentan con claridad diáfana; las causas y consecuencias de la empatía desmedida, la falta de autoestima, la toxicidad de ciertos vínculos… y ella, sobre todo ella.
Jessica Gunning da vida —con una literalidad que asusta— a la acosadora del protagonista. Una mujer adentrada en los 40 que repele y fascina a partes iguales; mentirosa patológica, con una inseguridad galopante y algún trastorno de personalidad latente. La interpretación de la actriz británica constituye una cima en sí misma: desde la cadencia de su voz, hasta el sonido atronador de sus silencios. Al margen de los justificados momentos de ruptura emocional, la caracterización de 'Martha' encuentra en la sutileza su máxima potencia expresiva; una leve sonrisa o una mirada triste son suficiente para definir a una persona cuya morada es el precipicio.
Mi reno de peluche se desprende de pretensiones estilísticas para entregarse a un guion tan sólido como sorprendente, donde cada giro, en lugar de extrañar a los personajes, completa su arco de manera prodigiosa. Al principio una comedia negra sofisticada, la producción de Netflix va escalando hacia una tragedia compleja y dolorosa, pero sin perder nunca su condición bastarda y circense. Pocas obras ha visto el que escribe capaz de tratar el abuso de forma tan realista, profunda y provocadora. Sin concesiones a la audiencia, sin lugares comunes a los que asirse. Todo un mundo de tinieblas por explorar. Si hay algo que achacar a la serie —que de la sencillez formal hace virtud—, es una enervante tendencia al subrayado, sobre todo cristalizada en la figura del narrador. Una lástima que detrás de tal maestría narrativa, de tal respeto a la inteligencia del espectador, no hayan reparado en lo innecesario de un narrador tan pueril.
Pero al final del visionado, con una última escena genial y ambigua, nos reconciliamos con el serial a pesar de sus errores. No esperen una respuesta unívoca y satisfactoria a la esencialidad caótica de sus criaturas. Una existencia soterrada, entre una identidad reprimida y otra incipiente, solo plantea innumerables preguntas. Solo hay una certeza, para gestionar tal disonancia cognitiva, para comunicar un conflicto contradictorio y destructivo, solo queda ser el payaso.
FICHA TÉCNICA
Título original: Baby Reindeer
Año: 2024
Duración: 35 minutos
Creador: Richard Gadd
Nota en IMDB: 8
Nota en FilmAffinity: 7,2
Nota del crítico: 3.5/5
La serie está disponible en Netflix
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