La pequeña Mori, desaparecida en Arroturas, aparece sana y salva

La perrita, perdida en las cercanías del núcleo de población villacarrillense, se reencuentra con su familia tras unos días de zozobra
¿Recuerdan aquella entrañable letra que el autor pegalajareño Francisco Almagro (1911-2007) dedicó a una perrita pekinesa?: "Pero el amor / que nada entiende ni de razas ni colores / con el mirar / unió por siempre dos felices corazones, / pero el amor / va caminando de la mano del dolor...", cantaban desde Emilio el Moro hasta la Topolino Orquesta.
Pues parece escrita para Mori y Miguel Mora Cabrera, vaya que sí: "Siempre está detrás de mí", dice este mogonero queel pasado 7 de junio perdió a su querida mascota, a la que profesa un cariño sincero.
"Por la carretera, en Arroturas" la vio la última vez, y desde entonces no supo más que lo que desde el barrio de El Batanejo, en Mogón (la pedanía donde residen), le dijeron quienes aseguraban haberla visto el lunes día 9; una buena noticia que, sin embargo, ni Antonia (su esposa) ni el propio Miguel pudieron concelebrar: "Mi mujer fue primero, luego yo y lo bastante que la busques para que no la veas".
Afortunadamente, la historia ha tenido el mejor de los finales y el animal ya disfruta nuevamente de los suyos: "Estaba en unas olivas, cerca de Mogón", confirma Miguel.
Entre un año y medio y dos años llevan juntos, un tiempo más que suficiente para que la relación entre Mori y Miguel justifique aquella sentencia de Kant: "Se puede juzgar el corazón de un hombre por su trato a los animales".
Y es que Miguel Mora Cabrera, hombre de carácter recio, curtido en las tareas rurales, a pleno sol, la quiere a morir, como cantaba Manzanita: "Le tengo mucho cariño, claro, la he echado de menos; es normal, no me deja para nada".
Hambrienta después de varios días fuera de su hogar, seguro que a partir de ahora no se separa de su dueño más de diez centímetros.
Únete a nuestro boletín