Un museo de experiencias únicas de la mano de San Juan de la Cruz
El convento carmelita de Úbeda donde murió el universal místico ofrece un amplio recorrido por su figura y obra y, en más de un caso, sensaciones irrepetibles
A Úbeda vino San Juan de la Cruz a morir a finales de 1591, y desde aquel momento el convento carmelita descalzo de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad sumó a su amplio repertorio patrimonial un nuevo espacio que, andando el tiempo (concretamente en 1978) se convertiría en museo dedicado a la figura y la obra del univesal poeta místico.
Un singularísimo recorrido enmarcado en este varias veces centenario monasterio que, a más de reliquias, elementos contemporáneos al autor del Cántico Espiritual y cuanto a lo largo de los siglos han acumulado sus vitrinas, ha llegado a ofrecer también a más de un visitante experiencias irrepetibles, sensaciones únicas:
"Cuando entré en la celda donde la tradición afirma que murió San Juan de la Cruz, sin saber previamente que aquel lugar fue donde expiró, sentí un profundo, intenso olor a rosas que me turbó; mi acompañante, sin embargo, me aseguró que no había tenido aquella experiencia. Fue algo inolvidable, que todavía me estremece cuando lo recuerdo", afirma Alicia Campos Ramírez, que conoció el museo a finales de los años 90. Lo que técnicamente se conoce como osmogénesis u olor de los santos, un acontecimiento embriagador que resulta inolvidable para quien lo experimenta.
Como detallan desde la página web del propio museo, el itinerario consta de once salas que permiten acercarse a la existencia y la producción del fraile a través de sus reliquias, la mesa donde fue amortajado, una de las casullas que vistió, el primer templo levantado en su memoria, su sepulcro original (en el que permaneció hasta 1593, cuando fue trasladado a Segovia en un viaje que recogió el mismísimo Cervantes en su obra cumbre), obras de arte desde el XVII hasta la actualidad, el lugar exacto de su último suspiro, sus escritos y hasta la reconstrucción de su celda, con una imagen del santo que así, de sopetón, sobrecoge al visitante.
"Si alguien quiere palpar la esencia del misticismo en pleno siglo XXI, deleitarse en la contemplación, atravesar el túnel del tiempo y de la historia, sentir la necesidad de orar ante la luz titilante del silencio, encontrarse en cada rincón con la figura puramente espiritualizada de San Juan de la Cruz y saber de la gozosa impronta que dejó en el convento y en la ciudad de Úbeda este santico carmelita poeta al romper la tela del dulce encuentro con el Amado aquella noche decembrina de maitines..., no deje de visitar su museo", describe para este periódico el poeta ubetense Ramón Molina Navarrete, profundo conocedor de la poesía de Juan de Yepes.
A excepción de los martes, día en que no abren las instalaciones, el Museo San Juan de la Cruz abre sus puertas para adentrarse en un paréntesis urbano que, como apostilla el autor de Maranatha, hace que quien decida acercarse "salga de allí revestido de paz y con la sensación de ir de vuelo para dar a la caza alcance".
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