Naranjas a domicilio
Adolfo Callejas lleva cerca de una década con la venta a domicilio de naranjas y limones en la Sierra Sur
Son las 16:38 horas, y en la calle San José de Frailes hay vecinos que esperan que aparezca cuanto antes una furgoneta blanca Renault. Entra en el barrio Adolfo Callejas (Pino del Valle, Granada, 1984), al volante del vehículo. Hoy lo acompañan su mujer, Tania Mingorance, y la pequeña Irene, hija de ambos. El padre camina hacia la década como vendedor a domicilio de naranjas y limones, y la niña, con tres años, ya sabe de qué va el negocio.
La calle es dura: a veces hace frío, en otras ocasiones llueve y también sale el sol. Hoy, cielo de nubes y temperaturas que caen con el paso de las horas. Por eso los abrigos. Adolfo es el gerente y trabajador principal de Naranjas Callejas.
—A veces también me ayuda mi mujer —dice a este periódico, el deje granadino.
Adolfo Callejas traza cada semana una ruta por la Sierra Sur que ya le ha reportado clientes. Él recibe los pedidos —no hay que apuntarlos, porque apenas varían— y transporte la mercancía. «Naranjas y limones» reza su estado de WhatsApp, aplicación que utiliza para estar en contacto con la clientela. Vendedor 2.0, en los bares y restaurantes de la zona saben quién es y cómo funciona su actividad.
La tarde de hoy va razonablemente bien. En la calle San José ha vendido cinco sacos y medio. Compran un matrimonio, un joven y una señora mayor; las naranjas tienen un público abierto. Además, Irene parece encantada con la idea de viajar en la furgoneta, y hasta se anima a coger la mercancía para entregársela a los clientes. Los euros se le amontonan en la mano, tan pequeña, pero no los suelta.
—¿Cuándo vende más?
La pregunta es para el padre.
—Ahora. Esta es la mejor temporada.
Ya toca cerrar las puertas traseras de la furgo, volver al asiento del piloto y conducir. En cada puerto un cliente espera. Será por naranjas.
Fotografías y vídeo: Fran Cano.
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