Un sueño llamado Jaén
La boda de José Lloris y Margarita Martínez fue especial. Se casaron para que Tutu, como a ella le gusta que le llamen, pudiera llevar las arras. Ese día está guardado en la memoria de este matrimonio iliturgitano, que cuenta las horas para que llegue finales de junio y poder abrazarla de nuevo. Desde hace cuatro años, participan en el programa Vacaciones en Paz y cada verano acogen a Tutu, una pequeña saharaui.
—Mi mujer es panadera y reparte en Aprompsi. Un día se me acercó una niña saharaui al coche, se montó y me dijo bye, bye. Me conquistó y al día siguiente fuimos a por ella. De eso hace ya cuatro años.
Tutu tiene diez años y síndrome de Down. Este verano le espera una sorpresa muy especial, un hermanito. Y es que José Lloris y Margarita Martínez tienen un bebé de cinco meses. Ella ya lo conoce en fotos, porque se las han mandado. Pero todavía no lo ha visto en persona. Están deseando que llegue ese momento. Mientras tanto, ya lo tienen todo listo para que Tutu duerma en su cuarto, se levante cada mañana y encienda la televisión y el aire acondicionado, gestos tan habituales para el matrimonio de Andújar pero que para ella supusieron toda una novedad. Ese día está a la vuelta de la esquina.
—Nuestras vacaciones es ella. Animo a todos los jiennenses a que acojan porque es una experiencia inolvidable y una manera muy bonita de poder ayudarlos.
José Lloris y Margarita Martínez son una de las tantas familias jiennenses que cada año se lían la manta a la cabeza, sacan su lado más solidario y participan en el programa Vacaciones en Paz. Un gesto altruista de mucho valor porque no siempre es fácil, sobre todo desde el punto de vista económico.
QUIEN ACOGE, REPITE
Ana Delia Estrada es el ejemplo claro de que quien acoge una vez, repite. Ella lo hizo el año pasado y vive estos últimos días, como los demás, deseando volver a ver a su pequeña. Esta vecina de Villacarrillo, siempre muy implicada y voluntaria con muchas organizaciones, es soltera, no tiene hijos, pero esta experiencia la ha vivido con sus padres, unos progenitores a los que Sana Salama Mohamed-Lamin llama abuelos.
—Conocía a una familia de Villacarrillo que había acogido a un menor y de ahí me surgió la curiosidad y las ganas de darle a una niña todo aquello que no tiene.
Estrada reconoce que al principio todo eran miedos. El idioma era el principal obstáculo, pero no importó. Cuando fue a recogerla a la sede donde estaban todos los niños, después de un largo viaje, vivió un momento mágico.
—Fue un impacto. Me cogió de la mano. No sabía qué decirle, no nos entendíamos.
Ana Delia recuerda esa primera vez que se montó en un ascensor y Sana se le abrazó con miedo; lo impactante que fue para la pequeña ver que le daba a un botón y de una fuente salía agua o, simplemente, que con un interruptor se podía encender y apagar la luz. Gracias a ella, Ana Delia y su familia han aprendido que con poco se puede ser inmensamente feliz y están deseosos de que llegue el momento de volver a abrazarla.
—Es mucho más lo que ellos nos dan a nosotros. Con una gota de agua se puede hacer un inmenso océano de solidaridad y es importante que todos contribuyamos.
Lo dice convencida. Tanto que en Villacarrillo ya se organizan charlas en los colegios para que familias acogedoras expliquen su experiencia. El objetivo es que el año próximo sean más las que se sumen a esta iniciativa.
PROGRAMA VACACIONES EN PAZ
Decenas de niños saharauis no podrán disfrutar este verano de una piscina, tampoco de una dieta variada ni del cariño de familias de acogida en España: son los refugiados saharauis, exiliados en un desierto que roza los 60 grados. La Asociación de Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén hace un llamamiento a las familias jiennenses ante la falta de acogedores para el próximo verano, ya que una docena de niños podrían quedarse sin disfrutar del programa.
Franma Ruiz es la presidenta de la Asociación de Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén. Explica que todos los años intentan dar un "empujón" a la campaña cuando llegan estas fechas. Aunque reconoce que los jiennenses son solidarios, admite que el desembolso económico que implica acoger a un menor a veces supone un freno para alguna familia. Y es que acogerse a uno de estos programas no es fácil. El colectivo no cuenta con ayudas de ningún tipo, por lo que son las familias las que tienen que organizarse durante el año para conseguir el dinero para sufragar el billete del menor. Son pocos los ayuntamientos que les echan una mano. De hecho, en estos momentos, solo lo hacen Torredonjimeno, Huelma, Villacarrillo y Quesada. Por eso, la presidenta explica que este año, como novedad, intentarán buscar financiación privada a través de la figura del apadrinamiento.
¿Cuánto vale el billete? Ronda los 600 euros y el precio está más que justificado. La asociación trabaja directamente con la línea aérea argelina que tiene autorización para ir a Tinduf, la ciudad más cercana.
—Lo que hacemos es contratar vuelos chárter, es decir, no se ajustan a los vuelos comerciales normales. No podrían porque, de hacerlo, los menores deberían hacer una escala en Árgel de doce horas y tardarían dos días en llegar a Málaga. De esta manera, el trayecto Tinduf-Málaga son tres horas.
A esto hay que sumarle los autobuses de traslado a las diferentes ciudades, el camión para el transporte de equipaje y un largo etcétera desconocido pero que muchas familias están dispuestas a asumir con tal de ver la sonrisa de esos menores.
NUEVAS FAMILIAS DE ACOGIDA
Encarna Cazorla es de Quesada. Tiene cuatro hijos y este año es la primera vez que va a acoger a un menor saharaui.
—En Quesada, desde el principio, han venido niños y siempre he tenido ganas. Ahora que tengo a la nena con ocho años me he animado y me he dicho a mí misma que sí, que teníamos que hacerlo.
Cuenta los días para que llegue finales de junio, en una mezcla de ilusión e impaciencia. Dormirán juntos en el dormitorio, como si fueran hermanos, y ya preparan las vacaciones. Porque si algo tiene claro Encarna es que harán vida normal para que esa menor disfrute lo máximo posible de esta bendita normalidad. Por eso, ya han organizado para irse a la playa.
Esos sentimientos también los tiene Ana María Jiménez, de Cambil. De pequeña, cuando llegaba el verano y los veía junto con su madre Ana Dolores, siempre se quedaban con el sabor agridulce de no poder acoger a un niño. La situación no lo permitía entonces y no lo ha permitido hasta ahora.
—El año pasado me quedé con las ganas y de este ya no pasaba.
Es concejal, está casada y tiene tres hijos de 15, 11 y 10 años. Aguarda ilusionada vivir las experiencias tan gratificantes que le han contado las otras familias de acogida. Aunque sus pequeños, al principio, eran reticentes a tener "otro hermano", ahora comparten esa impaciencia. El año pasado sufragó los gastos del viaje de uno de estos menores, pero no pudo acogerlo. De este año no pasa y ella y su madre verán cumplido su sueño: hacer realidad las esperanzas de estos niños.
IMPLANTACIÓN
El programa Vacaciones en Paz se implementó en la provincia en 1992 como respuesta al exilio que la población saharaui sufre lejos de su país, el Sáhara Occidental. Durante los últimos meses organizaciones internacionales han denunciado la escasez de ayuda humanitaria en los campamentos de Tinduf, y la población saharaui se queja de la poca iniciativa de la comunidad internacional para resolver un conflicto que les mantiene desde hace 41 años en el exilio.
El año pasado, 117 niños llegaron a la provincia de Jaén a través de este programa. 72 lo hicieron mediante la Asociación de Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén y 45 con la de Amigos del Sáhara Libre de Linares. En toda Andalucía son 1.300 niños y casi 4.500 en España. Mediante este proyecto solidario decenas de menores pasan dos meses estivales en el mar de olivos, lejos de un inhóspito desierto en el que viven refugiados, los campamentos de Tinduf (Argelia). Los pequeños, de entre 9 y 13 años, vienen con el propósito de paliar las necesidades básicas sanitarias y alimenticias, muy deficientes en los campamentos de refugiados donde viven. Con este fin se hacen controles médicos y se revisa la cartilla de vacunación. Además disfrutan de una dieta variada, que hace que vuelvan con fuerza al desierto.
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