No a la caza
La Plataforma NAC (No A la Caza) convocó el 5 de febrero manifestaciones en veinticinco ciudades españolas exigiendo la abolición de la caza
Era de esperar que a la vista de estas movilizaciones, de los distintos sectores animalistas, los partidarios de mantener la caza se muestren cada vez más irritados y amenazados al ver cómo, en un futuro no muy lejano, esta “actividad deportiva”, que no es más que el placer de matar por matar, puede desaparecer de forma definitiva.
En una sociedad moderna propia del siglo XXI ya no caben más excusas para seguir justificando estas matanzas en las que cada año mueren más de 30 millones de animales de diferentes especies. Disfrazar una actividad violenta con la excusa de hacernos creer que se trata de una tradición cultural, que es necesaria para mantener el equilibrio de la naturaleza, que solo es alterado cuando interviene el ser humano, o el amor por los animales y el medio ambiente... Todo eso es intentar justificar lo injustificable con infinidad de contradicciones.
Estos argumentos ya no les son válidos al sector de la caza. La sociedad actual no cree en semejantes falacias. El número de licencias de caza está disminuyendo cada año, así como el de la venta de armas. Solo un Gobierno retrógrado y anclado en el pasado puede mantener esta actividad junto al gran apoyo que este sector recibe desde la industria de las armas.
Por si el apoyo del Gobierno a este sector de la caza no era suficiente, un partido político de izquierdas como Podemos, en el que están integrados otras fuerzas políticas como IU y Equo, se suma a la defensa injustificada de esta actividad violenta. Consideran que la caza es el único camino para controlar la superpoblación de algunas especies. La superpoblación es provocada por la mano del hombre al introducir estas especies sin control y con el ánimo de poder seguir matando por placer.
Hoy por hoy, el control de las especies sin sacrificio es totalmente posible y eficaz, mediante la castración química y utilizando piensos que contienen anticonceptivos. Pero para que esto se convierta en una realidad es necesario que las administraciones adopten decisiones éticas, firmes y valientes en la lucha por la defensa de los derechos de los animales. Por desgracia, las decisiones de este tipo es lo que menos abunda en cualquier aspecto de la vida política.
Poco importan a nuestros políticos los miles de abandonos de perros que se producen en este mes de febrero cuando finaliza la temporada de caza. Los animales son desechados como objetos inservibles cuando ya no son de utilidad para los cazadores. Son los daños colaterales de una actividad de muerte.
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