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No todo está perdido: la ciudadanía se está levantando

Por Sergio Valenzuela Cobo - Abril 27, 2018
No todo está perdido: la ciudadanía se está levantando
Manifestación ciudadana reciente en El Tomillo.

Existen momentos, ya recurrentes, donde la desilusión se va apoderando poco a poco de las mentes de los jaeneros, propiciando el derrumbe moral de todo aquel que quiere ver a su Jaén, no ya en lo más alto de todos los escalafones del bienestar, sino en una zona cómoda que favorezca la buena llevanza de una vida, qué menos, que normalizada.

Y es cierto, en Jaén no ganamos para dar descanso a nuestro sufrido corazón, y no lo digo por sus famosas e interminables cuestas, sino por aquellas que nuestros dirigentes municipales van construyendo a lo largo y ancho de nuestras aspiraciones, que son legítimas, como ciudadanos y miembros de una comunidad humana.

Y es que se me van agolpando en la cabeza tantísimos desajustes, tantísimas sinrazones… que no tendría folios, en este caso megas, como para enumerar uno por uno esos atropellos que con tanta torpeza nuestros mandamases cometen contra sus conciudadanos, su ciudad, su cultura y su historia.

Pero ya saben, Jaén no es tierra cualquiera, en Jaén somos muy de soportar carros y carretas e históricamente siempre nos han venido muy de costado, y Jaén no se calla ni se achanta.

Son diversos los sectores de la sociedad que se están arremangando para buscar un futuro mejor para el conjunto de la sociedad en la que se desarrollan. Vemos como día a día los vecinos y vecinas de esta ciudad, gentes que ven como sus barrios poco a poco quedan en el más absoluto obscurantismo, gentes que son relegadas por quienes olvidan dar cuerda a la manija de este reloj que cada vez está más estático señalando fechas pasadas, sin orientarse lo más mínimo hacia el futuro, salen a la calle para pedir dignidad. 

No piden grandes palacios, no piden lujos excelsos ni magníficas alamedas, con fuentes y flores paradisíacas donde pasear a sus mascotas aderezadas con las más exclusivas fragancias perrunas; piden, tan solo, que sus calles y sus casas brillen con decoro, piden tener unos colegios dignos para formar a futuros profesionales y piden un porvenir en la ciudad que les vio nacer. Esos vecinos y vecinas quieren seguir regentando el negocio que un día su tatarabuelo dejó a su bisabuelo, y este a su abuelo y a su padre. Piden una ciudad donde vivir no sea una quimera, sino una realidad placentera. Piden que sus dirigentes miren más por la ciudadanía y su bienestar sin romperse el trasero para dotar de los mejores medios a intereses privados, incluso a costa de postergar prioridades públicas. 

Las mujeres y hombres de Jaén se están empezando a levantar, han dicho basta. Pronto llegará la época de promesas, la época de proyectos de ciudad y todo parecerá enmendarse. Pero esas expectativas irán menguando a medida que los poderes se van asentando, todo será un brindis al sol. A mi juicio, a la hora de poner en machar un proyecto de ciudad, lo principal no es establecer y anunciar cuáles son los puntos o las medidas que lo componen, cuyo cumplimiento quedará en el aire, sino que habrá que poner en relieve y dotar de importancia a sus destinatarios, esto es, las ciudadanas y ciudadanos de Jaén. Ellos han de ser la prioridad, ellos han de ser el elemento principal de un proyecto de ciudad que va muriendo de un modo paulatino. Los jienenses no pueden, ni deben, ser el medio que utilicen unos pocos para alcanzar el poder, sino que han de ser el propio objetivo de quienes lo ostentan para dar credibilidad a sus pretensiones y, al fin y al cabo, legitimarlas.

La política triunfa cuando está al servicio de la ciudadanía  y, en Jaén, ha fracasado, porque la voz de la ciudadanía poco o nada se ha tomado en consideración, no se ha escuchado… es una política sumamente excluyente.

Y escuchar, ya saben, es esa preciosa palabra y honorable acción que debería estar en todo lo alto de las virtudes de los grandes dirigentes públicos, decálogo de grandes políticos, de esos que en Jaén, lamentablemente, suelen brillar por su ausencia —aunque haberlos, haylos.

La ciudadanía tiene la voluntad, tiene las ganas y la fuerza y por ello se ha puesto manos a la obra. Ahora solo falta que le sigan unos políticos que estén a la altura de lo que la ciudad necesita.

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