Ocurra lo que ocurra, lea
No sabía sobre qué escribir. Hacía tiempo que no lo hacía para un periódico. Tampoco sabía cómo empezar. Hacía tiempo que olvidé comenzar. Mientras me devanaba el seso buscando las palabras acertadas recordé una cita de Eduardo Mendoza. Me ha servido para romper el hielo y la _carretera abierta_ que es la página, como diría De Quincey. Ni sé dónde la leí, ni en qué medio, ni a cuento de qué. Las citas se subrayan cuando sintonizan con tu experiencia, cuando tocan fibra, como dicen; cuando ratifican un hecho y certifican algún pensamiento propio. Cuando te demuestran que otro ha pensado lo mismo que tú. Para eso sirven las citas. Eduardo Mendoza venía a decir que cuando se sentaba a escribir siempre aparecían ante él doscientas formas de empezar un texto pero que, desgraciadamente —y era muy traumático—, debía elegir solo una.
Algo similar me sucedió cuando empecé a escribir este texto. Tantas fueron las posibilidades, con sus gracias y peinetas y sus interesantes puntos finales que al final decidí el que acaban de leer. Siempre te la juegas. No siempre se descubre esa chispa buena que prende el artículo entero.
Pero… de qué podía ir este artículo. A mí me sucede una cosa: ocurra lo que ocurra, leo. Es como una consigna, un mantra que me repito a lo largo del día. Y sí, leo mucho. Demasiado. Leer siempre me salva. Hace un mes terminé de leer el libro de David Lipsky Aunque por supuesto terminas siendo tú mismo, que ahora me trae otra cita. Es del escritor norteamericano David Foster Wallace. Es una cita divertida, procaz si quieren, y traviesa: «Mear en la nieve sí que sienta bien».
Nadie podría negar la imagen de placer que describe. Al final terminas siendo tú mismo y utilizas la frase para seguir cosiendo el artículo. Acabas de salvarlo del tedio. Pero quiero estirar la cita. Además de ilustrar una sensación y un juego, un surco y un reguero es, si la leen en bemol, ¡un proyecto de vida! ¿Y si fuésemos capaces de descubrir libros que sienten tan bien como cuando orinamos en la nieve? ¿Leer libros que sienten bien es posible? ¿Continuamente? ¿Cómo es eso?
¿No has forzado la comparación? Es posible. Pero de esto pretendía que fuese el artículo. Cuando lees libros, muchos libros, y la clave para leer muchos libros es igualar el acto de leer al de comer y orinar —por necesarios, frecuentes e inevitables—, descubres y das con auténticos «Quake Books», como escriben los americanos. Libros que perturban, de manera positiva, tus perspectivas y horizontes de vida_._ Antes de los cientos de decálogos cursis que listan las razones de por qué leer hay una primera razón de por qué hacerlo: continuar sintonizado con lo que la humanidad ha recogido en los libros desde hace más de cinco mil años.
En fin, hay que terminar. Recuperada mi capacidad para empezar artículos, podría continuar hablándoles de buenos libros por este sitio. Continuar escribiendo sobre lo que hacen los escritores, que es vender su cerebro, por ejemplo. Al fin y al cabo, no se extrañen, ese es su trabajo: vender su cerebro al lector. Y qué mejor entretenimiento que aprovechar ese derroche de inteligencia ajena para nutrir al nuestro.
Si mear en la nieve sí que sienta bien, imagínense leer para aprender a vivir bien bien, y no solo para saber.
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