El optimismo prudente
La pandemia del Covid-19 y su progresión en el mundo entero y de España en nuestro caso nos está llevando a estados de inseguridad, de desorientación, de miedo, de insospechables consecuencias, porque la sociedad está muy triste, sin proyecto, sin ilusión, solo hay oscuridad, y debemos impedir situaciones de pánico.
Los medios de comunicación y las administraciones públicas son fundamentales para transmitir, con realismo, pero también con entusiasmo, un optimismo prudente, dejando para otro momento las tendencias políticas.
Rompan moldes, denles altavoz a quien pueda aportar algo. Incentiven la producción de nuestros productos y tecnologías para evitar comprar fuera, pero seamos concretos para no hacer cierto del todo el refrán “El uno por el otro, la casa sin barrer”. Diseñemos sector y me sale industrializar con millones de paneles solares, naturalmente donde haya más horas de sol/día, torretas eólicas, donde exista más viento, en definitiva, donde digan los técnicos que saben para darle rapidez. A mí me gusta el cooperativismo eficaz y hay ejemplos de cooperativas ejemplares, que abarcan varios sectores y nos pueden servir de guía, pero en todo caso lo importante es que se haga y cuanto antes y que estrenen trámites de rápidos procedimientos burocráticos, que sería una gran parte del éxito.
Es tan grave lo que está pasando que todos nos tenemos que unir para protegernos, para incorporar opiniones, sugerencias, ilusiones, anhelos, sensibilidades, proyecciones, porque parte de la solución está en nuestras manos. Que nos ayuden a encender la luz y veamos brillar nuestro sol, que por nuestra privilegiada situación geográfica es, el mayor activo, en los sistemas productivos de alimentos. Faltaría el trasvase de los ríos desde su desembocadura.
Desgraciadamente, tenemos que convivir con el virus durante bastante tiempo, y por ello tenemos que mantener un gran equilibrio con la actividad laboral, que genera el 6,70 % de los contagios, para mantener encendida la actividad económica y evitar o reducir las pérdidas y cierres de empresas que se están produciendo.
Deben de ayudarnos a conocer a nuestro enemigo, de forma sencilla, porque no sabemos aún si es partícula o materia viva o algo inerte cubierto de grasa, que se activa y multiplica en nuestro cuerpo y se destruye fuera con espuma de jabón o hidrogel. Explicarlo con dibujos e imágenes animadas sería ideal y desenfadado.
Antes se veían salir tractores con grandes bombas que pulverizaban agua con lejía y ahora no lo vemos. Nos decían y tienen que seguir diciéndonos, como restamos presencia del Covid-19 en las calles, aceras, en los bancos de las plazas, en las entradas a las comunidades de pisos y si siguen formando parte de los protocolos municipales, la fumigación de la mayor parte de las superficies, porque debe de haber mucho virus en infinidad de sitios insospechados.
Se tendría que crear un buzón de sugerencias, donde los ciudadanos dejásemos nuestras ideas y darle publicidad, así todos nos sentimos participes de un proyecto importante y común, cuyo objetivo es reducir hasta exterminar el virus invisible.
De igual forma, no deben cruzarse o adelantarse deportistas sin mascarilla, con personas que la llevan o no y van a andar de forma menos rápida.
Como hay que reinventar y potenciar el sector hotelero y de restauración, conceder premios a quien o quienes hayan realizado de forma constatable acciones o actuaciones en las que se consigan reducir contagios, y financiados por las Administraciones Públicas y los sectores afectados y darles visibilidad mediática. Que no se hable de otra cosa que de reducir contagios, crear nuevas actividades y la consecuencia de más empleos.
En lo que se refiere a la actividad, la solución es, sin duda, trabajo, trabajo y trabajo. Y es que, hay que hacer tantas cosas, que ahora compramos al exterior, que generarían muchas actividades productivas a incorporar a las existentes y con ellas, miles de puestos de trabajo y con manuales de formación profesional, titularidad académica, a la que hay que elevar en dignidad e importancia para aprender en el tajo.
Que nuestros jóvenes sean tenidos en cuenta para proyectar el futuro, con ayuda de los que tienen experiencia, pero ellos también tendrán que reducir o eliminar sus encuentros en botellones y fiestas, que es donde se producen un gran porcentaje de contagios y tenemos que reducirlos para evitar sufrimiento y que nuestro sistema sanitario se sature.
Los médicos licenciados en Medicina y Cirugía y que no han hecho el MIR, incorpórenlos al sistema como ayudantes de los especialistas. Se han formado con cargo a España, que goza de un reconocido prestigio internacional. Por su difícil acceso, son alumnos brillantes. Todos los profesionales sanitarios merecen nuestro cariño y admiración. Los necesitamos.
Hace poco saltó la gran noticia del avance en la lucha contra el cáncer al descubrir un grupo de investigadoras, en su mayoría mujeres y además españolas, capitaneadas o coordinadas por la doctora María Blasco, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, un método y fármaco que inhibe el desarrollo de las células tumorales, reduciendo la progresión del cáncer, sobre todo el del pulmón, que es el más letal y, hace dos días, se han realizado cinco trasplantes a un solo receptor, un joven de 14 años. Hagamos de estas fortalezas oportunidades crecientes.
Necesitamos corregir las inmensas desviaciones en valores y, para ello, tenemos que educar a la actual generación naciente en bondad, en solidaridad, en agradecimiento, en respeto, en igualdad, en esfuerzo, en el perdón y en otras virtudes, que están para sentirlas y aprenderlas y perseverar en ellas de forma machacona, porque nos llevará a un mundo mejor. SECOT, la asociación a la que pertenezco, a través de sus socios se prodiga y empeña en transmitir estos valores a cuantos acuden a nosotros buscando asesoramiento para sus proyectos de emprendimiento y, también, en cuantas intervenciones de tipo formativo prodigamos a lo largo y ancho de toda la geografía nacional.
Se me ocurre que los que somos mayores, y muchos ya abuelos, tendríamos que echarnos otra tarea y es la de transmitir ilusión, que en este caso es agradable y llena de ternura. Voy a explicarlo con una vivencia:
Cuando era un niño a veces nos reuníamos quince o veinte chiquillos en un corralón de la casa de nuestro buen amigo y gran persona Esteban Cano (ya fallecido), para que su abuelo nos contara cuentos e historietas cargadas de fáciles conceptos, de buenos y malos, donde el bien presidía sobre el mal y con final feliz. Tales eran las facultades innatas, la capacidad de empatía del abuelo, que nos tenía embobados. A su nieto le comentábamos “¡Cuanto sabe el abuelo¡” y orgulloso decía que le gustaba leer, con su gramática parda, como él decía. Sesenta años han transcurrido y aún me acuerdo de la bondad y ternura del agradable abuelo.
Benditos abuelos, que con sus aportaciones de cariño, económicas y de todo tipo, han resuelto y seguirán haciéndolo muchos problemas familiares. Benditos sean.
Texto de SECOT Jaén
Únete a nuestro boletín