Primer pasaje de Otoño: Hayedo de Tejera Negra
Volví a disfrutar de la sombra y la pausa.
Volví a imaginar nuevas aventuras.
Sentí el encanto de comprender el efecto de la causa.
Sentí el cicatrizar de viejas heridas.
Y amé, el valor de abrazar al miedo,
sin expectativa dejé que me acompañara,
y en su compañía encontré la magia de caminar con alegría.
¿Y si la vida es eso? Dar la mano a tus temores...
hablarles con sosiego, escuchar qué tienen que decirte...
Desde mi paradigma, ha sido este trigésimo cuarto Otoño en el que perdí todas las hojas secas de mis limitaciones, donde me despojé de todo lo que me cubría y evidencié que no es malo perder algo que crees tener, cuando nunca hemos tenido nada más allá de la estructura del Ser que lo contiene todo.
Que todo volverá a brotar con más sabiduría.
Que la belleza será contemplada con suave fortaleza en un nuevo ciclo que comenzará para delicia de nuestros sentidos en todas sus formas y colores.
Del verde, a rojos, a naranjas, amarillos y ocres.
Salí de lo conocido, de lo cercano y saqué un pasaje al norte de lo inexplorado.
Sabía que las condiciones serían, diferentes, pero marché animado.
Y en ese campo de sueños llamado naturaleza que siempre anda proponiendo planes, lugares y personas me andaban aguardando para conectarme con sensaciones insospechablemente hermosas.
Otoño comienza aquí. Robles, pinos silvestres, sendas entre hayas, hojas alfombran mi paso y navegan arroyuelos esquivando brezos y retamas. Cuando el rio suena… granizos blanquean, rayos de agua y gotas de sol. En el Hayedo de Tejera Negra, primer pasaje de Otoño.
Descubriendo caminos y abrazando mis miedos, hasta que me enamoré de ellos.
Y si la vida es eso… ser feliz con nada, para así poder apreciarlo todo.
Quien quiera comprender, todo lo irá comprendiendo.
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