Perder un recreo para ganar una vocación
Un taller de restauración de obras de arte despierta gran interés entre el alumnado del instituto de Secundaria María Cabeza Arellano de Mengíbar
Una sentencia asegura que "restaurar, conservar una obra de arte, es un acto de profundo respeto hacia el transcurso del tiempo".
Una frase que parece haber sido escrita con la cabeza puesta en el Instituto de Educación Secundaria 'María Cabeza Arellano' de Mengíbar, donde desde comienzos del segundo trimestre y hasta el final del tercero una quincena de estudiantes de difererentes cursos del centro aprenden a devolverles a valiosas piezas el esplendor perdido, de la mano del profesor de Plástica y Dibujo técnico y restaurador Honorato Justicia.
Un taller de restauración de obras de arte, sí, una novedosa iniciativa que llamó la atención de nada más y nada menos que el diez por ciento del alumnado del antiguo 'Albariza' y cuyos inscritos sacrifican, incluso, el añorado recreo por aprender eso de conservar en perfecto estado tallas y cuadros que acumulan años, décadas y hasta siglos.
"Trabajan en tres esculturas: una Inmaculada de la escuela de Alonso Cano, del siglo XVI; un San Sebastián del XVII, dos cuadros religiosos del XVIII y un Resucitado de finales del XIX", aclara Justicia, antiguo alumno del centro a quien ni se le pasó por la cabeza, en un principio, que su propuesta de taller iba a despertar tantísimo interés.
Piezas de alto valor histórico artístico, cedidas por instituciones y particulares, por las que, a día de hoy, jóvenes de edades comprendidas entre los catorce y los dieciocho años (o lo que es lo mismo, estudiantes desde tercero de la ESO hasta Bachillerato) cambian su horario escolar de esparcimiento por media hora de clase entre disolventes, bisturíes, adhesivos, hisopos de algodón...
"Primero nos centramos en conocer la estructura artística de la obra, y aunque los tutelo, la verdad es que, al final, trabajan ellos solos: los resultados son maravillosos", celebra Honorato Justicia. ¡Vamos, que está encantado!
Le pasa lo que a sus alumnos, verbigracia José Carlos González Arellano, que hasta se lamenta que el cursillo no comenzara antes, para poder aprovecharlo hasta el tuétano: "No se hace pesado, es media hora muy amena y estás con tus compañeros, además".
Debe de sentirlo así porque, si no, no pronunciaría palabras como estas hacia el profe: "Honorato, tanto a nivel de profesor como profesional, es un pedazo de persona que nos transmite mucho su ilusión, nos contagia las ganas de hacer las cosas bien". Lo que es el maestro es más importante que lo que enseña, dicen que dijo el psiquiatra Menninger.
Pero..., ¿de verdad, verdad llevan bien eso de no bajar al patio los martes y los viernes? "Es una actividad por la que merece la pena perder el recreo, es enriquecedora", apostilla González Arellano. Ni mil palabras más.
Quién sabe si del aula de Dibujo del IES María Cabeza Arellano de Mengíbar no saldrá, más adelante, un buen grupo de profesionales de la restauración entusiasmados tras el descubrimiento de una vocación en la que su 'insti' ha tenido mucho que ver y Honorato Justicia, mucho no: lo siguiente.
"Es una profesión que mucha gente no conoce, y para mí supone una gran satisfacción personal ver cómo cala en estos jóvenes. A nivel personal es maravilloso, y además estoy dándoles un poquito de mi vida, que aparte de la docencia es la restauración", concluye un profesor más que agradecido al equipo directivo de su centro por acoger sin ambages su propuesta de taller, o sea: por permitirle convertir en materia curricular lo que es su pasión de toda la vida.
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