CEREZO: 15 AÑOS SIN UN CLÁSICO
Amigos, compañeros y paisanos del artista villargordeño analizan para Lacontradejaén la figura y la obra del maestro del bodegón, el retrato y el paisaje desde la perspectiva que conceden los tres lustros transcurridos desde la pérdida de uno de los grandes referentes de la pintura jiennense del siglo XX
Será en octubre cuando su muerte cumpla los quince, pero con la que está cayendo cualquiera desatiende al refrán y deja para mañana (un mañana de siete meses largos) el homenaje al maestro del bodegón, el retrato y el paisaje jiennenses, todo un referente de la pintura provincial del siglo XX que, en 2006, soltó el pincel para los restos y se convirtió, él mismo ya, en nombre propio de la galería de grandes de aquí.
Se llamó en vida (y lo sigue haciendo en las páginas de la memoria y de la historia del arte) Francisco Cerezo Moreno, y con ese primer apellido suyo no es extraño que, a la menor ocasión, su legado florezca y maraville hasta no quedar más que celebrarlo, como hacen los japoneses con su milenaria fiesta del Hanami.
Todo un clásico cien por cien Jaén que desde su nacimiento en Villargordo, en 1919, no hizo sino exaltar a su tierra a través del arte que mejor dominaba y que, hoy, amigos, compañeros y paisanos exaltan desde la perspectiva que conceden tres lustros: los que han transcurridos desde su muerte.
REFERENTE ARTÍSTICO
Alberti colocó a la entrada de su casa romana de vía Garibaldi un cartel en el que se leía: "No se escriben prólogos". La peregrinación de poetas españoles a la Ciudad Eterna para conocer en persona al mito portuense no terminaba nunca y al autor de Marinero en tierra no le quedó otra que cortar por lo sano.
Es lo que les ocurre a los referentes culturales, que todos los buscan (buenos o menos dotados —de talento, faltaría más—) para contar con su firma en sus libros, para presumir de prologuista. En modo jiennense, al maestro de Villargordo le pasó lo mismo, y rara es la publicación (de calidad, eso sí) en la que los dibujos del artista no ilustran obras hoy día aplaudidas como joyas de la bibliografía provincial.
Ahí están, por poner solo algunos ejemplos destacados, su aportación a los Castillos y atalayas del Reino de Jaén, del Planeta Juan Eslava; Evocando Jaén, junto con el recordado Pepe Vica; el poemario de Felipe Molina Verdejo Épico Jaen, Lírico Jaén, o el monumental Jaén, emblema del Renacimiento, en colaboración con el catedrático Pedro Galera. Solo una muestra del prestigio del que gozó Cerezo entre sus contemporáneos.
Y eso sin obviar el caché que poseer un cuadro de su autoría concede a su propietario. Sí, una pared cualquiera es otra cosa si un Cerezo le puebla la verticalidad.
PRESTIGIO INTACTO
Un aprecio, una estima que, quince años después de su fallecimiento, no ha perdido ni un ápice de vigor: "Bajo mi punto de vista, su prestigio se mantiene", asegura el pintor Manuel Kayser, amigo antiguo del protagonista de este reportaje y miembro del jurado del premio de pintura que, desde hace ya tres décadas, universaliza el nombre y la producción de Cerezo.
"Cerezo es punto y aparte", aclara en tanto advierte del desconocimiento que "grupos de jóvenes y no tan jóvenes" muestran ante la figura y la obra de otros artistas de gran calado en el mar de olivos, activos durante el pasado siglo. "Él tiene su propio museo en Villatorres, un museo que está muy bien, que yo le diría al profesorado de enseñanzas medias, y por qué no al último curso de básicas, que fueran a verlo, tiene obras suyas muy significativas y obras de amigos que ofrecen un recorrido por la historia de nuestra pintura".
Y es que, en sus palabras, Cerezo Moreno no hizo una obra "que requiera razonar, buscarle incógnitas, sino que lo que quiso decir está en sus cuadros, que son evidentes, muy claros".
Kayser evoca: "En mi adolescencia, yo lo veía como un pintor con una imagen muy romántica, como prototipo del artista, un hombre totalmente entregado a su pintura; luego, avanzando el tiempo, según lo conocí mejor y nos hicimos amigos, siempre lo consideré un buen pintor, conocedor de su oficio, extraordinariamente bien dentro de lo que es una estética que se fundamenta sobre todo en el clasicismo que aplicaba: era el más clásico de todos", sentencia.
No duda en reivindicar mayor atención para una generación de pintores de aquí que como Rufino Martos, Juan Hidalgo, Serrano Cuesta o el propio Cerezo merecen todavía más atención (reclama) que la que gozan, una opinión que Jacinto Linares Talavera, amigo y discípulo del maestro, secunda:
"Era un maestro con mayúsculas, pero creo que necesita un empujón, difundir algo más su obra, moverlo un poco más, lo veo un poco estancado". Una situación que Linares achaca al "desinterés" por el arte en Jaén: "Hace unos años había exposiciones, ahora la cosa está muy parada y no solo por el Covid, viene de antes; no sé si a partir de la crisis que tuvimos, pero veo mucha menos actividad artística en los últimos veinte o veinticinco años", certifica, y apostilla: "Jaén es reacio a ensalzar a sus figuras, tiene desinterés por sus artistas".
UN PINTOR ARRAIGADO
Decir Francisco Cerezo Moreno es a la provincia de Jaén lo que Dalí a Figueres o Tolouse-Latrec a París. Pintor arraigado (en el menos político de los sentidos de la palabra, tan lejos del concepto semisecular de la España de posguerra), de ahí que la opinión de Jacinto Linares respecto al peso de la figura y la obra del gran retratista y paisajista villargordeño se difumine en cuanto sube a sus labios el nombre de su patria chica:
"Todos los años voy como jurado al premio de Villatorres y ahí sí que tiene difusión para toda España y el extranjero, ahí sí...". Y tanto, en plena plaza del pueblo se encuentra el Museo Cerezo Moreno, verdadero epicentro para estudiosos y amantes del arte singularísimo de quien, en 1981, se convirtió en hijo predilecto de su ciudad natal y vio rotulado su nombre en el callejero local:
"Para nosotros, Cerezo es la cultura, el eje cultural sobre el que pivota nuestro municipio; el museo es el legado que nos dejó", celebra Miguel Manuel García, alcalde de Villatorres. Un museo abierto en 1998, ocho años después de que el Ayuntamiento crease un certamen en su honor que, a día de hoy, "goza de muy buena salud" (en palabras del regidor) y cuya repercusión en este precioso punto de La Loma y Las Villas haría esbozar una amplia sonrisa en el severo rictus del desaparecido pintor:
"Nos aprovechamos (en el buen sentido de la palabra) de ese turismo de gente que consume arte y luego se queda en nuestro pueblo, prueba nuestra gastronomía... Nuestra valoración es muy positiva, de hecho cada año vamos a más", indica el alcalde en alusión al constante crecimiento del programa cultural en torno al artista, con 'nuevos' galardones como el concurso de pintura rápida o su influjo en convocatorias como los Encuentros Artísticos Rurales, que merecen por sí mismos un amplio reportaje.
En el horizonte, un ambicioso proyecto: "Este año vamos a intentar cumplir el último de sus deseos: un catálogo con su obra", adelanta García. Un primer paso, con las piezas depositadas en el museo como protagonista, pero con la mirada puesta mucho más allá, en el resto de su vasta y repartida producción: "Hay mucha obra repartida, pintó muchísimo, continuamente, todos los días, y vendió mucho aquí y fuera de aquí; por ejemplo, todo lo que llevó a Nueva York lo vendió y allí hizo muchos retratos a gente importante durante el mes que pasó allí", recuerda Linares. Todo un reto, pues.
Ese amor del artista hacia su pueblo, que abandonó "con trece o catorce años pero con el que mantuvo relación toda su vida" llevó a la familia a decidir que sus cenizas descansasen precisamente en una de las vitrinas de su espacio museístico: "¡Qué mejor sitio!", exclama su discípulo. Y eso que la geografía sentimental del pintor traspasaba las fronteras entrañables de su tierra, vaya que sí.
Enamorado de los paisajes manriqueños de Segura de la Sierra, allí vivió, creó y hasta se ganó el aprecio de los curtidos serranos, que no dudaron en homenajearle con una calle del pueblo a su nombre. Ya van dos.
La tercera, en la capital de la provincia, Jaén, de cuya vida cultural fue indudable protagonista y que tampoco le ahorró aplausos. Ahi está su calle y, sobre todo, su recuerdo en varias generaciones de jiennenses capitalinos que tampoco olvidan su compromiso con el patrimonio local.
No en vano, además de participar en la restauración de algunas de sus más icónicas piezas devocionales, está escrito que a su empeño de no marcharse del viejo estudio del Camarín de Jesús (que ocupó desde finales de los 50 hasta 1974), en su maravillosa terquedad a la hora de continuar pagando el alquiler de aquel destartalado gabinete, se debió en parte que la piqueta no se llevase por delante la antigua iglesia carmelitana, felizmente recuperada como santuario nazareno en 2009.
APUNTE BIOGRÁFICO
Hijo de José Cerezo Rodríguez, herrero natural de Marmolejo, y de la villargordeña Juana Moreno Mateos, llegó al mundo el 19 de enero de 1919 el séptimo de los nueve hermanos de la familia.
Tras sus primeras exposiciones en La Económica y otros representativos espacios de la capital en la década de los 40 del pasado siglo XX, en 1944 obtuvo la Medalla de Oro en la III Exposición Provincial de Arte con su dibujo Nocturno del Castillo de Otiñar, en el que supondría el primero de una nutrida serie de galardones a lo largo de su existencia.
Entre aquel momento y el 10 de octubre de 2006, cuando cerró los ojos para siempre, toda una vida dedicado a lo que más amó, la pintura, el arte. Un lujo de Jaén.
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COMENTARIOS
RAFAEL Palomino Kayser Marzo 25, 2021
Muy bien las actividades que se realizan en Villargordo todos los años; la catalogación de su obra sería necesaria
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