Manuel Ramírez Ibáñez, un niño prodigio de la pintura

El artista arjonero, fallecido hace un siglo, destacó pronto por su talento, logró importantes reconocimientos y figura en el catálogo del Prado con seis obras
"Honra del arte español y de la provincia de Jaén", dijo de Manuel Ramírez Ibáñez (Arjona, 1856-1925) el cronista Alfredo Cazabán en las páginas de Don Lope de Sosa aquel mes de enero en el que el artista de la provincia cerró sus ojos para siempre.
Una mirada que muy pronto, en plena adolescencia, sorprendió a propios y extraños por su capacidad para plasmar sobre el lienzo o la tabla paisajes, figuras o escenas históricas con los que consiguió, a lo largo de su celebrada trayectoria, el reconocimiento general.
Dotado de gran dominio técnico, no le faltaron premios ni pensiones con las que dar rienda suelta a su capacidad creativa, y hasta el preciado catálogo del Museo del Prado presume nada más y nada menos que de seis piezas de Ramírez:
La muerte de Francisco Pizarro, de 1877, actualmente en el toledano Museo del Ejército; Baño Pompeyano, de 1880, cedido al Museo de Bellas Artes de Badajoz, donde cuelga a día de hoy; Pedir limosna para enterrar a don Álvaro de Luna, fechado seis años después y que puede contemplarse en el Museo Provincial jiennense; El pastorcito, de 1887 y ahora en el Museo de San Telmo de San Sebastián, igual que Paisaje, del mismo año y en la misma ubicación, compartida con La lección de piano, pintado en 1892.
Un nombre propio de la pintura provincial de cuya desaparición se cumple el primer centenario en 2025.
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