Tamayo, otro grande de la pintura en el cementerio viejo
El artista ubetense, cuyas Bailarinas se exponen estos días en el Baño del Naranjo de la capital de la provincia, yace en San Eufrasio desde su muerte en 1975
Nació en Úbeda (1888), vivió en Madrid y Jaén y falleció en Almería pero, como José Nogué, su ilustre colega vecino del viejo camposanto jaenés de San Eufrasio, José María Tamayo duerme el sueño de los justos en la capital del Santo Reino desde aquel año 1975 de su marcha, a cuatro pasos uno del otro, en sendos nichos inadvertidos para muchos pero, como tantos otros habitantes de este tardorromántico cementerio, dando lustre a un recinto que se muere a chorros.
Pintor de altos vuelos, estos días puede verse en el Baño del Naranjo, en pleno casco antiguo de la ciudad del Santo Rostro, una colección de Bailarinas de los locos años 20 que dejan clara, además de la calidad de su producción, su carácter de hombre de su tiempo, en continua apuesta por la vanguardia figurativa enmarcada dentro de los cánones de un clasicismo al que nunca renunció.
De ahí que su impronta artística se marcase a fuego en muchos discípulos, aquellos que en la Escuela de Artes y Oficios (que hoy lleva el nombre de Nogué) pasaron por sus clases y, privilegiados, asumieran de sus propios labios y manos las enseñanzas del maestro Tamayo.
Soberbio retratista, ahí está el que realizó a Alfonso XIII para el Consistorio ubetense; en la capital del mar de olivos, por poner algún ejemplo, el entrañable retrato del no menos recordado sacerdote Cándido Carpio Ruiz, que se conserva en la parroquia del Sagrario de la Catedral, o La bacante griega del Museo Provincial, en cuyos fondos figura igualmente Un rincón de Jaén.
Otro grande de las artes plásticas cuyos restos, si nadie lo remedia, tendrán doble entierro: el de abril del año que fue inhumado y el que le procure el derrumbe definitivo del cementerio viejo.
Únete a nuestro boletín