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Loli Ruedas: la 'resurrección' artística de una pintora huelmense

Por Javier Cano - Mayo 29, 2022
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Loli Ruedas: la 'resurrección' artística de una pintora huelmense

La artista retoma los pinceles tras once años de silencio expositivo y sorprende en su tierra natal con una muestra capitalizada por sus personalísimos olivos

Dice el dicho que de una boda sale otra boda, pero de la última a la que asistió Loli Ruedas (Huelma, 1965) lo que salió fue una exposición... ¿Una exposición? No, qué va, mucho más que eso: toda una resurrección. 

Sí, once años llevaba la artista sin someter sus cuadros al juicio de las miradas ajenas, enfrascada como ha estado en su trabajo, en su casa, en su vida..., hasta que un enlace matrimonial la hizo coincidir con el concejal de Cultura del municipio, Juan Luis Guzmán, y animada por este se decidió a exhibir sus últimos acrílicos y acuarelas, creados durante la pandemia: "No hay mal que por bien no venga", exclama. 

¿El resultado? Un éxito de ventas que certifica el interés que despierta su pintura, copada siempre por esos olivos personalísimos que no se cansa de inmortalizar, que cada día le procuran mayor interés: "Es lo que me rodea, estoy sentada en casa y los estoy viendo. Es mi tierra". Así de simple y así de honda. 

Y eso que su marido es del gremio olivarero, que cansado de su jornada laboral alrededor del árbol sagrado podría reprocharle su fijación, pedirle que le pintase marinas; pero no, todo lo contrario, le encantan. 

UNA VIDA RODEADA DE ARTE

Llevan juntos cuatro décadas largas, desde que ambos eran unos chiquillos y ejercían su amor al arte en otra disciplina, la música: "Nos conocimos en el coro parroquial", evoca Ruedas, y tanto tiempo después han convertido su melomanía en casi una profesión. 

Ahí están, directores de cuatro coros de sabor andaluz de la provincia de Granada, cuatro formaciones que son las niñas de sus ojos y que, hasta hace nada y menos, parecían el único modo de dar rienda suelta a su creatividad. 

Ahora no, Loli ha decidido firmemente que en sus manos hay hueco suficiente para la batuta y también para el pincel y la paleta y ya trabaja en nuevos proyectos, siempre con el olivar en su aliento creador:

"Me llaman mucho la atención los troncos de los olivos viejos, y cuando paseo me voy fijando en ellos para luego pintarlos", explica. Lo dicho, una cotidianidad rodeada de arte.

Así ha sido durante toda su existencia, confiesa que era la "típica niña" que en las horas de colegio aprovechaba los márgenes de las hojas para dibujar, expuso por vez primera en el 95 y siempre con buenos resultados, hasta el legendario Carmelo Palomino Kayser le aplaudió su talento cuando coincidieron como vecinos en Huelma, aquellos años en los que el giennense firmó algunas de sus mejores piezas.

Él, que tanto emparentó con Sorolla (el maestro de los maestros para Ruedas) en el tratamiento de sus obras. No en vano, la rotunda delicadeza del trazo del valenciano parece hacerse presente entre el preciosismo con el que Loli Ruedas retrata los achaparrados obeliscos del campo de Jaén, luminosos ejemplos tanto de una bien asumida influencia sorollesca como de una querencia incontestable por el tratamiento de la luz, cercano en ocasiones a la elegancia de un Darío Regoyos. 

"Son la luz, el color, la belleza y riqueza de mi tierra, mi inspiración. Alimento y sustento de sus gentes, también de mi pasión. Plasmarlo, mi motivación", ha escrito la pintora huelmense sobre los entrañables protagonistas de sus cuadros. Esos que, bien centrados en cualquier pared, podrían pasar perfectamente por una ventana limpia con vistas al mar... de olivos. 

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