'La Casa' poética de Salvador García Ramírez
El último libro del autor ruseño mereció el Premio Carmen Merchán Cornello de Cazalla de la Sierra, en Sevilla
"Donde una puerta se cierra, otra se abre". Lo dijo Cervantes, casi nada, y cuatro siglos después un poeta ruseño cumple a rajatabla la sentencia del príncipe de los ingenios tras una trayectoria docente de toda una vida (la puerta cerrada por la jubilación, hace un año) con una carrera literaria en plena efervescencia (la puerta que se abrió hace doce meses) plagada de reconocimientos y publicaciones que hacen de Salvador García Ramírez (Rus, 1958) el vate jiennense del momento.
"Debí haberlo hecho hace veinte o veinticinco años, porque hubiera aprendido mucho más y hubiera tenido el recorrido que debiera tener, pero bueno, solo en un año que llevo jubilado es cuando me ha pasado toda esta explosión; algunas veces, en la vida no ponemos todo el énfasis que debiéramos", confiesa García.
Y es que, añade: "En esto hay un largo proceso de aprendizaje, de ensayo, de probar registros, que yo tenía que haberlo ido haciendo durante veinte años, no durante nueve meses; hacen falta horas de vuelo, manchar folios, pero no se puede volver para atrás".
Sea como fuere, la queja del poeta hacia sí mismo cae por su propio peso en cuanto se la enfrenta con un currículo envidiable, forjado a fuerza de empeño, talento y madurez humana y literaria. Ahí está La casa, su último poemario, cuyo título emparenta con lo mejor del granadino Luis Rosales y que no pasará a la historia, precisamente, como un libro sin premios: tres jurados, tres, lo escogieron como el mejor de los presentados tanto en Ávila (donde no pudo acudir y, por tanto, tuvo que renunciar a recibirlo) como en la sevillana Espartinas, inmediatamente después de ser distinguido en Cazalla y, por lo tanto, fuera de concurso.
La casa, séptimo hito en la producción del ruseño, exhala "el diálogo que se establece con el lugar en que se vive, pero cuando se está solo, no en compañía", dice el poeta. Es el hogar de los padres, de los abuelos..., el territorio donde se aprende a jugar, a leer. Lo importante, vaya. Dividido en dos partes, en las que el sujeto poético evoca la casa in situ y desde la lejanía, destaca de este poemario su "carácter intimista y su calmo lirismo", con palabras del tribunal que lo premió. Un cambio de registro en la trayectoria literaria de García Ramírez, que alaba la labor de los certámenes poéticos frente a "la pseudopoesía que, muchas veces, se puede leer en las redes".
El 18 de octubre, día de San Lucas, en el patio del palacio de los Salcedo de Baeza, los amantes de la alta poesía tienen una cita con un hermoso conjunto de poemas, esos que, como escribió el catalán Margarit, higienizan el mundo cuando son buenos y lo ensucian cuando no.
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