De 'cocinillas' en Cabra a finalista de un 'premiazo' nacional
José María López Perea cumple la primera etapa de su sueño y aspira a ganar el Promesas de la Alta Cocina de la reputada escuela gastronómica Le Cordon Bleu
Sus dedos, acostumbrados al tacto de especias y carnes, de salsas y guarniciones, están ahora a nada y menos de tocar el primero de los grandes éxitos que su vocación y su ambición se han currado.
Se llama José María López Perea, nació en Cabra del Santo Cristo en 1999 y tiene a un paso el X Premio Promesas de la Alta Cocina de la reputada escuela gastronómica Le Cordon Bleu, a cuya final lo han llevado los muchos, muchísimos votos recibidos para subir el primer peldaño de este prestigioso concurso y situarse donde ha llegado, a pie de podio.
"Para mí era un sueño, y estar donde estoy ya es demasiado", confiesa a Lacontradejaén este estudiante de Cocina en el instituto Almeraya de Almería. "No me veía entre los finalistas, era más bien una aventura a ver qué pasaba. Yo, al principio, tenía conciencia del concurso pero no daba el paso, no era uno de mis objetivos. Mi profesor me animó, me dijo que yo podía con esto, me apunté y...", y eso, que (siguiendo con el argot culinario) lo tiene a huevo.
Un futuro chef de inquebrantable afición que más de un verano ha cambiado las perolas de su alma por los rodillos y las brochas de su padre, pintor, para arrimar el hombro a la economía familiar:
"Pero me gusta más la cocina, de pequeño ya era un cocinillas en casa", explica. La vocación, que es la espina dorsal de la vida. O eso afirmaba Nietzsche, quien daba tanta importancia al buen comer que consideraba que de ello dependía la salvación de la humanidad.
Con estos mimbres, no parece casualidad que su primer año de prácticas, en el presente curso, lo vaya a desarrollar en "el único restaurante de Almería que tiene una Estrella Michelin" (asegura mientras presume de que en Jaén hay más locales con ese importante reconocimiento); pero, eso sí, rezuma humildad frente a lo que tiene por delante.
Y es que Le Cordon Bleu le ha enviado ya las directrices para la receta que tiene que presentar antes del 19 de abril, con los únicos ingredientes que debe utilizar para cuajarse el plato ganador:
"Un rablé de conejo, que es la parte del lomo; un estofado de sus patas, unos gnocchi de patata, una salsa aromatizada con estragón y una guarnación libre", detalla a la par que le pone los dientes largos hasta al teléfono móvil, que no tiene dientes.
A estas alturas no necesita votos populares, no requiere del apoyo que le han brindado a espuertas para llegar adonde ha llegado; la suerte, cuando toque, dependerá de un jurado de expertos que emitirá su veredicto en la final del próximo 26 de abril.
Y después, ¿qué? "Si gano, no sé lo que haré pero lo que sí tengo claro es que seguiré formándome". No le será difícil, que el primer premio es, precisamente, una beca de un año de duración en la escuela: "Nunca voy a parar de formarme, nunca bajaré la guardia, hay que estar siempre atentos a las nuevas tendencias", apunta.
A lo lejos, tras el auricular, se oye ruido de cacharros, el chufchuf de una olla..., esa silencio antiguo de aceite en la sartén.
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