"Vamos a Espeluy", el lema de unos primos que no olvidan sus raíces
Juan Manuel Fabra y sus parientes aprovechan cualquier ocasión para regresar al pueblo jiennense de donde proceden sus familias maternas
Juan Manuel Fabra Jiménez nació en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1962 y su primo Charl Dempsey, en Nueva York, pero cuando hablan de raíces, de orígenes, todos los mapas llevan un nombre: Espeluy.
"De allí era mi abuela materna, Mercedes Alcázar Troyano", comenta Fabra. Maestra de profesión, "fue recorriendo pueblos con su profesión, entre ellos Villargordo", donde vino al mundo una de sus hijas, María de los Ángeles Jiménez Alcázar (la madre de Juan).
Cinco líneas han bastado para evocar el municipio espeluseño desde la patria chica de Rafael Alberti, pasando por la Gran Manzana. Y es que Fabra y los suyos se sienten aquí como en sus propias casas. Pero, ¿qué relación guardan estos tren puntos del mundo que une tanto a los protagonistas de estas páginas digitales de hoy sábado?
"A mi abuela la trasladaron al Puerto en los años 50", explica y deja claro de dónde viene esa veta gaditana que Juan derrocha en su acento y en sentido del humor, que le rebosa cuando habla y hasta cuando guarda silencio.
Con estos mimbres y pese a una aventura vital que los sitúa a cada uno en distintos puntos del globo, las raíces maternas de la familia siguen intactas y procuran refrescarlas en cuanto se les presenta la ocasión, que suele ser varias veces al año.
"Mi abuela nunca perdió el contacto con su pueblo, donde seguían viviendo varios de sus hermanos, y nosotros, cuando mis primos vienen de Nueva York a España, siempre decimos '¡Vamos a Espeluy!'. Un grito de guerra que destila eso: amor al terruño.
"Cada vez que viajamos por España, a la vuelta solemos entrar a Espeluy". Juan lo lleva haciendo muchos años, desde aquella primera ocasión en que, niño todavía, sus abuelos lo llevaron a conocer la casa solariega, la semilla de su árbol genealógico.
"El pueblo sigue conservando mucho encanto, y tengo que decir que ahora está un poquito mejor que antes", confiesa, satisfecho. Y es que a Fabra le preocupa el día a día de un espacio que considera suyo, le inquieta por ejemplo que los espeluseños no dispongan de un establecimiento hotelero donde acoger al personal:
"Ahora, el castillo de los Valenzuela está en venta; a ver si hay suerte y hacen un hotel rural o algo así, sería una auténtica maravilla", exclama. Ese castillo donde la mismísima Santa Teresa (esta semana se ha celebrado su onomástica) fue atendida después de salir viva de milagro de una barca más zozobrante que las cabinas de la noria.
Y no es que les falte donde dormir, que Charly Dempsey y su esposa, Theresa (¡menuda casualidad, ese nombre!) heredaron una propiedad familiar a un tiro de piedra, en Mengíbar; pero puestos a pasar unos días en Espeluy, lo suyo es que su precioso paisaje sea lo primero que vean los ojos al despertarse.
"Ellos tienen mucho amor a España, vienen dos veces al año", apostilla Fabra. Con ellos, Juan y su esposa han compartido, recientemente, la sensación de pisar el suelo que caminaron sus antepasados o lo emotivo de adentrarse en un inmenso local en el que, cuando era un peque, Juan Manuel Fabra Jiménez lo pasaba en grande:
"Un hermano de mi abuela fue el director del almacén de aceite de oliva de la Estación de Espeluy, el más grande de España y probablemente de los más grandes del mundo. De niños jugábamos allí, así que fue emocionante volver a aquellos recuerdos. El almacén, por dentro, parece un museo, hay partes que están como hace setenta años, los muebles de la casa y la oficina..., ¡una auténtica maravilla!", que recorrieron de la mano de los primos Juan Francisco y Juan Carlos Alcázar.
Unos versos del eterno marinero en tierra vienen ahora que ni pintados: "Entré en el patio que un día / fuera una fuente con agua. / Aunque no estaba la fuente, / la fuente siempre sonaba, / y el agua que no corría / volvió para darme agua". Eso, agua, porque otra cosa...
"Estaba el bar cerrado y nos quedamos sin comer migas, siempre nos gusta comer el plato típico. Eso se ha quedado pendiente". Las célebres migas de Espeluy, sí... Pero incluso así se llevaron el mejor sabor de boca.
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