Un matrimonio de permanencia
El 21 de mayo de 1988, sobre las ocho de la tarde, el sacerdote de la iglesia de San José y Espíritu Santo, en Córdoba, dedicaba unas últimas palabras en la ceremonia religiosa que estaba a punto de concluir. Antonio y Pepi se personaban frente al altar en su nueva condición de recién casados, aunque el párroco allí presente desvió el discurso hacia otra materia que merecía mayor importancia y urgencia en aquel momento. Agradeció a la esposa que diera el visto bueno, además de tratar de instar a los invitados a que comprendieran la situación del neófito marido y perdonaran que se ausentara unas pocas horas después: el Autoescuela Séneca se jugaba la permanencia en División de Honor a la mañana siguiente en Irún, a más de 600 kilómetros del banquete que allí se celebraría. Como si Dios también fuera cordobés. La pareja se fue en plena barra libre.
Puedes leer el texto en el libro Sueños de fútbol sala, de Antonio Pulido.
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