Reconquistando el Centro Social de Mures

Un auto judicial reciente permite a la Entidad Local de Autónoma de Mures recuperar la planta baja del Centro Social de Mures

El denominado Parque de Mures y la planta baja del Centro Social están de nuevo en poder de la Entidad Local Autónoma, presidida por Francisca López “Paquitina”. Un auto judicial ha permitido que esta mañana haya habido cambios en el citado centro: la representante local ya tiene las llaves para acceder a la zona de usos múltiple, donde también están los aseos que no pudieron emplear los vecinos en las pasadas fiestas estivales de San Roque.

Son las nueve de la mañana, y enfrente del edificio municipal de la ELA hay una pareja de guardias civiles. Dentro, otro par de agentes de la Benemérita están reunidos con López e Iván González, secretario de la ELA. Es un diálogo protocolario y sin más razón que la operatividad de un momento algo extraño: la cerradura de la puerta del bajo va ser sustituida en pocos minutos en presencia de la vecina que regenta el Centro Social. No tiene que haber, en principio, ningún problema.

Después del diálogo, López, González y los cuatro agentes se dirigen al Parque de Mures, escenario de conflicto entre administraciones desde las pasadas fiestas. El discurso de la ELA no ha  cambiado, y ahora el auto judicial les da la razón: el parque entra en el inventario de bienes de la entidad y es competencia de la ELA.

En el Centro Social espera Ana, la mujer que lo gestiona pagando un alquiler al Ayuntamiento de Alcalá. Ya recibió la notificación sobre el cambio de cerradura. Enseguida habla con los agentes para agilizar lo que tiene que ser un trámite. Aparatoso, pero un trámite. En el parque apenas hay cuatro vecinos; la gente está trabajando y, si bien el asunto encendió a los mureños, hoy no hay concentración.

Junto a la puerta que en su día se precintó por orden del Ayuntamiento de Alcalá está el coche con el maletero abierto de un trabajador que ya está cambiando la cerradura.

—¿Qué pasa con la alarma? —pregunta López.

Hay una alarma en el Centro Social. La gestora explica que le tomará tiempo desvincularla de la planta baja. Enseguida llama a la empresa que gestiona el servicio. Hay más cuestiones operativas que están por resolver. Por ejemplo, la diferenciación del contador de agua entre la zona arrendada y el espacio que desde hoy está a cargo de la ELA.

López y Ana mantienen un diálogo de cordialidad, sin tensión reseñable, aunque es evidente lo incómodo de la situación. López le dice que si necesita sacar cosas del Centro Social a través de la puerta del bajo, solo tiene que pedir las llaves en la ELA.

El trabajador ya ha cambiado la cerradura. En el salón de usos múltiples, nada más entrar a la derecha, están en perfecto estado los aseos que la ELA pidió usar en San Roque 2017. Los agentes también echan un vistazo al salón: es amplio, idóneo para talleres vecinales, como remarca una vecina que está junto a la puerta.

—Es la primera vez que entro aquí —admite Iván González.

Las escaleras que hay en el bajo comunican con la planta donde está el Centro Social. Aparece otro problema que propicia el diálogo entre López, Ana y los agentes: qué hacer con la puerta que da acceso al bar.

La gestora del centro pide que la tapien; “Paquitina” lo ve excesivo, pero quiere evitar problemas una vez la gente acceda con libertad al bajo.

¿Solución? Un cerrojo. El trabajador continúa la faena: soluciones técnicas a pleitos políticos.

—Esto es de Mures. Nos hicieron mucho daño en las fiestas, cuando no pudimos entrar. Fue indignante —dice una vecina, que también ha tomado fotos del momento en que Francisca López abre y cierra la puerta.

No es simbólico; es real.

La conquista no ha acabado, señalan desde la ELA.

Falta la parte de arriba del Centro Social.