La tierra de Cazorla abriga por fin a Faustina y Alfredo
Emigrantes en Castellón, el matrimonio hizo prometer a sus hijos que los llevarían a descansar en paz a su pueblo natal, donde ya reposan sus restos
"Querían tanto a Cazorla, que nos hicieron prometer que cuando murieran, traeríamos sus cenizas al pueblo". Lo explica a este periódico, con emoción, Margarita Agueras, una de los cuatro hijos del matrimonio formado por Alfredo Agueras Romo y Faustina Moreno Estévez, que si tuvieron que vivir lejos de su patria chica durante su estancia en el mundo, ya descansan abrigados por la tierra de sus antepasados y de sus descendientes, como era su deseo.
Cazorleños de pura cepa, Faustina y Alfredo tenían en el municipio serrano su paraíso particular, el mejor de los escenarios para una vida que, sin embargo, les cambió el mar de olivos por el otro, el de verdad: "Cuando mi madre tenía cuarenta años y mi padre cuarenta y cinco, decidimos entre mi hermano y yo que queríamos trabajar y estudiar; como en aquella época Cazorla no nos ofrecía esa posibilidad, fuimos a vivir a Castellón", aclara Margarita.
A priori, despertarse con el Mediterráneo en los ojos no es precisamente un mal plan, pero la pareja lo tenía claro no: ¡clarísimo!: "Allí, mi padre empezó a trabajar en un taller y acabó siendo encargado enseguida, era buen trabajador.Pero mi madre jamás se adaptó, jamás, se acordaba de Cazorla todos los días, todo lo de su pueblo era lo mejor, hablaba de la gente, conocía todas las historias de su pueblo, los establecimientos..., hasta que murió con ochenta y nueve años; era tremendo, si querías alegrarle el rato, le sacabas el tema de su pueblo", evoca su hija.
Toda una vida en el Levante pero sin faltar nunca al paisaje de sus amores, "volvían a Cazorla mucho": "Para mi madre era la mejor alegría, la más grande". Un amor que transmitieron, incluso, a sus nietos: "Mis hijos son valencianos y de pequeños decían que no, que ellos también eran de Cazorla", explica.
PROMESA CUMPLIDA
Esa querencia, ese apego a la raíz que sentían Faustina Moreno y Alfredo Agueras los ha llevado, finalmente, de regreso al lugar donde vieron la luz primera, para reposar en ella definitivamente, para ser más que nunca hijos de Cazorla, corteza de su corteza.
"Mi madre era muy católica, ycomo la incineración no estaba muy clara en el catecismo hasta hace poco, consultó con el cura, y nosotros después también, para incinerarla y llevarla al pueblo. En cuanto hemos podido, lo hemos hecho", expresa su hija con la satisfacción compartida con sus hermanos de haber cumplido la promesa que hicieron a sus queridos padres.
Fallecido Alfredo en 2016 y Faustina el año pasado, en 2023, la familia ha custodiado sus entrañables restos hasta el pasado mes de octubre, cuando la pareja hubiera cumplido sesenta y nueve años de casados: "Las hemos llevado donde ella quería, con sus padres y su marido, y a él donde él quería".
Los dos lo habían dejado dicho: "Cuando se conocieron, mi padre era encargado de una fábrica de orujo y, para ver a mi madre, hacía dos turnos seguidos de trabajo y así poder estar un ratito con ella. Cuando él llegaba a un sitio que llamaban el cerro de la Cruz, desde ahí ya veía el pueblo; allí es donde quería descansar y ahí está con ella", detalla Margarita.
Unos momentos de gran emoción que han vivido inmersos en la enfermedad de uno de los hermanos, aunque ni eso ha impedido que la familia haya pasado ese instante unida, al completo, a pesar de los pesares. "Todos vuelven al lugar donde nacieron", aquella canción de los Morochucos...
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