Renunciar a la Honduras televisada

Supervivientes, donde participa la jiennense María Jesús Ruiz, muestra una imagen del país antagónica a la que encontró el alcalaíno Daniel Molina en Tegucigalpa

Antaño La isla de los famosos, actualizado a Supervivientes, el programa de Telecinco es noticia por la renuncia voluntaria de Adrián Rodríguez y la expulsión disciplinaria de Saray. En el concurso participa la iliturgitana María Jesús Ruiz, una exMiss hoy con la misión de sobrevivir en una isla de Honduras invadida de cámaras y en contacto permanente con Jorge Javier Vázquez y ya de paso con la España que sigue el formato. A los concursantes no tardamos en verlos semidesnudos, a menudo en hamacas dormitando y también en contextos menos halagüeños, como cuando intentan encender un fuego. Es lo más cerca que están del momento Wilson en Náufrago: no  tienen más locura que la posibilidad de que las ronchas se multipliquen en la espalda o de que las riñas entre unos y otros les amargan la estadía televisada. Adrián ha dicho basta por motivos serios: le podía la ansiedad y tenía hambre. Renunciar le va a costar miles de euros. En el caso de Saray, el programa la fulmina porque ha agredido a otra compañera. La convivencia puede ser imposible hasta en una isla donde te pagan por convivir. María Jesús, nominada, ha tenido algún altibajo porque echa de menos a la familia. Honduras ha sido escenario del concurso en nueve ediciones. Honduras es un país extremadamente violento. En Tegucigalpa, la tasa de homicidios es incluso más alta que en países en guerra. El humorista alcalaíno Daniel Molina relató a este periódico su experiencia en marzo: ha actuado en territorios que están sometidos bajo la ley de los pandilleros. De esta Hondura caótica, envuelta en corrupción, ha escrito con profundidad el reportero Alberto Arce en su libro Novato en nota roja, y ahora también lo hace el medio digital ContraCorriente. Programas de televisión han emitido algunos reportajes periodísticos más ligeros, centrados en la violencia. El mismo país. Dos caras distintas. El contraste es frívolo: una isla paradisiaca para que entren y salgan famosos; unos barrios donde la educación es un bien escaso y la vida no vale nada. Cada cual, cada medio, apunta adonde quiere.