Esperado reencuentro con la obra de Antonio Blanca

Pretexto rompe, en Sala 13, el largo silencio expositivo del pintor jiennense con una muestra que destila espiritualidad, uno de los sellos propios de su producción
Hacía la tira de tiempo que el pintor jiennense Antonio Blanca Torres (1960) no exponía en su tierra; que (como un Cezanne del XXI) negaba a los sentidos de aquí el disfrute de su obra, y si dejaba entrever algo de su apreciada producción era tan solo para exhibirla en muestras colectivas.
Eso hasta el pasado 5 de octubre, cuando las paredes de Sala 13 le dijeron 'ven' y Blanca lo dejó todo para propiciar un esperado reencuentro: el de los jaeneros ojos que, hasta el próximo 15 de noviembre, decidan echar un rato entre sus cuadros, en la Academia de Arte Carrillo.
Ese es el Pretexto de su reaparición, que dedica al pintor Manuel Kayser yque implica un delicado golpe de espiritualidad desde el soporte hasta la mirada por parte de este artista plástico que lo mismo traduce su interioridad a través de la escultura que se cuaja uno de sus personalísimos diseños.
"Son cosas que nacen del alma, mi manera de entender el arte, que es una necesidad de vida; no te queda otra, nos parieron así", aclara respecto a la veintena de piezas que conforman la muestra y que abarca desde los años 80 hasta el trienio pandémico.
Y es que su propuesta (fiel a una ética y una estética paralelas a su propia evolución pero sostenidas a lo largo del tiempo) destila ese no sé qué que convierte el motivo de su pintura, el género que la informa (como él mismo secunda) en coprotagonista de una experiencia más apegada al alma que a la carne, de forma que el tema del cuadro no suponga más que eso, un pretexto.
Lo que, en poesía, aseguraba con su gracia innata el poeta José Hierro: "Se puede hacer poesía de Dios, y de los macarrones". Pues eso:
"Para mí el arte es como decía Menese, el soniquete, el duende; hay gente sin duende al hacer las cosas". Lorquiana definición del cantaor de La Puebla de Cazalla, cuyo quejío por soleá le va que ni pintado a la obra de Blanca, íntimo amigo de las palmas sordas.
Formado en la vieja Escuela de Artes y Oficios (hoy 'José Nogué, aledaña a Sala 13), el pintor comparte con Kayser (uno de sus más reconocidos maestros) esa inconfundible evanescencia que convierte la pared más incómoda en un paisaje anterior e interior.
No en balde, Kayser firma una suerte de presentación del catálogo en la que, entre otras cosas, dice del pintor: "Antonio Blanca Torres es un artista que consigue con su obra un remanso de paz, serenidad, como consecuencia del espíritu que anima su obra y el buen hacer, donde la belleza y la perfección desean encontrarse".
A raíz de estas palabras, Blanca evoca, agradecido: "Lo conocí cuando yo tenía dieciocho años, y me tocó la lotería; a raíz de aquello, mi vida se transformó".
Le tocó la lotería... Lo mismo que dicen quienes disfrutan cotidianamente, en una pared de casa, de un simple boceto o un dibujo en ciernes de Antonio Blanca.
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