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Lección magistral de Cózar en las salas de la Diputación

Por Javier Cano - Noviembre 20, 2022
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Lección magistral de Cózar en las salas de la Diputación
El pintor José Cózar, ante algunas de las obras que expone en la Diputación. Foto: Javier Cano.

El afamado pintor baezano expone en el Palacio Provincial un conjunto de obras con el paisaje español como protagonista, hasta el próximo 9 de diciembre

A menos de un lustro de cumplir los 80, José Cózar (Baeza, 1944) tiene meridiamente claro que "el pintor debe tener una evolución", no dormirse en los laureles, abandonar lo que hoy día se llama zona de confort y afrontar retos. ¿No fue Lamartine quien dijo que el agua que no corre se corrompe? En eso anda el maestro. 

Una filosofía que pone en práctica y comparte con los jiennenses hasta el próximo 9 de diciembre en las salas de la Diputación Provincial, de la mano de los cuarenta y ocho cuadros que conforman España en la pintura de Cózar. 

Óleos de considerable formato con el paisaje de la piel de toro como protagonista, donde este reconocido y personalísimo artista recurre al pincel tras décadas y décadas de magisterio con otras técnicas que le han valido un currículo apabullante:

"Siempre he manejado la espátula, pero tenía muchas ganas de hacer esto", explica a Lacontradejaén. Una exposición que es toda una antología de la mancha gruesa, el pegote delicado, el chorreón oportuno, elementos tan contemporáneos que, en la obra de Cózar, derrochan clasicismo. 

Es de los que, al contrario que Van Gogh, prefiere pintar catedrales que ojos humanos, y lo hace a caballo entre su ciudad natal y Valencia, adonde llegó cuando solo contaba once años de vida. Pero no lo duda: "Aquí estoy en la gloria". Y eso que en tierras levantinas goza de la máxima consideración, "el segundo Sorolla" lo llaman por la región de la luz. 

Igual que en Jaén; cada tarde, el pintor se desplaza desde el municipio machadiano hasta la capital para estar cerca de sus cuadros, hay quienes se le acercan con devoción para preguntarle detalles de cada pintura o, como el matrimonio Luque Lanzas, coleccionistas y amantes de la plástica jiennense, evocar una grata visita a la casa del artista, que les abrió sus puertas sin condiciones. 

Y es que Cózar, como su propia producción pictórica, destila espontaneidad, es lo más alejado del divismo y la vanagloria; de llevar algún cetro sería un junco sin hojas (el emblema de la sencillez según Dante), pese a poder presumir de varias vitrinas copadas de importantes galardones, de los profundos estudios que le han dedicado, de tener obra colgada en una decena de museos y de haber podido vivir de su arte desde que tomó conciencia de lo que quería ser y lo puso en práctica: "¡Vivir de la pintura, con lo difícil que es eso", apostilla. 

 Foto: Javier Cano.
Foto: Javier Cano.

Empedernido impresionista, comparte con el levantino Juan Bautista Porcar (Castellón de la Plana 1899-1974) un gusto por los cielos que, a fuerza de influencia, ha terminado formando parte ineludible de su repertorio hasta tomar carta de naturaleza: cielos Cozarianos, podría llamárseles sin concesiones a la confusión.

Acaso uno de los sustentos de su particularidad radique en esa espontaneidad que capitaliza no solo su persona, también su obra: 

"Yo cojo el lienzo en blanco y no sé lo que voy a pintar hasta que pongo el pincel encima. Tengo una referencia, solo eso, pero no me gusta reflejarla". Y añade: "Quizás no hice Bellas Artes por no estar sujeto a normas, hoy hubiera estado de profesor y hubiera pasado más desapercibido como pintor, seguramente". 

Palabras que no dejan de ser un manifiesto a la humildad si se tiene en cuenta su paso por las aulas del Círculo de Bellas Artes de Valencia, lo aprendido al lado de sus maestros a partir de aquel "milagro" que la madre naturaleza alumbró a sus pies cuando solo contaba trece años de edad y todavía llevaba pantalón corto: 

"Hubo una riada del Turia, muy grande, y a los dos días estaba todo lleno de fango. Salí, me encontré a mis pies una caja de pintura con tubos y me dije '¡Pepe....! Eso, para mí, era un sueño, fue una bendición, y a partir de ese momento me compré mi caballete, que aún conservo, y empecé. Me iba a pintar por la Albufera, por la parte antigua de Valencia, ya vendía cuadritos y debuté como pintor a los dieciséis años".

Atrás quedaba el azulete de lavar que hurtaba a su madre o los pinceles de zapatero que restaba a su padre para dar rienda suelta a su vocación.

Una pasión compartida con la música, que José Cózar se gasta voz de barítono y hasta el mismísimo Machín (el que pedía angelitos negros al gremio del baezano) le aplaudió la voz, le renococió el talento.

Nogué, el gran Nogué, otro paisajista imprescindible y tan ligado a Jaén, fue también cantante de ópera, hasta llegó a debutar en el Quirino romano en su época de pensionado. Eso que Green, en su Mil veces hasta siempre, define como "melodía de coincidencias".

"Cózar disfruta infinitamente pintando. Tanto, tanto, que le duele el alma cada vez que se desprende de una obra. Tanto, tanto, que de no ser pintor, probablemente sería pintor... Desde niño, en su Baeza natal, supo cuál era su verdadera vocación, su auténtica pasión. Y se volcó en ella, con la energía y el delirio del artista que se sabe poseedor de un don que debe compartir", escribió de él la historiadora del arte catalana Marién Rovalo. 

"Su aportación llega a la figuración más cualificada, al paisajismo casi obsesivamente perfecto, sin renegar de las grandes tradiciones del pasado. Posee, pues, la digna nobleza y la real dignidad del clasicismo contemporáneo", con palabras del crítico Lorenzo Berenguer.

Suma y sigue, porque el artista, a sus setenta y muchos, ni pierde el entusiasmo creativo ni exhibe intención de cortarse la coleta: "Tengo proyectos para exponer en Madrid, en Barcelona, en Bilbao... ¡Esto es mi vida!". Y siempre con Baeza en los labios. 

 Antonio Luque y María Jesús Lanzas posan con el artista ante dos de sus cuadros, con sendos paisajes jiennenses. Foto: Javier Cano.
Antonio Luque y María Jesús Lanzas posan con el artista ante dos de sus cuadros, con sendos paisajes jiennenses. Foto: Javier Cano.

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