"Se nos ha vendido una Transición modélica, pero eso es una milonga"
Criminólogo, investigador, historiador y escritor..., todas estas disciplinas confluyen en Luis Miguel Sánchez Tostado, un jiennense de 1962 al que, en sus propias palabras, le tira mucho su tierra. A ella se ha traído un nuevo premio literario desde el malagueño Rincón de la Victoria, una convocatoria dedicada a la poeta Gloria Fuertes que suma a su bien poblado currículo. Lo ha conseguido con un relato corto en el que el aceite de Jaén y la Guerra Civil envuelven una "historia llena de sorpresas". Comprometido y sin pelos en la lengua, adelanta que en su próximo libro tratará de "desmitificar la Transición", un periodo, asegura, del que solo se conocen sus luces pero que estuvo también lleno de sombras.
—Un nuevo premio para un currículo plagado de reconocimientos. ¿Cómo se siente?
—Ha sido una sorpresa. Lo mandé por correo electrónico a primeros de año, en marzo o abril, y ya ni me acordaba. Como sé que los certámenes internacionales de relato se presentan cientos de personas, prácticamente lo olvidé y cuando me llamó la concejal de Cultura, la verdad es que fue una sorpresa muy agradable.
—Según la organización del certamen, la participación ha sido muy alta, alrededor de novecientos relatos...
—Así es. Ya una vez me quedé tercero en un certamen internacional en Orense, hará dos o tres años, y se presentaron ochocientos y pico, una bestialidad, así que al decirme que se habían presentado novecientos pensé: "¡Madre mía!". El subidón me dio cuando me dijo el presidente del jurado que había sido por absoluta unanimidad, eso fue realmente lo que me ilusionó, casi más que el premio, que económicamente está bien dotado (dos mil euros), pero me hizo más ilusión eso.
—¿Cree que los premios siguen siendo una salida para los escritores a día de hoy, cuando las redes sociales funcionan como escaparate inmediato para mostrar sus textos, en muchos casos?
—Yo tengo, con este, dieciocho premios. En los de mucha cuantía económica hay muy poca transparencia, yo opto por no presentarme a ellos, y en los de grandes cuantías no suelen coincidir los intereses editoriales con los criterios del jurado. El Planeta es uno de ellos, por ejemplo. Hay grandes intereses económicos, de márquetin y de venta, más que de calidad literaria. Sin embargo, los de nivel medio-bajo son mucho más honestos, y son una de las salidas para los chavales que empiezan con una novelita.
—¿Anima entonces a los escritores jóvenes a concurrir a premios literarios?
—Sí. Yo aconsejo que se empiece por relatos, por género corto. Puede ser un estímulo para ellos. Yo he ganado, hace años, premios sin dotación económica, pero es un estímulo, una salida para los escritores dentro del pésimo panorama que tienen tanto en su inicio como al final.
—¿Qué quiere decir?
—Si no eres un escritor consagrado, es realmente dificílisimo. Empezando porque es una vergüenza que cuando le entregas a una editorial un libro todos ganan dinero menos el autor, que se queda con un miserable ocho por ciento, ¡y que no te engañen diciéndote que se han vendido cinco mil ejemplares y te digan que se han venido quinientos! Se llevan más del 90 por ciento los intermediarios. Por eso recomiendo este tipo de concursos a los escritores noveles, para que se prueben en ellos. Yo empecé ganando premios de relatos para probarme, y el primero que ganas, dices: "¡A lo mejor no lo estás haciendo tan mal!
—¿Qué encontrará el lector en el relato corto con el que ha conseguido usted este galardón?
—En realidad es un encuentro entre un niño muy observador, al que los padres llevan, en el año 75, a un viejo cortijo y tiene una relación, sin hablar apenas, con un viejo, Rufo, al que no le echa cuentas la familia. Este hombre tiene un trauma, no habla desde los años de la guerra, tiene una experiencia que nadie sabe..., ¡tampoco quiero destripar el relato! Tiene un trauma de la posguerra, y el niño se entera de todo. El centro argumental gira en torno al aceite de oliva. Ese niño descubre a través del viejo la cultura del aceite y termina montando un restaurante cuyos platos están inspirados, ambientados en el aceite. Es un drama de la posguerra que mezcla la ingenuidad de un niño con... ¡es que no lo quiero destripar! Puedo decir que juega mucho con el factor sorpresa.
—El aceite de oliva y la posguerra... Son dos temas que conoce usted bien, uno por su condición de jiennense y el otro, como historiador e investigador.
—Sí, sí. Ten en cuenta que ahora mismo vivimos una época de rememoración, hay muchas heridas abiertas que algunos se emperran en querer cerrarlas dejando en el dolor a la mitad del país, y eso no es así. Este relato es una semblanza a las personas mayores que siguen viviendo con traumas del pasado en el silencio y que quieren pasar página cuando todavía hay más de cien mil personas en las cunetas; quieren pasar página pero, en realidad, el dolor está ahí. Hay que cerrar heridas, sí, pero eso se lo dices a los hijos y a los nietos que tienen padres y abuelos en las fosas comunes y...
—En una reciente entrevista al escritor Juan Eslava Galán para este periódico, el autor arjonero denunciaba la "excesiva atención" de la política española actual a la Guerra Civil y a Franco. ¿Está de acuerdo con su colega?
—Con Juan, que es un tío entrañable para mí, amigo mío, en algunas cosas discrepo con él. Dice que no hay que hablar tanto de Franco, pero en su próximo libro habla de él. Yo creo que es que hay una profunda herida abierta y que quienes se emperran en que hay que cerrar heridas son los que ya las tienen cerradas.
—¿A quiénes se refiere?
—Es decir, los que exhumaron con dinero público a sus víctimas, los que las llevaron a los panteones, a las catedrales, al Valle de los Caídos, las viudas y los huérfanos a los que les dieron pensiones, los que recuperaron la dignidad póstuma..., esos tienen la herida cerrada. Pero a las más de cien mil personas en 2.500 fosas comunes que hay repartidas en toda España les dicen que cierren la herida... ¿Cómo las van a cerrar, si no les dejan sacar a sus abuelos o a sus familiares, que están como un perro en una cuneta?
—¿Abrir las cunetas es la asignatura pendiente? ¿Cree que así se cerrarían las heridas de las que habla?
—Esa es una asignatura pendiente, una ignominina impresentable todavía porque Zapatero sacó la Ley de Memoria Histórica al final de su mandato, pero claro, perdió las elecciones y Rajoy, lo primero que hizo fue quitar la dotación presupuestaria, para que no se hiciera la exhumación, por lo cual se sigue teniendo esa asignatura pendiente. Entonces, decirle a las personas que hay que pasar página, sí, pero no se pueden cerrar las heridas así; somos, después de Camboya, el país que tiene más fosas comunes y más personas desaparecidas.
—¿Está satisfecho con la exhumación de Francisco Franco, el pasado jueves, del Valle de los Caídos? ¿Cree que ese hecho ha aliviado a los familiares de las víctimas que siguen en las cunetas, que se ha dado un paso para cumplir con esa asignatura pendiente a la que se ha referido líneas arriba?
—Debería, pero lleva mucho retraso ya. Esto tenían que haberlo hecho hace mucho tiempo, pero bueno, nunca es tarde. Esto es un pequeño paso, todavía está en el Valle de los Caídos el fundador del fascismo español, José Antonio Primo de Rivera. La herida no se va a cerrar hasta que por parte del Estado, del Gobierno, se dé cumplimiento a la Ley de Memoria Historica, se autoricen las exhumaciones y se financie la forma de darles dignidad póstuma a esas personas.
—Usted es historiador. ¿Se ha escrito bien la historia de la Guerra Civil, de la dictadura y de la Transición?
—En este país se nos ha manipulado muchísimo, yo estoy escribiendo ahora mismo un libro sobre la Transición española, y se nos ha mentido muchísimo. Estoy rompiendo mitos de ese periodo, porque se nos ha vendido una Transición modelica, pacífica, cuando no fue así. Hubo setecientos catorce muertos con violencia, seis intentos de golpe de Estado, doscientas librerías incendiadas, cientos de torturados con nombres y apellidos, y se nos han vendido unas milongas que en realidad no son así. La Guerra Civil, la dictadura o la Transición todavía no se enseñan en los institutos. Recuerdo que se dejaba para el final para que no se tocara, para el último trimestre, se pasaba de cuclillas el tema y no se hablaba, hay un desconocimiento enorme: así nos va.
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