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El UMA saca matrícula de honor en el Olivo Arena

Por Antonio Pulido Casas - Mayo 14, 2022

Los malagueños se convierten en el primer equipo de Segunda División que alcanza la final de la Copa del Rey tras remontar al Industrias Santa Coloma

Un nuevo torneo se disputaba en el Olivo Arena, la Final Four de la Copa del Rey, con un marcado componente de ilusión: un invitado inesperado fuera de los focos, como es el UMA Antequera, de Segunda División, presentaba su invitación más como premio que como competidor. Enfrente, el Santa Coloma, que ya sabía lo que era disputar el último partido del torneo, tenía colgado el cartel de favorito. Los miedos y el gusanillo del neófito, sensaciones encontradas para brindar emoción.

Era indiscutible que el peso del encuentro recaía sobre el conjunto de mayor categoría, el Industrias, y a partir de ese reflejo de superioridad creció el equipo catalán. Primero, con un palo de Drahovsky, y después, con un truco trilero de Sepe para anotar el primer tanto. En ese recorte dentro del área se vio el ADN de barrio que caracteriza a los pupilos de Javi Rodríguez. Pero sólo ahí, pues empezaron a crecer los malagueños a base de intensidad, a veces sin control, para ir ganando terreno y entidad en la semifinal. A los universitarios les venía bien desperezarse y lo encontraron con un balón largo a Pablo, quien oxigenó a Cobarro, cuyo disparo se marcho fuera por pocos centímetros. Ya era otra cosa, el gol parecía posible.

Por motivos obvios, el partido no estaba cerrado, a pesar de la aparente comodidad en la circulación del decano del fútbol sala español. Dicho y hecho. Burrito, el único jugador de la plantilla que sabe lo que es ganar un título (junto con su entrenador), robó una pelota en media cancha y se la sirvió al costado izquierdo para Óscar. No perdonó uno de los veteranos del plantel antequerano. Los barceloneses se vieron en la obligación de estirarse algo, sobre todo con golpeos de Uri Santos y David Álvarez, pero carecían de cierta confianza. Al UMA no le importaba, como si oyera llover, y seguía en su empeño de alargar la sorpresa: a un minuto del descanso, Cobarro repitió el tanto de su compañero y desató la locura. La Copa del Rey de los de Tete continuaba siendo histórica, pero ¿durante cuánto tiempo?

El que hiciera falta, pensaría Tete. La mitad de la cancha del UMA se convirtió en un sitio para enfocar la resistencia. Lo único que hacía tambalear el objetivo del Industrias era el propio Industrias, esto es: nerviosismo por la falta de tiempo. El segundero bajaba, al igual que la precisión de los pases de los colomenses. La toma de decisiones era algo en lo que estaban errando, como si estuvieran consumidos por la eliminación. De hecho, en una ocasión acudieron en tromba cuatro jugadores con la mirada puesta en Cone sin anticipar que un pequeño fallo, como el que se produjo en un control, dejó a Óscar y Burrito solos frente a Borja Puerta. Este último no falló y puso el 3-1 en el luminoso. La confianza hizo el resto.

A los ocho minutos, asfixiados por el deber, el Industrias sacó el portero-jugador para intentar hacer con cinco lo que no había podido hacer con cuatro: remontar. El resultado: un palo de Drahovsky como única cosecha. No hubo más al margen de sufrimiento.

Con gargantas en la grada y confianza en la pista, el UMA Antequera consiguió una gesta que parecía inviable: ser el primer equipo de Segunda División que consigue el pase a la final de la Copa del Rey. Pase lo que pase, se le ha otorgado matrícula de honor.

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