La santera de Baños de la Encina regresa a la ermita: su casa

Consolación Ruiz Martínez vive una jornada inolvidable visitando el que fue su hogar desde su infancia y recibe el aplauso de los fieles bañuscos
"Yo lloré más que en todos los días de mi vida, fue una emoción grandísima, la ermita para mí es mi casa". Con estas palabras resume Consolación Ruiz Martínez (Baños de la Encina, 1938) las emociones vividas hace unos días, cuando su hija Azucena decidió llevarla a los que fueron los escenarios de su infancia, tan inolvidables para ella.
"Ha ido varias veces, sobre todo a la romería, pero las últimas veces la casa estaba en obras y no pudo acceder, y tampoco estaba la Virgen. Este año, para la fiesta de los Esclavos, creo que ha sido la primera vez que han llevado a la Virgen a la ermita, y le he dado esa sorpresa", comenta Azucena Ferrón Ruiz, una de los cuatro hijos de la santera.
Lloró, recordó, evocó y hasta pudo conversar con familiares a los que no veía desde hacía tiempo. Y por si algo faltaba para que el día fuese completo, quienes asistían a la misa no lo dudaron a la hora de despedirla con un aplauso, en homenaje a quien durante años veló porque el recinto sacro estuviera como una patena y que todo fuera agradable para quienes visitaban a la patrona: "Estuve con el cura hablando, entré en la sacristía y lo primero que recordé era donde metíamos los gatos", comenta Consuelo a Lacontradejaén.
No fue fácil: sus problemas de movilidad hicieron de la visita una suerte de promesa, como explica su hija: "Con una mujer del coro pudimos subir al camarín, a duras penas, casi a gatas". Lo que escribió Tolkien, que no es la fuerza del cuerpo la que cuenta, sino la del espíritu.
Cinco años de edad tenía Consuelo (como es conocida la protagonista de esta historia) cuando el santuario de Nuestra Señora de la Encina se convirtió, para ella, sus padres y hermanos, en su propia casa, de la que eran santeros.
Y allí vivió hasta que se puso novia y marchó con su marido (Pedro José Ferrón Márquez, guarromanense ya fallecido) y se afincó en la Ciudad de las Minas, donde continúa residiendo.
O sea, que en esta familia se cumple a la perfección lo que Luisa Linares y los Galindos cantaban en Hay quien dice de Jaén..., la célebre copla: "De Baños era mi madre, / mi padre de Guarromán, / y yo del mismo Linares, / de donde dice el refrán / que tres cosas son dos pares".
Curiosidades aparte, ni un solo día deja Consuelo Ruiz de pensar en aquellos tiempos en los que tenía el privilegio de habitar en la misma casa de la patrona bañusca: "Rara es la noche que mi mente no se acuerda de la ermita, de mi casa, allí me crié, me subía a la encina, me montaba con mis hermanos en los animales que teníamos...", cuenta.
Las circunstancias la obligaron a cambiar de escenario vital, pero a pesar de los años transcurridos desde entonces, Consuelo asegura que todavía hay quien le pide que "haga lo que sea" para que la Señora de la Encina vuelva a recibir culto en su ermita:
"Hay gente que me pregunta por qué la virgen no está siempre allí, y me dicen que como estuve tantos años en la ermita, yo podría hacer algo". ¡Si fuera por ella...!
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