La Soledad enriquece su ajuar gracias al amor de los baezanos

El bordador local Manuel Lozano Pozo restaura restaura una valiosa saya decimonónica de la Virgen con los donativos de los hermanos

"Nuestra idea es mantener siempre nuestro patrimonio en el mejor estado". Lo asegura (y los hechos dan fe de que es así) Francisco Lázaro Perales, hermano mayor de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Baeza, encantado de la vida con la reciente puesta en valor de una de las piezas más significativas del ajuar de la Virgen.

Se trata de una saya decimonónica que llegó a la ciudad "tras la contienda civil, de la mano del canónigo de la Catedral de Baeza don Andrés Trillo, quien trajo un lote de prendas y enseres desde Madrid", aclara el máximo responsable de la hermandad. Una soberbia pieza que, gracias a la generosidad y a la devoción de sus cofrades, luce ya en todo su esplendor... y mucho más.

Sí, la saya en cuestión destacaba ya por su calidad, por su bordado exiguo pero de primer orden, "su cordón, sus adornos florales...". La cofradía ha echado el resto y, junto con su restauración, la ha "enriquecido con bordados de una casulla antigua francesa comprada en un anticuario", explica Lázaro.

Buen ejemplo de esta suma de motivos, el pelícano de 1834 que desde ya se incluye en su diseño, todo un símbolo eucarístico que hermosea, todavía más si cabe, el resultado de los trabajos.

PROCESO LABORIOSO

El proceso ha sido llevado a cabo por el taller baezano de Manuel Lozano Pozo, quien desde sus privilegiadas instalaciones de las antiguas escribanías, en plena Plaza de los Leones de la ciudad machadiana, ha devuelto a la prenda su condición de auténtica obra de arte:

"El estado de conservación en que se recibió era bastante bajo, ha pasado por diferentes manos; llegó a Baeza después de la Guerra Civil y estaba sin catalogar como patrimonio de la cofradía. Ya a su llegada, su estado de conservación era bajo y desde que llegó no se ha restaurado en ningún momento", asegura el bordador.

A partir de un diseño elaborado por Pedro Antonio Cruz Mayenco, Lozano se las tuvo que ver con un "terciopelo que estaba muy pasado, que se rajaba y tenía manchas de óxido". Vista la realidad de la pieza, se decidió "pasar el bordado a un terciopelo de Lyon de la misma calidad y enriquecer la saya, que en realidad era un delantal sin bocamangas". 

Dicho y hecho: "Se aprovechó para enriquecerla con un diseño de bocamangas y cinturilla del mismo estilo, para que fueran en consonancia, y se ha conseguido un juego de saya completo y de estimable valor, de un estilo completamente distinto, alejado del barroco y de los bordados más clásicos", concluye Manuel Lozano. 

Con la saya terminada, La Soledad amplía un 'fondo de armario' que, en palabras de Francisco Lázaro, cuenta también con el manto original de la Virgen, del siglo XVIII, entre otras piezas de su rico ajuar.